Ante la compleja situación social y política que atraviesa nuestro país la Conferencia Episcopal Panameña, el Comité Ecuménico y el Comité Interreligioso,...
- 11/09/2011 02:00
AULLIDO DE LOBA
A veces, cuando te dan una buena paliza lo mejor que puedes hacer es buscar un sitio recogido y seguro, en un rincón obscuro, para lamerte las heridas. A veces es bueno reconocer que te metiste con quien no debías, que te han dado las tuyas y las del pulpo y que mejor una digna derrota que un escarnio público. Pero esa retirada renqueante no la han aprendido algunos politiquitos del patio.
La semana pasada, desde esta misma columna, instaba a todos a la cordura, les reiteraba que lo que pasaba en Panamá se veía venir, que era la crónica de una muerte anunciada y que en la ruptura de la alianza no había sorpresas sino sorprendidos, que se dejasen de tantas alharacas, que al final son todos los mismos perros con diferentes collares. La cosa ha seguido, declaraciones de unos y otros, a cada cual mas absurda. Razonamientos, si es que así se pueden llamar, de algunos que tratan de instituirse como los ‘pensantes’. Muchas estupideces dichas y, lo que es peor, escritas, en las redes sociales. Así que no puedo por menos de volver a tocar el tema de la supuesta crisis política panameña. En primer lugar, aquí no hay ninguna crisis, por lo menos no política, hay una crisis de moral, de dignidad y de honor. Cosas de las que claramente carece la mayoría de nuestros insignes representantes. Pero es que también hay una crisis de vergüenza. A veces yo me pregunto si el sentido del ridículo ha desaparecido, por inútil, en el ser humano panameño, al igual que nos desaparecerá algún día el meñique en los pies. Porque ¿de verdad no se dan cuenta de que son objeto de mofa, befa y escarnio? ¿No se percatan de que en los corrillos se ríen de ellos y no con ellos?
Pero lo peor es que el grupo político que actualmente está en la picota, en vez de reconocer su alelazón hace veintiséis meses, aupando al poder a los que todo el mundo sabía que iban a clavarle el puñal por la espalda, (‘¿Tu también , Bruto?’), en vez de callarse y rumiar su venganza, (que como todo el mundo sabe es plato que se sirve frío, como una buena ensalada de papa), salen a la palestra a clamar y a decir que, (aunque lo han callado por largo tiempo), ahora sí que lo van a decir todo.
¿Qué va a decir qué? Me pregunto yo, ¿Qué todos sí pero yo no, Dios me libre? ¿Qué yo no era como los otros? ¿Qué yo no quería pero me obligaron? ¿Qué no dije nada porque mi mamá me enseñó que los niños buenos obedecen eso de oír, ver y callar? ¿Pero tendrán cara dura y poco cerebro?
Porque si siguen clamando a los cielos, los cielos les van a terminar por contestar y les dirán ‘¿Estáis ofendidos? ¿De verdad? ¡Pero qué huevos tenéis!’ Porque vamos a ver, almas cándidas, después de dos años en el gobierno ¿qué es lo que vais a protestar ahora? Tan culpable es el que la mata como el que le tira de la pata, y tan culpables eran los que apretaban el botoncito para soltar el gas como el que manejó el tren que llevaba a los inocentes, que sabía todo y callaba cual puta (y que me perdonen las putas).
También hay otra calaña de desvergonzados. La calaña de los que se aferran a la teta a cualquier precio. La de los que se arropan con el ‘Si no lo hago yo ¿quién?’. De los que, a pesar de que los subieron por ser parte de los suyos y a pesar de que ahora a los suyos, (y en algunos casos a ellas), los han echado con cajas destempladas y carta de destitución, siguen lamiendo botas, cual perros sumisos… Bueno, de esos hablaré otro día.