Anastasio Aquino, rey de los Nonualcos

Actualizado
  • 25/05/2024 00:00
Creado
  • 24/05/2024 19:28

Olvidamos al dios

bajo la corona de espinas.

Olvidamos que nunca más un dios volverá a confiar en el mundo.

Paul Muldoon

Sí, podríamos comprender que no

naciste para cortar los árboles,

Tampoco para recoger la leña en

Santiago Nonualco ni para recordar

el sabor

(de la ceniza;

Eras como un páramo que se

extiende ante las galernas,

ante las plantas carnívoras

que preguntan una y otra vez por

el juego de pelota de los indígenas mesoamericanos,

Aquellos que conformaban

equipos rivales y que se

disputaban el balón

Para traspasar la circunferencia

en la esquizofrenia de la muerte.

Si te preguntaran, elegirías morir

sobre los campos,

Intangible a las sogas y a las armas,

Mutarías en rosas y en rosales;

(Campesino desoído, río desoído).

Así te dejaron

Sin tierra

Y la tierra

Ya no era nuestra

Y preguntaste a los torogoces:

«¿A dónde vuelan ustedes

Si ya no los vemos

Por nuestros caminos

Cubiertos de pedernales?

¿A dónde van sus colas

Y su aleteo con el cielo

De una despedida,

El amarillo que es fácil de recordar

por las heredades del sol

Y el negro

Que hay en los ojos de las

muchacha

Que nunca envejecerán

Como el rocío

Que hay entre las lenguas del zacate

Y en las hojas del loroco?»

Nada como portar una corona

de espinas. Nada como una corona de dolor

Aunque sea de oro,

Una corona de San José

de la Iglesia del Pilar

Para no olvidar que podemos

liderar un levantamiento sacro,

Que también hay un reino en la pobreza,

En la aurora y las raíces.

Yo también puedo ser el monarca

Con la tiara del carpintero y

combatir el tiempo de las farsas.

Las matas de frijoles cubren los campos

Y no hay antecedentes de dinastías ni de sagradas familias.

Mi casa es el pecho de mi pueblo,

sucio y desarrapado.

Soy el enemigo

de los terratenientes y mayorales.

En la milpa escarbo,

En la milpa dibujo las numerologías

de la fertilidad

Y el agua de la lluvia

Me devuelve una carta

Y soy Anastasio Aquino sin parcela;

Aquí con mis tropas

Y mis hombres

Terciando a los caballos, en las hogueras, en los madroños

y bejucos.

Del cuello de mi alazán cuelgan las

guirnaldas de los muertos;

Esas campánulas de mi país

Golpeado

Por las guerras y las entreguerras,

Donde toda la violencia trasciende a las saudades.

Nadie querrá repetir mi nombre,

Rey y Señor de los Nonualcos.

Esta es mi historia y la historia

de El Salvador con mi cabeza

despedida.

¿Dónde quedó entonces la corona de San José?

¿Dónde quedó entonces la corona del Rey y Señor de los Nonualcos?

El autor
Javier Alvarado - Santiago de Veraguas, 1982. Creció en Ocú, provincia de Herrera
Es licenciado en lengua y literatura españolas por la Universidad de Panamá. Máster de bellas artes en teatro. Ha sido ganador de premios nacionales e internacionales de poesía como el Ricardo Miró, Rubén Darío de Nicaragua, Nicolás Guillén, Centroamericano Rogelio Sinán, mención Casa de las Américas de Cuba, mención premio Mundial de Poesía Mística Fernando Rielo, Medardo Ángel Silva de Ecuador, Hispanoamericano de San Salvador, premio Rey David de Poesía Bíblica Iberoamericana y el segundo premio Antonio Machado de los Ferrocarriles Españoles, premio Municipal de Poesía León A. Soto en el Bicentenario 2021. Recientemente obtuvo el premio Internacional de Poesía Sor Juana Inés de la Cruz 2022 concedido en México. En 2023 recibió el premio Dámaso Alonso por su obra poética y fue finalista del premio Internacional de Poesía José Santos Chocano en Perú. Cuenta con 20 poemarios y tres antologías. [4:55 p.m., 22/5/2024] Javier Alvarado, poeta: Es miembro correspondiente de la Academia Hondureña y Panameña de la Lengua.
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