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- 26/11/2015 01:00
Para Jaime Quezada, Gabriela Mistral es una mujer de tres siglos. ‘Escribió la mayor parte de su obra durante la primera mitad del siglo XX, años difíciles para una mujer, sobre todo como ella', dice el poeta, ensayista y crítico chileno.
El mismo año que Ricardo J. Alfaro había asumido la presidencia panameña, Gabriela Mistral llegaba a la ciudad atlántica de Colón en un barco proveniente de Estados Unidos. Vivía entre Europa y América por aquellos años.
‘Nació en las últimas décadas del siglo XIX y se mantiene muy vivita y muy vigente en este siglo XXI por sus temas, por ser la voz no solo de las mujeres de un continente, sino la voz de la literatura de todo un pueblo nuevo', añade el estudioso de la vida y obra de la primera latinoamericana en ganar el Nobel de Literatura.
A las nueve de la mañana de un sábado cualquiera, Mistral pisa la capital del istmo luego de tomar el tren desde las costas caribeñas. El calendario ajustaba un 29 de agosto de 1931.
VOZ DE UN NUEVO PUEBLO
Cuatro meses después del fin de la Segunda Guerra Mundial, la Academia Sueca volteaba a ver el nacimiento de un nuevo continente, América Latina. ‘La poesía de Gabriela Mistral tiene algo de magnetismo, de magia diría yo, que de alguna manera atrae al lector', formula Quezada, explicando parte del triunfo de la autora chilena en Suecia con tan solo tres libros publicados en su carrera.
En la estación del ferrocarril la recibieron, entre otros, Octavio Méndez Pereira, el encargado de negocios de Chile, Eduardo O. Christi, y Ester Neira de Calvo, directora de la Escuela Normal de Institutoras. Esta última, quien le había extendido la invitación a la autora sudamericana.
Mistral era maestra y había dejado Chile en 1922, año en que se había publicado su primera obra Desolación , y empezaba a evidenciar en su obra poética ese peculiar apego por los sonidos de la naturaleza. ‘Incorpora la sonoridad en el sentido de hacer vivencial el olfato, el gusto, el tacto, tú sientes eso en las lecturas de un poema de Mistral', advierte el crítico.
Desde ese momento se involucraría en organismos internacionales y diplomacia. La noticia de su Nobel, por ejemplo, la recibió en Petrópolis, donde era cónsul. Y de allí su predilección por las cartas como instrumento de comunicación. ‘Consideraba que Tala (1938) era su verdadera obra porque aquí está la raíz de lo indoamericano, dice ella, señalando con eso el sentido de unidad de nuestros pueblos', revela Quezada. ‘Ella era muy bolivariana, muy sarmentiana, de Sarmiento (Rubén Darío), muy martiana, de (José) Martí'.
RECADOS
De la estación del ferrocarril, Mistral fue llevada al Hotel Central (Casco Antiguo), donde la visitaron los protagonistas de la intelectualidad local. Cenó en casa de Octavio Méndez Pereira y al día siguiente visitó al entonces presidente, Ricardo J. Alfaro.
‘El lenguaje mistraliano está marcado por las lecturas que tuvo del viejo castellano, sobre todo las obras de Teresa de Ávila', añade Quezada. Esta influencia se amalgamaría con el lenguaje de sus antepasados en el Valle de Elqui, ‘ese español viejo, folclórico, cargado de neologismos, de arcaísmos, de palabras hoy día en desuso, pero que ella las retoma y las incorpora a su propio léxico'.
Después de un recorrido por los lugares más importantes de la metrópoli y una lectura sobre el tema ‘Un nuevo autodidactismo en la Escuela Normal de Señoritas', por 50 centavos la audiencia adquiría un boleto para otra conferencia de la poetisa, maestra y autora chilena visitante.
‘Era una especie de reina Midas, todo lo que tocó, vio o sintió, lo hizo poema, lo hizo o artículo o recado, lo dejó plasmado', dice Quezada. En 1999 se publicó un libro póstumo de Mistral, que recoge los artículos que estaban en la prensa chilena y extranjera. Sentado en la Biblioteca Nacional de Chile, Jaime Quezada descubrió que Gabriela Mistral apoyaba incluso la causa sandinista. ‘Cómo esta vieja estaba empapada de ciertas realidades, de dónde viene esa iluminación en ella para referirse a tales o cuales temas tan explícita, tan directa y al mismo tiempo tan gozosa de leer?', recuerda Quezada en tono jocoso.
Antes de la partida de la poetisa chilena de Panamá, fue condecorada con la Flor del Espíritu Santo, Orquídea de Oro. En agradecimiento, Mistral incluye en su tercer libro, Tala , sección Latinoamérica, el poema ‘Tamborito panameño', dedicado a Octavio Méndez Pereira.
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‘El lenguaje mistraliano está muy marcado por las lecturas que tuvo del viejo castellano, sobre todo las obras de Teresa de Ávila'
JAIME QUEZADA
POETA CHILENO, ESTUDIOSO DE LA OBRA DE G. MISTRAL
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