‘El niño y la garza’, la historia emotiva
y cautivante de Miyazaki

  • 04/01/2024 00:00
Como parte de su legado en Studio Ghibli, el director Hayao Miyazaki vuelca su propia historia de vida en el que podría ser uno de sus últimos proyectos en el estudio de animación japonés. Seguimos a Mahito, un niño de 12 años que encuentra la aventura en busca de su madre

Las obras de Hayao Miyazaki son conocidas alrededor del mundo, y cualquiera que se haga llamar fanático de Studio Ghibli conoce de su aporte al legado de esta casa de la animación japonesa. Por ello, la llegada a las salas de cine de El niño y la garza ha sido un llamado para los fanáticos del legado de Miyazaki en la animación.

Esta no es la primera vez que Miyazaki hace algún anuncio de su retiro de Studio Ghibli. En 1997, con el estreno de La princesa Mononoke, el director –ahora de 82 años– había comunicado que sería su retiro; luego, en 2001, con la llegada de El viaje de Chihiro, la película comenzó con una nota del director volviendo a comunicar su retiro, y en 2013 sucedió nuevamente, con el estreno de Se levanta el viento. Por lo que, para muchos, el retiro del afamado director aún no está escrito en piedra.

Ahora, una década después de su último anuncio, El niño y la garza se alza como un éxito sorprendente. Con un estreno de más de $12 millones en Estados Unidos y Canadá, se ha convertido en el primer título de anime original en encabezar la taquilla norteamericana y el que le valió a Miyazaki su primera nominación al Globo de Oro, premios que se llevarán a cabo el 7 de enero de 2024.

El niño en medio de la guerra

Ambientada en Japón durante la Segunda Guerra Mundial, el joven Mahito de 12 años se muda a una comunidad rural junto a su padre tras la muerte de su madre, para enfrentar su nueva vida y conocer a su madrastra, Natsuko. En la casona rural, Mahito conoce a una intrigante garza gris que lo guía hacia una torre mágica, donde Mahito se adentra en una aventura inesperada.

Desde el comienzo, Miyazaki nos deja saber que no será un viaje tranquilo ni una historia completamente dulce, sino que habrá un sabor agridulce y un camino con obstáculos, pero lo importante es seguir hasta el final. Entre tragedias, Mahito pierde a su madre a edad temprana, lo que da pie a su viaje de introspección y de encuentro con la muerte misma, en medio de un mundo muy diferente al suyo (o el nuestro).

Aunque su nueva casa en el bosque da la sensación aislada de un castillo de cuento de hadas, Natsuko está lejos de ser una madrastra malvada: busca una conexión con su nuevo hijo y está ansiosa por hacerlo sentir como un hermano mayor del bebé que lleva en su vientre. Pero en su periodo de adaptación, Mahito considera su presencia como una imposición y se encuentra cada vez más añorando a su madre.

Para los más pequeños de la casa, la cinta podrá ser una distracción sutil dada la dinámica animación, vívidos colores y movimientos de cámara que ayudan a mantener la atención en cada escena que transcurre en pantalla, sin embargo, no podemos afirmar que el trabajo de Miyazaki sea enteramente pensado para niños, puesto que su mensaje va más allá de lo subliminal, cayendo en una pregunta filosófica tras otra.

Entre los chicos de su edad no existe armonía o comprensión –como suele suceder con un nuevo integrante en la clase—, por lo que Mahito se envuelve aún más en el aislamiento dentro de la mansión con jardines extensos y un estanque que esconde criaturas inesperadas. Con un padre amoroso, pero ausente, Mahito se ve en la necesidad de enfrentar su soledad leyendo y redireccionando su frustración contra una garza gris que, por momentos, pareciera estar siguiéndolo con voluntad propia más que por instinto.

Una característica especial de Miyazaki es la creación de personajes entrañables y visualmente místicos al mismo tiempo. Desde la garza, hasta aquellas criaturas que viven en el mundo entrelazado con la realidad de Mahito y la imaginación de Miyazaki, los escenarios y las historias que se entrelazan en la larga y onírica sección central de la película se desarrollan a veces como alegorías políticas y otras como acertijos psicológicos.

La historia toma como guía la novela de Genzaburo Yoshino, ¿Cómo vives? (1937), publicada cuatro años antes de que Japón entrara en la Segunda Guerra Mundial. El libro sigue a un adolescente mientras navega por las grandes preguntas sobre cómo vivir su vida a través de interacciones con sus amigos, amas de casa y familiares, particularmente un tío que actúa como figura líder.

En su interpretación, Miyazaki toma algunos conceptos de esta –incluso, el título en japonés es el mismo que el de la novela–, pero añade su propio giro haciendo de su película una historia semiautobiográfica, pintando sobre sus propias cicatrices emocionales un mapa de mundos donde los pájaros pueden sobrellevar civilizaciones estructuradas y piedras mágicas sintientes deciden el balance entre el bien y el mal.

Miyazaki también atravesaba la preadolescencia durante la Segunda Guerra Mundial, vivió en Tokio y parte de sus vivencias lo empujaron a volcar sus dolores, esperanzas y fuerzas en el arte, en medio de un tiempo en el que todo parecía perdido. Asimismo, en medio de la debilidad y la desesperanza, Mahito se vuelca en la perseverancia y una meta fija: encontrar a su madre y salvar a Natsuko.

Muchos son los momentos en los que Miyazaki nos deja con preguntas sin respuestas a medida que avanza el relato, incluso puede considerarse que hay lagunas en la narrativa, puesto que seguimos una flecha que al final continúa moviéndose pese a que los créditos comienzan a aparecer con un fondo negro. Pero esto aúna a las intenciones de Miyazaki, quien nos deja con un plato de posibilidades de las cuales escoger para el momento en el que Mahito hace su saludo final.

La muerte y la vida convergen como temas principales en la narrativa de la cinta, guiando a Mahito a través de su proceso de duelo, hasta llegar al otro lado donde un nuevo comienzo le espera, habiendo superado un camino de “héroe” y sin saber qué depara el futuro. Miyazaki nos inunda con simbolismos que pueden ser interpretados de diferentes maneras por las audiencias, con líneas y curvas que tratan de captar la atención a cada momento sin perder la profundidad ni el humor que es necesario entre escenas.

Con la musicalización de Joe Hisaishi –quien ha trabajado como compositor para varias películas de Miyazaki–, se convierte en una experiencia de preguntas y respuestas, porque el director nos pregunta: Si este fueras tú, ¿cómo vivirías?; y es nuestra responsabilidad respondernos a nosotros mismos una vez fuera de la sala de cine y de la comodidad de la penumbra y un asiento asignado.

En un acto conmovedor de reflexión, Miyazaki logra poner su vida en la pantalla, a la vez que nos cuenta sobre cómo encontrar tanto el coraje para aceptar las circunstancias a menudo insoportables en las que nos coloca la vida, como la libertad interna para imaginar otras circunstancias y otras vidas posibles.

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