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- 08/04/2025 00:00
Jayro Bustamante (Ciudad de Guatemala, 7 de mayo de 1977) regresa a la pantalla grande con Rita, en el ámbito del Festival Internacional de Cine de Panamá (IFF), en donde la cinta fue una de las estrenadas el pasado 4 de abril. Su historia parte de un hecho real profundamente doloroso en Guatemala y que se convierte, a través de la ficción y el realismo mágico, en una poderosa herramienta de reflexión sobre la niñez, la violencia institucional y la resiliencia femenina.
La cinta nos muestra a Rita, una niña de 13 años que escapa de su hogar abusivo solo para encontrarse en un refugio gestionado por el Estado guatemalteco. Ahí encontrará otros rostros de violencia y poder infundado, y comenzará un plan junto con otras niñas para escapar y encontrar su propio futuro; sin embargo, la maldad fluye en aquel lugar y su plan se enfrenta a retos que podrían superarla.
Bustamante conversó con ‘La Decana’ sobre su inspiración para la cinta, que recurre a hechos reales de las últimas décadas en el país centroamericano, la magia y lo fantástico de la creatividad e imaginación infantil, y el sentimiento de superación e independencia que muchas niñas generan en sí mismas al momento de rescatar su propia libertad.
Todo comenzó con un hecho trágico que marcó profundamente a Guatemala: el incendio en el Hogar Seguro Virgen de la Asunción, donde murieron 47 niñas encerradas en una habitación. Este hogar no era un orfanato, sino un lugar donde el Estado debía proteger a niñas en situación de vulnerabilidad. Sin embargo, la tragedia reveló no solo una falla institucional, sino una narrativa social profundamente injusta. Se llegó a justificar lo ocurrido con argumentos como “no eran tan santitas”, trasladando la culpa a las víctimas.
Desde el arte se habló mucho del tema, pero desde la política y el movimiento social no se llegó a ninguna solución real. Abordar esta historia desde el cine era un gran reto, porque implica tratar con el dolor profundo de la infancia, y con la responsabilidad de los adultos. Quería hacerlo desde un lugar que no revictimizara, que no explotara el dolor, sino que diera espacio a la dignidad.
La idea surgió cuando empezamos a investigar con Brittany DeVries, una productora estadounidense radicada en Panamá, quien adoptó a dos niñas provenientes de contextos similares. Empezamos con Guatemala, pero nos extendimos hacia Panamá y otros países de Centroamérica. Los problemas sociales eran similares, pero había algo que todas estas niñas compartían: la capacidad de crear mundos fantásticos para resistir la realidad.
Ahí fue cuando entendimos desde dónde debíamos contar la historia. Si la sociedad insiste en negarles su condición de niñas, si las llama delincuentes, decidimos convertirlas en seres fantásticos. En Rita ellas ya no son “niñas malas”, sino criaturas extraordinarias que el mundo ha perdido.
Rita es la patrona de las causas imposibles. Me parecía un símbolo perfecto. La película muestra a una niña que confronta un sistema profundamente violento, con múltiples capas de opresión: es mujer, es menor de edad, y la figura que debería protegerla —su padre— es también quien más la vulnera.
Lo admirable de Rita es que, a pesar de todas estas barreras, no deja de intentarlo. No se rinde. Esa fuerza es la que vimos en todas las niñas que entrevistamos: aunque han sido amenazadas, ignoradas o silenciadas, siguen hablando. Y eso las convierte en incómodas para el sistema, porque decir la verdad es un acto de resistencia.
¿Pensaste en abordar también el tema desde la perspectiva de los niños?
No lo tengo contemplado como un proyecto inmediato, aunque me interesa. A lo largo de mi carrera me he enfocado más en la fuerza femenina porque creo que vivimos en un sistema que ha ignorado, y sigue ignorando, al 54 % de su población: las mujeres. Estamos desperdiciando esa potencia.
Pero, también creo que, ahora que el discurso feminista está siendo aceptado, es necesario abrir el espacio para explorar las emociones y traumas de los hombres. En nuestras investigaciones notamos que los niños, por mandato de la masculinidad tradicional, hablan menos sobre sus abusos. Mientras que las niñas, cuando rompen el silencio, se empoderan. No se colocan como víctimas, sino como heroínas.
Siempre he trabajado con el realismo mágico, aunque a veces de forma más evidente que en otras películas. Creo que en nuestra región el realismo mágico no es un recurso literario, es una forma de vida. Nuestra espiritualidad, nuestras creencias, incluso nuestra manera de buscar justicia —a falta de una justicia estatal efectiva— nos lleva a imaginar otras realidades.
En países donde la justicia funciona, la gente no necesita apelar a lo místico. Pero en nuestras sociedades, donde los sistemas fallan una y otra vez, necesitamos buscar esperanza en otro plano. En Rita eso se manifiesta en la creación de un universo fantástico como mecanismo de resistencia y de afirmación.
No suelo disfrutar los rodajes; suelen ser etapas muy estresantes. Pero la preparación fue muy especial. Trabajamos con 350 niñas y muchas de ellas llegaron con el objetivo personal de convertirse en actrices. A medida que avanzábamos, ese objetivo individual se transformó en una conciencia colectiva: darles voz a quienes no la tienen, hablar de la niñez desde una perspectiva más amplia.
Eso fue lo más valioso para mí. Ver cómo las niñas se apropiaban del proyecto, cómo comprendían la dimensión de lo que estábamos haciendo. Esa energía fue muy poderosa.
Definitivamente, trabajar con menores de edad a gran escala implicó una logística muy compleja. Mi equipo de producción realmente se lució, pero fue un gran desafío. Además, filmamos en Argentina justo al final de la pandemia. Aún no se entendían bien los límites sanitarios y eso encareció y ralentizó todo el proceso. Fue una etapa muy complicada.
Más que dar respuestas, quiero plantear preguntas. Creo profundamente en la idea de que una película se escribe cuatro veces: cuando se escribe el guion, cuando se filma, cuando se edita y, finalmente, cuando el espectador la ve. Esa cuarta escritura es la más importante.
Por eso no entregamos una narrativa lineal ni cerrada. Queremos que el espectador complete los vacíos con su propia experiencia, que se cuestione, que dialogue con lo que ve. Ojalá que esta película invite a reflexionar sobre esa frase tan repetida de “los jóvenes son el futuro”, y que podamos, por fin, entender que los jóvenes son el presente. Hay que actuar ahora.