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Cuando Belisario Porras perdió su ciudadanía
- 08/01/2023 00:00

El Calendario Histórico de la Nacionalidad (1991), recopilado por el inolvidable investigador Jorge Conte Porras, señala que este miércoles 11 de enero se cumple el 119 aniversario de la que fuera tal vez la más controversial y problemática misiva del doctor Belisario Porras.
“Managua 11 de enero. Señor Puntarenas: … Puede estar seguro de que mi actitud no ha cambiado. Circunstancias de ser nativo istmeño y tener en él mis mejores afectos me impiden ser hostil, pero mi inconformidad y reprobación no pueden ser más públicas, constantes y evidentes. Últimamente me han llamado Convención y no he contestado siquiera; iría si pudiera salvar amigos y salvar Istmo, pero no me creo capaz realizar tamaña empresa. Me da profunda lástima con los incidentes. La generalidad ha entrada movimiento como los carneros de Panurga, cuando me llaman me parece oír lastimeros balidos. Fdo, amigo. B. Porras”.
Así se expresaba, rechazando con la más hostil de las actitudes, el movimiento separatista de 1903 quien en las década siguientes llegaría a convertirse tres veces en presidente de la república y a ser considerado el modernizador del estado panameño.
Exiliado tras el triunfo conservador en la Guerra de los Mil Días, Porras se encontraba en El Salvador cuando se le notificó que Panamá se había declarado república independiente.
Lo que para otros significaba un éxito y gran oportunidad, para Porras implicaba el más grave de los peligros, el de que, sin la protección de Bogotá, el istmo caería en “las garras del imperio de los Estados Unidos de América” .(El Constitucional, 18 de julio de 1903).
“Defendí integridad patria en debates de prensa canal e ignoro si combinaciones que han producido separación del istmo comprenden cesión territorio yanquis… Firmado. Porras”, escribía en otro telegrama fechado en El Salvador, el 9 de noviembre.
Este era su respuesta a la Junta Provisional de Gobierno, formada por Tomás Arias, José Agustín Arango y Federico Boyd, y al ministro de Relaciones Exteriores FV de la Espriella, quienes, el día anterior le habían solicitado se encargase de servir como agente confidencial de la nueva República ante los gobiernos de Guatemala, El Salvador, Honduras y Nicaragua con el fin de ganar el reconocimiento y “entablar relaciones de amistad”.
“Vivamente agradezco confianza, pero bien meditado, no puedo aceptar nombramiento”, añadía Porras en el telegrama ya mencionado.
“Mientras ignore bases emancipación y carezca de seguridad de no intervención yanqui mantengo conceptos cablegrama Junta Gobierno. Porras”, reiteraba a su amigo Carlos A. Mendoza en los días posteriores.
Pero en el istmo, los más encumbrados hombres persistían en su empeño de abrir espacio a Porras en la construcción de la nueva república, una actitud con la que demostraban la alta estima en que se le tenía.
El 14 de diciembre, Mendoza le escribe otra vez: “Estás candidato Convención. Dime si como todos sus amigos aceptas hechos cumplidos sin reservas”.
Pero aun persistía su negativa. “Mi voz sería nota extraña y perturbadora, mi papel ridículo y mi deber más imponderables de lo que es hoy”, contestaba, alegando que era un “disidente” y que su presencia sería una a “traición a sí mismo”.
Porras esgrimía como argumento su temor al imperialismo yanqui y el no conocer los términos de la separación, pero en el libro autobiográfico Trozos de Vida (Colección de la Biblioteca Nacional, 2019) ofrece algunas pistas que podrían permitirnos entender su apego a Colombia. Y es que a pesar de haber nacido y vivido sus primeros años en Las Tablas, descendiente de los fundadores del pueblo, por el que sentía el más profundo apego, Porras creció y se hizo hombre con el convencimiento de ser también colombiano.
A ello contribuyó el hecho de ser hijo natural del cartagenero Demetrio Porras Cavero, uno de los muchos inmigrantes que llegaron a Panamá buscando oportunidades durante la construcción del ferrocarril a mediados del siglo XIX. Muy bien relacionado en los ambientes políticos, Porras Cavero empezó como abogado independiente y terminó como gobernador de la provincia de Azuero antes de instalarse definitivamente en Bogotá.
Allá lo siguió el joven Belisario a los 14 años, para realizar estudios superiores en la Universidad Nacional. De sus experiencias en la capital colombiana, narradas en el mencionado libro, se entiende la profunda vinculación emocional que tenía hacia la nación colombiana y su gente.
En Bogotá, entonces capital de la principal potencia suramericana, Belisario Porras encontró un mundo nuevo, de enorme riqueza intelectual, inexistente en el Istmo. Tanto sus profesores de la escuela de Derecho como los ilustrados amigos de su padre le abrieron la puerta a la cultura clásica y a las ideas.
