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- 23/03/2011 01:00
El arte neoclásico surge a mediados del siglo XVIII, como contraposición del rococó, lo que significa un retorno al pasado griego y romano. Simultáneamente surge el romanticismo, que es la expresión de la subjetividad. Luego se consolidó en el siglo XIX. Su esencia era la moderación, de modo que incorporaba elementos de otros aspectos del neoclasicismo, pero los aplicaba de forma discretamente purista. Este estilo es precursor de las formas neoclásicas nacidas en el pasado: las líneas sencillas y claras inherentes en la arquitectura y el mobiliario de la antigüedad predominan en los interiores tranquilos y bien proporcionados, señaló la periodista Judith Miller en su libro Estilos de decoración.
Artistas ingleses, franceses y de otras nacionalidades empezaron a estudiar las ruinas de Roma y Atenas y descubrieron el papel de la historia en el estudio del diseño. El neoclasicismo fue el primer esfuerzo consciente de revivir un estilo de una forma coherente, en lugar de usar elementos de una corriente anterior como inspiración para los nuevos diseños. Los primeros intentos no resultaron ser tan clásicos como creían los diseñadores que los llevaron a cabo, pero la transición a un historicismo más puro se produjo en un periodo relativamente corto. Siendo así, que más tarde acabara imponiéndose el clasicismo.
DEL PASADO AL PRESENTE
Según, Miller las fuentes del neoclásico puro están en las formas arquitectónicas de los edificios y los muebles de las antiguas Grecia y Roma: un pie de lámpara con forma de columna jónica, por ejemplo, o una pata de mesa con la forma de un majestuoso y escultórico león.
Al mismo tiempo, las características ornamentales remiten también a otras tradiciones estilísticas derivadas de la antigüedad, como el renacimiento italiano, así como los periodos Imperio francés y Regencia inglés, que predominaron en los interiores del gran neoclásico. Ningún estilo en particular se consideraba más auténtico que el otro, sino que cada uno de ellos se apreciaba por sus rasgos comunes de pureza y simplicidad, así como por sus líneas nítidas, con un mínimo de ornamentos decorativos. Éstos son los tipos de elementos clásicos que se adaptaban a un interior decorado según las líneas limpias y simples que conforman el gusto neoclasista.
ESTILOS QUE EMBELLECEN
Los interiores que se han decorado en estilo neoclásico puro se inspiran en la antigüedad griega y romana con el fin de crear una atmósfera austera y sencilla, pero deliciosa, gracias a sus ricos y suntuosos detalles. Las ventanas carecen de cortinas con el fin de maximizar la luz. Sobre un fondo de suelos de mármol, de pino lavado o roble, y paredes de estuco trabajado rudamente o esponjadas en un color pálido, se disponen muebles y ornamentos decorativos que recuerdan deliberadamente la antigüedad clásica. En la esencia de un interior de estilo neoclásico puro predominan los principios perdurables de simetría, claridad y forma.
Las combinaciones imaginativas de objetos ayudaban a crear una atmósfera que se ajustaba tanto a los elementos del pasado como a las necesidades de la vida moderna. No sorprende que los interiores de estilo neoclásico puro seduzcan y desafíen las tradicionales ideas de decoración al ofrecer alternativas imaginativas a aquello que tradicionalmente se entiende como clásico y que, sin embargo, destaca por lo moderado, lo elegante y lo armonioso de sus resultados.