Entre la tranca y el diálogo

Actualizado
  • 29/05/2021 00:00
Creado
  • 29/05/2021 00:00
A los gobiernos de América, y también del mundo, el pueblo no da siempre un compás de espera. El pueblo no admite que los gobernantes actúan con un pie en la realidad, porque sospechan de esa realidad. Es que estos pueblos han sufrido tanto, han luchado tanto en la pobreza, que ya hasta el sudor les duele.

En estos pueblos de América los problemas sin solución se acumulan año tras año. Son problemas crónicos, muy complejos, de carácter social, de carácter económico y relativos, fundamentalmente, al hombre y su cultura, al hombre y su entorno paupérrimo. En toda América, al finalizar un período presidencial, los pueblos se encienden de esperanza con el advenimiento de un nuevo gobierno. Los nuevos gobernantes son aclamados por las multitudes y la euforia se apodera de los vencedores. Las encuestas siempre en acecho interpretan el sentimiento colectivo y los guarismos ponen al nuevo gobernante en el techo de la popularidad. Pero ese nuevo gobernante, en toda América, desde un inicio entra en conflicto con la parsimonia institucionalizada de la burocracia. Es su primera sorpresa.

El presidente Lagos, en Chile, por ejemplo, prometió acabar con las colas para recibir atención médica en el Seguro Social y se impuso un plazo de 90 días para alcanzar la meta. Se enfrentó febrilmente al problema y advirtió en primera línea el desgano de la maquinaria. Supera con su entusiasmo la traba funcional y cuando cree llegar a la pista final para tomar velocidad, surge el tranque inesperado provocado por la falta de fondos para contratar más médicos, más enfermeras, para hacer más edificios y para comprar más medicinas. Al término de los 90 días, las colas habían disminuido, pero seguían las colas. La promesa se incumplió y la ministra de Salud presentó su renuncia. El presidente Lagos comprendió que la frustración no se superaba buscando chivos expiatorios; renovó la fe en su ministra y continuó con mayor velocidad hacia el objetivo de acabar con las colas universales que forman los pueblos para que les curen sus heridas. El presidente expresó: “Cuando uno hace el esfuerzo para obtener un objetivo y no se logra, no es una promesa que se incumple, es un proyecto en desarrollo”.

Este tipo de problemas suman centenares en cada nación. Y todos están en la agenda de las intenciones. A los pocos meses del nuevo gobierno, otra vez las encuestas salen al paso como pájaros de mal agüero y anuncian que la popularidad del gobernante baja. Los pueblos comienzan a armarse de impaciencia, la llamada luna de miel se disuelve y la oposición adormilada por la reciente derrota comienza a oxigenarse y a renovar sus bríos. En toda América se repite el mismo fenómeno: la popularidad de Banzer cae; la popularidad de Lagos desciende en pocos puntos; el presidente De La Rúa pierde imagen; el presidente brasileño pierde puntos; Pastrana a los pocos meses de elegido carece de fuerzas. Y todos estos mandatarios fueron elegidos eufóricamente por sus pueblos.

Los nuevos gobiernos se enfrentan poco a poco a la dura realidad; los problemas de los pueblos pobres, como decía García Márquez en “El otoño del patriarca”, son de difícil solución. El autor relata que una inmensa manifestación de la pobrería de Colombia emplazó al patriarca: “Usted, le dijeron, ha resuelto el problema de todos los colombianos, menos el problema de los pobres de Colombia”. Hay que leer la repuesta terrible que dio el patriarca y no la repito porque la Iglesia me excomulga y ya no estoy para esa clase de angustias.

Los gobiernos que se inician llegan entonces a un punto crítico. Los pueblos se desatan, se toman las calles, estrenan bolsones de rebeliones y los gobernantes no saben cómo enfrentarlos. Unos dicen que la tranquilidad viene de tranca y por tanto hay que dar tranca al pueblo. Otros dicen: “Si fuimos elegidos para hacer justicia, con la tranca solo daremos injusticia”. ¿Qué hacer? Los pueblos se impacientan, los indios bolivianos se toman los caminos, los agricultores ecuatorianos se sublevan, los paraguayos se pintan de guerra. ¿Qué hacer? En toda la América, los pueblos luchan con los métodos usados para vencer las dictaduras. ¿Qué hacer con esos levantamientos sospechados, pero inesperados como el de Bocas del Toro? Hacer lo que se hizo, hacerlo allí y en todas partes, para curar o para prevenir. Hacer lo que hizo la presidente Moscoso, ir al lugar de los hechos, pisar la tierra embravecida, presentarse al mismo ojo de la tempestad, como Daniel en el foso de los leones, tomar el toro por los cachos, dialogar, ejercer su autoridad, encontrar soluciones razonables y pactar con la pobrería que arrastra su dolor de centurias.

A los gobiernos de América, y también del mundo, el pueblo no da siempre un compás de espera. El pueblo no admite que los gobernantes actúan con un pie en la realidad, porque sospechan de esa realidad. Es que estos pueblos han sufrido tanto, han luchado tanto en la pobreza, que ya hasta el sudor les duele. Pero cuando los pueblos observan que hay un febril combate de los gobernantes para vencer los problemas acumulados, entonces los pueblos ajustarán su vida y sus protestas al ritmo “de la real realidad”. También darán de sí, hasta en exceso, su cuota de responsabilidad.

Es tan sencillo pisar por delante. Es tan hermoso y fecundo el diálogo. El diálogo no solo superó lo de Bocas del Toro, también superó la grave crisis de la Universidad de Chiriquí. El ministro Norberto Delgado, en representación de su gobierno, en pocas horas resolvió la insatisfacción y evitó otro Bocas del Toro en Chiriquí, tal era el repudio al uso de la tranca y el descontento generalizado por el cierre de las vías. El diálogo superó los efectos de la represión. La represión lleva al caos, a lo impredecible; el diálogo lleva a la convivencia, a la comprensión.

La actitud asumida por la mandataria Moscoso en estas provincias esquinas de la República, debe servir de ejemplo a los nuevos gobernantes de América que temen llegar al ojo de la tempestad. Es de justicia reconocerlo y por su buen fruto, debe ser el método para encarar todos los problemas y para evitar nuevas erupciones conflictivas. Las encuestas de carne y hueso confirmarán que ese es el camino útil y necesario.

Publicado originalmente el 21 de septiembre de 2000.
Entre la tranca y el diálogo
FICHA

Un vencedor en el campo de los ideales de libertad:

Nombre completo: Carlos Iván Zúñiga Guardia

Nacimiento: 1 de enero de 1926 Penonomé, Coclé

Fallecimiento: 14 de noviembre de 2008, ciudad de Panamá

Ocupación: Abogado, periodista, docente y político

Creencias religiosas: Católico

Viuda: Sydia Candanedo de Zúñiga

Resumen de su carrera: En 1947 inició su vida política como un líder estudiantil que rechazó el acuerdo de bases Filós-Hines. Ocupó los cargos de ministro, diputado, presidente del Partido Acción Popular en 1981 y dirigente de la Cruzada Civilista Nacional. Fue reconocido por sus múltiples defensas penales y por su excelente oratoria. De 1991 a 1994 fue rector de la Universidad de Panamá. Ha recibido la Orden Manuel Amador Guerrero, la Justo Arosemena y la Orden del Sol de Perú.

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