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‘La escritura es una linterna que me ayuda a pasar por el largo pasadizo del duelo y el desconsuelo’
- 09/09/2024 00:00
- 08/09/2024 19:43
Conversar con Inés Martín Rodrigo es como tener en frente a una exploradora intrépida que se pasea en el laberinto de la mente y la existencia humana. Al indagar en sus obras, obliga al lector a mirar hacía dentro, a realizar las preguntas difíciles sobre sí mismo y a enfrentar inquietudes que intentó sepultar en el olvido.
Ganadora del Premio Nadal en 2022 por su libro Las formas de querer, la autora española invita a pararse frente al espejo, “a conjugar el pretérito” a desafiar los miedos, las tristezas y las ganas de olvidar. Las formas de querer es una pausa en el tiempo, un ruego a la introspección y una meditación constante sobre el sentido y la esencia de la realidad.
Pero además de dicha obra, Martín es autora de otras historias como Azules son las horas (2016), la antología de entrevistas a escritoras, Una habitación compartida (2020) y el cuento infantil Giselle (2020). En cada una, deja alguna parte de sí, de la historia del mundo o la filosofía de la vida.
La escritora participó en la Feria Internacional del Libro que se celebró este año en Atlapa Convention Center desde el 13 hasta el 18 de agosto.
Su mirada siempre se mantiene dirigida a los ojos de su entrevistada, como si estuviese buscando algo dentro de ellos. O quizás lo hace para demostrar la completa atención que ofrece a quién esté conversando con ella. De igual manera la escritora se mantiene atenta a cada momento, mientras comparte su mundo. Aquel que la ha llevado a descubrirse, a reinventarse, a proclamar amores y responderse dudas, de todo y de nada.
Desde luego las mías son muy diversas. Para mí, una de las formas del querer más bonitas es la amistad. Inés es capaz de querer de muchas formas distintas a diferentes personas.
Cada vez que iniciamos una relación en la que el querer desempeña un papel prioritario, es fundamental la sensibilidad y la empatía.
¡Uff! Hace 18 años tenía 23 más o menos y estaba recién salida de la universidad así que no sabía nada (risas). No sabía nada del querer y pese a las circunstancias de la vida aprendí que para querer bien, había que dejarse querer y cuidarse. Puedo decir que, en estas dos últimas décadas de mi vida, aprendí sobre el verdadero amor: el que no te juzga, escucha, acompaña, cuida, entiende (..) y todo debe ser recíproco.
Creo que siempre ha estado ahí. Tuve la suerte inmensa de crecer en una casa de libros y el privilegio enorme de que mi infancia transcurriera en mitad de los cuentos y libros que sobre todo mi madre, nos descubrió a mi y a mi hermana. Ella era profesora y nos inculcó ese amor a la literatura.
Convertía los libros en ese amigo imaginario que necesitaba para llenar la soledad que viví. La literatura fue mi refugio y después creció un atrevimiento por la escritura.
La escritura sale sola. Uno aprende lo que debe mostrar y lo que no, pero en momentos, la escritura, por sí sola se encarga de eso. Mientras pasan los años, ganas seguridad y dejas a un lado el síndrome del impostor y eso te ayuda no solo a saber qué es lo que debes mostrar, sino lo que necesitas. Es casi un proceso orgánico.
Creo que todas las mujeres lo tenemos. No me gusta generalizar, pero quizás en este caso no sería tan arriesgado afirmar que a muchas mujeres no persigue dicho síndrome al ser educadas en una sociedad machista.
Al dedicarse a un oficio como la escritura, el sentirnos impostoras puede torturarnos, sobre todo en los primeros años. En mi caso, al llegar al ganarme un premio como el Nadal ayuda a dejar ese sentimiento atrás y te das cuenta de lo que ofreces y que lo vales tanto como ellos.
Fue un proceso de autoconocimiento literario. En mi vida personal nunca me he ocultado ni he fingido ser una persona que no soy. La expresión de ‘estar dentro del clóset’ no me gusta nada. Cada uno vive su identidad sexual en función de un montón de variables y experiencias distintas. Nunca me atreveré a juzgar a nadie por la manera en la que decida vivir su identidad.
Este libro nació de una manera muy natural durante una conversación con mi editora. Yo estaba interesada en publicar un artículo sobre la visibilidad lésbica y ella me impulsó a lanzar un libro. Fue un proceso del que me siento orgullosa y que solo me ha traído alegrías.
Nunca. Alguien me preguntó si disfrutaba escribir y créeme que si no lo disfrutara, no lo haría. No entiendo a los escritores que dicen que para ellos escribir es un suplicio o un sufrimiento. La escritura para mi es un gozo que va en aumento porque me permite conocerme a mí misma y relacionarme conmigo de una forma más sana.
He aprendido a usar la literatura como una herramienta para protegerme de mí misma.
Soy escritora porque siempre he sido lectora. Antes, durante y después de todo, soy lectora. Para mí es importante replicar mi voz para que las voces de aquellas quienes no fueron escuchadas lleguen a todo el mundo. Y pienso en tantas: Carmen Laforet, Carmen Martín Gaite, Ana María Matute, Idea Vilariño, Joan Didion, Margarita García Roballo.
La escritora que me gusta poner sobre el tapete es Isabel Allende porque ha hecho mucho para que las escritoras hispanas tengamos el reconocimiento que poseemos hoy día.
Escribir alivia el dolor. Sin embargo, la escritura no es un ibuprofeno y no la trato como tal. Es una herramienta que me ayuda a enfrentarme y atravesar el dolor. La escritura es una linterna que me ayuda a pasar por el largo pasadizo del duelo y el desconsuelo. Didion decía: “nos contamos historias para poder vivir” y esto ha sido así desde los inicios del mundo hasta la actualidad.
Muy bien porque un oficio enriquece al otro y conviven de una forma sana. Yo soy mejor periodista desde que soy escritora y espero ser mejor escritora gracias a mi profesión. Tengo la suerte de dedicarme sobre todo al periodismo literario lo que me permite conocer a muchos escritores con los que tengo relaciones estrechas y de los que aprendo.
De lo que nunca nos debemos desprender es de la humildad.
Rosa Montero, a quien admiro mucho, me dio un consejo cuando gané el Premio Nadal. Me dijo: “Ni se te ocurra dejar el periodismo. Nunca”. Y yo a Rosa le hago caso.
El periodismo es una fuente enriquecedora que me permite crecer día a día.