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Omar Torrijos y Roberto Chiari: dignidad de otro molino



- 02/05/2025 00:00
Durante gran parte del siglo XX, Panamá libró una larga batalla social, política y diplomática por su soberanía. No fue una lucha fácil ni de resultados inmediatos. Requirió temple, visión estratégica y, sobre todo, dignidad. Dos nombres resuenan como piezas importantes en esa historia: Omar Torrijos y Roberto Chiari. Ambos encarnaron la resistencia panameña ante el poderío de Estados Unidos en momentos cruciales. Ambos escogieron la dignidad nacional antes que la comodidad de un acuerdo fácil.
Hoy, en pleno siglo XXI, vivimos un momento de inflexión que constituye una amenaza a todo lo logrado por generaciones de panameños. Nuevos acuerdos firmados a espaldas de los panameños y panameñas permiten nuevamente la presencia militar estadounidense en Panamá, pero esta vez sin debate nacional, sin transparencia y sin la reafirmación firme de nuestra neutralidad histórica.
Frente a este escenario, no podemos evitar preguntarnos: ¿Qué habría hecho Chiari? ¿Qué habría hecho Torrijos? Y más aún: ¿Qué estamos dispuestos a hacer nosotros?
Roberto Chiari es y será recordado como el presidente de la dignidad; esto debido a que en 1964, tras la cruel y desproporcionada represión por parte de tropas norteamericanas establecidas en Panamá a estudiantes de doceavo grado, que puso fin a la vida de cerca de una veintena de jóvenes panameños que defendían su derecho a izar la bandera nacional en la Zona del Canal, el entonces presidente Roberto Chiari tomó la decisión histórica de romper relaciones diplomáticas con Estados Unidos.
Chiari no exigió compensaciones económicas ni promesas vagas: exigió la revisión del Tratado de 1903, origen de la condición colonial que vivía Panamá. No se dejó persuadir. No aceptó rodeos diplomáticos. Defendió la dignidad del pueblo panameño sin titubeos.
La decisión no fue fácil, “muchos grupos de poder, e incluso personas dentro de su Gabinete, se opusieron a la idea de romper relaciones. Chiari era de carácter serio y taimado, y debió sentirse bastante solo al tomar esa decisión, quizás la más importante de su vida. Pero fue la decisión correcta. Una vez la tomó no había marcha atrás, se habría concretado una meta, una política de Estado que replicarán otros líderes panameños: la búsqueda por la soberanía mediante la abrogación del Tratado de 1903 y su sustitución por uno enteramente nuevo”. (Carranza, Isaac. 2023).
Por esa razón, la historia lo honra como el Presidente de la Dignidad.
Pocos años después, sería Omar Torrijos quien recogiera ese legado y lo llevaría aún más lejos. Tras años de negociaciones duras y complejas, Torrijos firmó en 1977 los Tratados Torrijos-Carter, que devolvieron a Panamá el control total del Canal, fijando 1999 como el año de la reversión definitiva.
Torrijos entendió que la soberanía no era solo cuestión de discursos. Requirió movilizar apoyos internacionales, resistir presiones y entender que sin dignidad no hay verdadero desarrollo.
Sus frases resumen su visión y su carácter : “Queremos que la actual generación pueda ver demolida la última estaca del colonialismo en nuestro suelo”.
O “Nuestros mártires, han muerto ya de bala. Que no vuelvan a morir de indiferencia”.
La lucha de Omar Torrijos como él la concebía, era una lucha por la liberación nacional, de ahí su frase: “Una guerra se puede ganar o perder, pero una lucha popular de liberación sólo se puede ganar”. Y eso hizo Omar Torrijos, culminar la lucha generacional de miles de panameños con la firma de los tratados Torrijos- Carter, que definió la soberanía de Panamá sobre su propio territorio con la salida de las tropas militares de Panamá y la reversión del Canal y sus zonas adyacentes.
Su lucha por la dignidad nacional quedó marcada en la memoria histórica de los panameños.
