Huecos, baches o alcantarillas sin tapa ponen en riesgo a los conductores que transitan por las deterioradas carreteras de Panamá, bajo lupa con una nueva...

- 22/07/2025 00:00
Annie Canavaggio es una directora panameña cuya trayectoria en el cine documental ha sido reconocida tanto a nivel local como internacional. Su primer largometraje, Liza... como ella (2004), obtuvo el Premio del Público en el Parnu Film Festival. Antes de dedicarse al cine y formarse en Londres, cursó estudios en Ingeniería y Administración de Empresas.
En su filmografía destacan Offside (2006), seleccionada en el Latin American Film Festival de Londres en 2007; Rompiendo la ola (2014) y En busca del indio conejo (2018).
En 2016, su documental Hijo de tigre y mula -la cinta que relata cómo Panamá logró adueñarse de su canal- fue el ganador del Concurso Nacional del Fondo de Cine en la categoría de documental, organizado por la Dirección General de Cine (Dicine) del Ministerio de Cultura. La obra tuvo su estreno internacional en el Festival de Sheffield y formó parte de la selección oficial del Festival de Cine de Costa Rica. Próximamente, participará en dos festivales europeos y tres más en América Latina.
En una entrevista con La Estrella de Panamá, Canavaggio compartió la filosofía detrás de su lente filmográfico, pues las historias “son lo que son, no lo que uno quiere que sean”, expresó.
Las historias que me mueven como cineasta son las que tienen que ver con la psique humana, con la psicología... historias que exploran conflictos emocionales internos.
Me gustan, en general, las historias donde hay algún tipo de lucha por alcanzar un objetivo que se ve claramente. Suelo buscar personajes con valores, personas que compartan principios similares a los míos. También me atraen esas historias que tal vez ya han sido contadas antes, pero que puedo narrar desde otro punto de vista. Me gusta cuando una historia logra tocarnos el alma, que nos haga sentir algo real como seres humanos.
No, no siento que trabajo desde cero. Yo diría que ya parto con una idea, y a partir de esa idea voy construyendo capas. A medida que avanzo en la historia, voy descubriendo cosas nuevas. Para mí es muy importante empezar a contarla y, en el camino, ir encontrando matices: cosas que vienen del personaje, del entorno, del antagonista... ¿cuáles son esos matices?
Y si alguno de esos caminos me interesa, si quiero irme por ahí, empiezo a seguir ese hilo, a ver hacia dónde me lleva. Me parece clave no perder la sensibilidad, no perder lo profundo del personaje e ir a lo más íntimo.
Y siempre me pregunto: ¿cómo hago para profundizarlo? ¿Desde lo visual, desde lo sonoro, o desde el enfoque que mejor sirva para contar esa historia?
Cuando empiezo a construir una película, me imagino momentos. Momentos que me van a tocar a mí y que también van a llegarle al espectador a nivel emocional. Por ahí arranco. Y después me pregunto: ¿cómo voy a contar esta historia?, ¿cómo hago para que llegue mejor? ¿Será a través de lo visual o de lo auditivo?
Me gusta mucho trabajar con el audio. Creo que el sonido tiene una fuerza enorme, puede llegar muy profundo. Y algo que siempre procuro es que el audio no compita con lo visual. Casi siempre trato de que se complementen, pero sin que estén dando demasiada información al mismo tiempo. Eso me parece clave para lograr una especie de pureza psicológica, si se puede decir así. Es la forma en que me gusta trabajar.
Creo que uno de los mayores retos que enfrentamos en el cine latinoamericano —y especialmente en el panameño— es que muchas veces queremos contar historias locales, pero nos encontramos con una tensión: sí, deben ser locales, pero también tienen que tener valores universales para poder salir al mundo. Si te vas demasiado lejos de lo local, pierdes identidad; pero si te quedas muy en lo panameño, cuesta mucho exportarla.
Pienso que esa es una de las dificultades más grandes.
Por otro lado, algo que también me interesa mucho es cómo contar una película que conecte con un público variado, que no se quede solo en un público más selecto, por así decirlo, sino que llegue a más gente, a una audiencia amplia. Pero hacerlo sin caer en copiar fórmulas de las grandes productoras, porque como panameños no tenemos los mismos recursos. Tenemos un capital limitado. Por ejemplo, aunque el Fondo de Cine da hasta 500.000 dólares para una ficción, las grandes producciones que llegan a los Óscar o a circuitos internacionales suelen costar más de 2 millones.
Entonces, necesariamente se necesita combinar un fondo local con apoyo internacional. Pero, claro, el fondo internacional busca historias exportables. Quieren ver algo que sea panameño, latinoamericano, sí... pero que también tenga valores universales, que pueda viajar, que se entienda y conecte más allá de nuestras fronteras.
Creo que mi identidad y mis experiencias personales se reflejan automáticamente en las películas. Definitivamente. Aunque uno no lo quiera, siempre van a estar ahí, de forma consciente o inconsciente. De manera más consciente, por ejemplo, siempre están las historias de nuestros padres, que de una u otra forma nos moldean y terminan apareciendo en lo que hacemos.
También están las experiencias que uno mismo ha vivido. Como dicen, “hijo de tigre y mula”... uno siempre termina viendo, en ciertos personajes, a personas que ya ha conocido. Y de alguna manera uno los identifica y piensa: “Ah, esta persona me recuerda a tal, tiene estos valores, podría actuar de esta forma.” A veces, incluso, se parecen a alguien desde lo histórico o emocional, y uno empieza a buscar por dónde redondear al personaje, hacerlo más digerible para uno mismo.
Me acerco a esas referencias porque, al hacerlo, puedo conectar con experiencias propias, y desde ahí logro transmitir mejor al espectador, desde lo más profundo de mi psique.
Por ahí va la forma en la que trabajo a los personajes y cómo los voy desarrollando dentro de la historia.
Es importante construir historias para las nuevas generaciones, historias con las que puedan identificarse, que hablen de lo que viven en su día a día. Creo que al combinar relatos que te tocan a ti como ser humano, pero que también pueden conectar con personas fuera de tu entorno inmediato, se logran historias más genuinas.
Y cuando digo “fuera de tu entorno”, no me refiero solo a tu círculo cercano, sino también a salir de Panamá. Hay que pensar en un entorno más amplio, más global.
Otro consejo que daría es ver muchas películas. Ver lo que ya se ha hecho, especialmente las que han logrado cruzar fronteras. A mí me gusta la idea de hacer cine que mucha gente pueda ver, pero que no repita las fórmulas de siempre. No me interesa contar historias populistas, esas que solo buscan complacer.
Me atraen las historias que profundizan, que incomodan, que te hacen cuestionarte, que te confrontan con tus valores y con lo que está pasando en el mundo. Relatos que te puedan tocar estés en Suecia, en Cafarnaúm, en Rusia o en Panamá. Por eso creo que es tan importante que los jóvenes cuenten historias desde donde están, pero con una visión abierta al mundo.