En Colombia fue testigo de continuas revoluciones, y profundamente adherido a las ideales liberales, cambió su uniforme de estudiante por el de la milicia, “marchando por las calles de Bogotá, rifle al hombro y en alto la bandera, bajo cuyos pliegues íbamos anhelantes de ganar gloria y laureles para nuestras frentes juveniles y ofrendarlos luego ante el pedestal sagrado de la patria” (Trozos de Vida).
Tras graduarse con el título de Doctor en Jurisprudencia fue nombrado cónsul en Bruselas, Bélgica, por el presidente Francisco Javier Martínez de Zaldúa (abril a diciembre de 1811), como una ayuda para darle oportunidad de perfeccionara sus estudios, una distinción que no pudo “olvidar nunca” (Trozos de Vida).
En Europa tuvo como padre sustituto a Gil Colunje, amigo de su progenitor, con quien dice, conversó en muchas ocasiones sobre la necesidad de que se le diera a la Compañía Universal del Canal Interoceánico cuantas largas quisiera. Como los grandes intelectuales colombianos, ambos creían que debía ser “el genio francés el que culminara la obra del Canal y la cultura francesa la que influyera el país”.
Su regreso a Panamá en el año 1900, coincidió con la Guerra de los Mil Días, una guerra en la que se involucró profundamente, y que le obligó a irse al exilio, tras el triunfo conservador.
Volvió en 1904 y al año siguiente se lanzó como candidato al Concejo Municipal. Pero después de contados los votos y ser anunciado su triunfo por la Junta de Escrutinio, un ciudadano llamado José Bustamante presentó una demanda de nulidad contra él, alegando que su comportamiento en 1903 le restaba derecho a participar en un cargo público.
La Junta aceptó la demanda y el Jurado Municipal de Elecciones anuló los votos a favor de Porras. La decisión fue objetada y llevada a los tribunales, llegando en última instancia a la Corte Suprema de Justicia, donde sería vista por los jueces Francisco de Fábrega, José B. Villarreal, Juan Lombardi, Fernando Guardia y Rafael Benítez, todos del Partido Constitucionalista, opuesto al liberal.
El caso suscitó los más acalorados debates en la opinión pública, llegando incluso a ser comentado en los periódicos de Estados Unidos, Colombia y Centroamérica. Finalmente, el 15 de noviembre, la Corte emitió su resolución que fue publicada en la Gaceta Oficial No. 209 de diciembre de 1905.
“En su derecho a administrar justicia en nombre de la República de Panamá y por autoridad de la ley, la Corte decide que el doctor Belisario Porras ha perdido el derecho a ser ciudadano panameño, en base al párrafo 3 del artículo 7 de la Constitución.
Fue una decisión polémica, altamente política, lo que reconoció incluso la conservadora La Estrella de Panamá, que lo acusaba de ser una persona problemática, cuya sola aparición iba siempre seguida de desórdenes (18 de noviembre de 1905).
“Muchas familias panameñas todavía lloran por los eventos que ocurrieron en el pie del puente de Calidonia. Muchos hijos nobles de esta tierra cayeron defendiendo la causa y después de cuatro o cinco días de lucha incesante, cuando llegaron refuerzos para la facción conservadora que defendía la ciudad, las fuerzas liberales, como climax de una brillante campaña a través de interior del país, se rindieron ignominiosamente”.
“Para el actual gobierno y para un amplio número de partes él es decididamente persona non grata, picadillo listo para comerse”.
Negada su ciudanía y saboteado por los poderes de la Corte, que ponían trabas a sus intentos de ejercer como abogado, Porras se trasladó a su finca El Pausilipo, en Los Santos, para dedicarse a la agricultura y a la cría de animales. Allí mantuvo una conducta encomiable, según algunas versiones de periódicos, aun los que habían alegado furiosamente a favor del despojo de la ciudadanía.
No pasaron dos años antes de que la Asamblea Nacional fuera a parar a manos de los Liberales, quienes le tendieran la mano. (Notar que, de acuerdo con el artículo 6 de la Constitución, correspondía a este cuerpo rehabilitar sus derechos de ciudadano).
En 1906, el honorable doctor Pablo Arosemena presentó la solicitud ante la Asamblea, la que fue acogida con entusiasmo y aplauso por la galería y aprobada por voto unánime.
En 1907, el presidente Amador Guerrero, quien no intervino en el caso en su contra, designó a Porras como delegado a la Conferencia Internacional de la Paz, que se celebraría en La Haya. En abril se le volvió a nombrar delegado de la República de Panamá en la Conferencia de Jurisconsultos de Río de Janeiro. Así continuaría, imparable, su carrera política hasta la Presidencia.