Los nuevos acuerdos firmados que permiten la presencia de fuerzas militares estadounidenses en territorio panameño con plena libertad, no fueron sometidos a debate público amplio, no pasaron por la Asamblea Nacional ni fueron refrendados con un discurso firme que reafirme nuestra neutralidad.
Más preocupante aún, no ha habido un esfuerzo para movilizar la solidaridad internacional ni para posicionar a Panamá como un país neutral en el nuevo orden mundial.
El memorándum firmado por el gobierno de Mulino es una afrenta contra la soberanía nacional, ya que permite, entre otras cosas que aún desconocemos:
1- La presencia operativa de personal y contratistas de EE. UU. en instalaciones panameñas, sin límites claros ni supervisión efectiva del Estado panameño.
2- El uso de instalaciones sin pago alguno por parte de EE. UU., lo que sugiere una cesión unilateral de recursos sin reciprocidad económica.
3- Contratos bajo legislación estadounidense, incluso en territorio panameño, lo que desplaza el marco legal panameño de la gestión de obras e insumos en dichas instalaciones.
4- Control operativo de bienes, vehículos, aeronaves y embarcaciones por EE.UU., sin jurisdicción panameña sobre los mismos ni sobre los residuos o consecuencias de accidentes.
El memorándum también transgrede el principio de neutralidad, ya que:
1- Concede el uso de instalaciones logísticas clave por una sola potencia, en el contexto de un orden mundial multipolar y una creciente rivalidad entre EE.UU. y China.
2- Incluye la posibilidad de almacenamiento de armas y equipo militar estadounidense, lo que puede ser interpretado internacionalmente como un alineamiento geoestratégico.
3- Mientras que el gobierno entreguista y servil de José Raúl Mulino no da la cara a la ciudadanía, de acuerdo con información publicada en la cadena estadounidense Fox News, “el secretario de Defensa, Pete Hegseth, anunció que funcionarios de Estados Unidos y Panamá firmarán un acuerdo marco que permitirá a los buques de guerra estadounidenses viajar “primero y gratis” a través del Canal de Panamá”.
El Tratado Concerniente a la Neutralidad Permanente del Canal de Panamá (1977) establece que:
“El Canal, como una vía de tránsito internacional, será permanentemente neutral en cuanto a que, tanto en tiempo de paz como en tiempo de guerra, será abierto al tránsito pacífico de los buques de todas las naciones en condiciones de igualdad”.
La expresión “first and free” sugiere una excepción preferencial para una potencia específica, lo que contradice este principio de igualdad de trato y no discriminación entre naciones.
El hecho de que el Gobierno panameño no haya desmentido con claridad ni exigido una retractación oficial por parte de EE. UU. ante el uso de ese lenguaje, envía al mundo el mensaje de consentimiento tácito, lo que deteriora la legitimidad internacional de nuestro país y su neutralidad.
Roberto Chiari y Omar Torrijos actuaron con una brújula moral clara: la dignidad de Panamá y de los panameños primero. Su molino, si se quiere usar esa analogía, molía agua de dignidad, no de entreguismo.
Hoy, el molino que gira no parece estar impulsado por la misma agua.
José Raúl Mulino, sus ministros del Canal, Relaciones Exteriores y Seguridad, han demostrado ser indignos de la historia que los precede y del cargo que ocupan, porque ha entregado, sin consulta ni transparencia, zonas estratégicas del país a una potencia extranjera, firmando acuerdos que permiten el uso operativo de instalaciones panameñas por personal militar estadounidense, violando el espíritu del Tratado de Neutralidad del Canal y la Constitución. Al permitir expresiones como “first and free” sin exigir desmentidos ni respetar la memoria de Chiari y Torrijos, Mulino no solo claudica en la defensa de la soberanía, sino que mancha la dignidad nacional al comportarse más como un “gobernador” complaciente que como un jefe de Estado con dignidad y solvencia moral.
Si no queremos que los nombres de Chiari y Torrijos queden relegados a monumentos mudos, debemos entender que cada generación tiene su propia batalla por la dignidad. Y la nuestra ha comenzado.