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- 01/10/2024 00:00
- 30/09/2024 16:29
Este 26 de septiembre, en mi condición de autor y compilador, tuve el honor de presentar en la Academia Panameña de la Lengua el libro Álvaro Menéndez Franco, el Poeta Notable – Antología Selecta.
Las autoridades de la noble institución querían hacer, como dijo la doctora Margarita Vásquez, su directora sustituta, una presentación solemne de la obra y, además, rendir tributo al gran historiador y hombre de letras, con la entrega del certificado que lo designa, de manera póstuma, en calidad de Académico Honorario.
Fue una noche muy bella en realidad, y muy apropiada para que la familia del gran bardo disfrutara de uno de los mayores reconocimientos que el poeta, en un rito prolongado de silencio, siempre esperó. “Mi padre decía que, si llegara a ser miembro de la academia Panameña de la Lengua, era como si le otorgaran el Nobel”, comentó emocionado su hijo Álvaro Krasni.
A eso habría que agregar su confesión final a escasas horas de su viaje final, cuando le anuncié la inminente impresión del libro: “Esa es mi llegada al paraíso”.
Esta noche no estaba en cuerpo presente, pero sí estaba. Recorrimos su vida y obra, leímos algunos de sus poemas y recordamos sus cuentos y ensayos.
En primera fila estaba Elisa, su eterna y valiosa compañera de vida. Al iniciar mi intervención le dije que como los poetas no mueren, le iba a leer un poema dedicado a ella, compañera y esposa: Si el amor que me das samaritana/ no tuviera la fuerza de cadena / y si la fuerza de cadena no viera poder / de aposentarse en el verde de tus ojos / donde sacio mi angustia y esperanza... Entonces: sin tus ojos, sin tu verde, sin tu agua / sin tu amor, sin mi esperanza, hecho sólo pellejo desierto de agonías / me iría por las noches hasta los elementos / como una gota más / ¡Te lo confieso!
La doctora Margarita Vásquez recordó los años mozos, cuando Menéndez Franco asistía al Conservatorio de Música, al frente del cual figuraban la gran dama del arte, el teatro y las letras, Anita Villalaz, y el maestro Rogelio Sinán, siendo la doctora Vásquez, también de corta edad y vecina del lugar. En ese momento no podía imaginar, siquiera, que aquel mozalbete que pasaba cerca de su casa rumbo al conservatorio, se iba a constituir en uno de los personajes más respetables del siglo XX y lo corrido del XXI como símbolo de la identidad cultural panameña. Ya entonces, a Menéndez Franco lo señalaban con saña y estigma de rojo. Un periódico tituló: “Infiltración roja en el Conservatorio”, y se referían a Menéndez Franco como comunista. Esos tiempos fueron difíciles para el joven activista estudiantil. Para bajarle la temperatura a la estigmatización, el maestro Sinán se llevó al poeta a su casa y allá le daba clases. Igualmente tuvo la oportunidad de presentarle al escritor Miguel Ángel Asturias, quien había venido a Panamá y alojado en casa del escritor panameño. También le habló al joven de Neruda, pero este sorprendió al maestro recitándole sin titubear “Farewell y los sollozos”. Sinán se iría por esos días a México como secretario de la Embajada de Panamá en dicho país, y hasta allí llegaron las clases.
Largo sería contar la seguidilla de arrestos, maltratos y torturas sicológicas propiciadas al poeta por parte de miembros de la Policía Nacional de entonces. La personalidad multifacética lo llevó temprano a vincularse a la actividad de prensa, como asistente de imprenta, luego corrector y redactor, y de manera subsiguiente director de magazines literarios y tabloides políticos en donde publicaba ensayos y hacia alarde de sus convicciones ideológicas, en todo caso con gran acento en la defensa de la nacionalidad panameña.
Se inspiró en el poeta León Antonio Soto, joven aeda y furibundo promotor de la separación de Panamá de Colombia. Por esa misma razón, debido a una golpiza de unos policías, murió tempranamente en el año de 1902. Pero Menéndez Franco lo reivindicó, y cuando se hizo concejal a partir de 1960, y ya siéndolo, en 1963, instauró el Premio de Poesía León A. Soto.
También fue redactor y organizador de los archivos de la Asamblea Nacional, pues fue llamado por Carlos Calzadilla para que apoyara las memorias de esa institución, sobre todo, en pleno desarrollo del poder popular ejercido a través de los 505 representantes de corregimiento que fungían como legisladores nacionales. Fue miembro del Parlamento Centroamericano, Parlacen, y como tal, presidió la Comisión de Cultura, promovió concursos, se preocupó por difundir la grandeza de los héroes centroamericanos de la patria, y estrechó lazos de amistad y fraternidad imborrables con los pueblos de este subcontinente.
Por estos días, un gran investigador de la historia y los procesos sociales de Panamá y América Latina, al ver el libro, me dijo sorprendido que conocía a Álvaro Menéndez Franco, y a pesar de sus diferencias en lo político, siempre lo consideró un gran narrador de la historia. “No sabía que era poeta”, me susurró sinceramente con aire de inocencia. Tal vez le halle la razón a su ignorancia o desconocimiento de este matiz de nuestro Académico Honorario. La poderosa oralidad en temas históricos y sus diversas facetas fueron fijando en la mente de algunos panameños la idea de que era el historiador que nos embelesaba con la precisión inteligente y aguda de sus relatos. Y se fueron opacando sus trabajos, tanto de poesía como sus cuentos y ensayos, amén de que, por fuerza de las tragedias, y luego de las comedias de la vida, su obra literaria se fue dispersando, ensombreciendo y casi extraviándose en la oscuridad del tiempo.
Creo, sin vanidades, que la misión cumplida de esta obra es rescatar su inmensidad de bardo y cuentista principalmente, además de los apuntes biográficos que allí quedaron consignados.
El docto secretario de la Academia, Rodolfo de Gracia, en memorable lectura de ensayo, destacó en el recinto de la Academia los significados de la palabra escrita del Poeta Notable, y subrayó su valor como aporte a la cultura nacional. Dijo del libro que era en sí mismo un aporte a la memoria histórica y cultural de Panamá, y señaló que Álvaro Menéndez Franco, es uno de los grandes valores de esta patria nuestra.
De modo que, por donde se quiera, el Poeta Notable, sí estuvo allí. Y recibió sus deseos. El libro y el reconocimiento inmenso y perpetuo de Académico Honorario por parte de la Academia Panameña de la Lengua.