El Festival de Debutantes se realizó el 5 de julio en el Club Unión de Panamá. Es organizado por las Damas Guadalupanas y se realiza cada año para recaudar...
- 17/11/2020 08:38
La fecha del 23 de noviembre de 1654 quedó para siempre sellada en el corazón de Blaise Pascal pues en ella tuvo lugar su "noche del fuego". En apenas unas líneas, sobre un pequeño trozo de papel conocido como "El Memorial" que él mismo cosió a su abrigo, el filósofo francés refleja cómo en medio de la oscuridad se desencadenó su regreso a la fe entre lágrimas de alegría por el reencuentro con el Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob. Precisamente él que a lo largo de su vida no rehusó la polémica escribe contra ciertos filósofos en su obra inconclusa "Los Pensamientos" ("Pensées", 1670) donde afirma "recogeos en vosotros mismos y hallareis vuestro bien (…), y es que estamos llenos de cosas que nos lanzan hacia afuera pues el propio instinto revela que el hombre tiene que buscar la felicidad más allá de él mismo". Bien sabe Pascal que la alteración -aunque se estime insignificante de su ritmo habitual-, la soledad o la completa ausencia de preocupaciones y de diversión, manifiestan al hombre su miseria y la vacuidad de su corazón. Una de las lecciones que ha dejado la pandemia de nuestros días es la vulnerabilidad del ser humano (como se evidencia en las expresiones de las redes sociales), que es patente en su fragilidad y su muerte mientras que el mundo del progreso técnico parece encerrar la promesa de la superación permanente de todo el mal que pueda dañar al hombre.
La enfermedad, la Peste, la guerra se juzgaban realidades de otro tiempo. De pronto, el ser humano percibe la exposición a un mundo de dolor que es capaz de tocarle profundamente y de afectarle hasta el punto de que el ideal del ser humano, su autosuficiencia se vuelve frágil y, en el encuentro consigo mismo, la reclusión no deseada hace que aflore su flaqueza.
Un regreso a “Los Pensamientos” permite descubrir que la esencia del hombre es el movimiento y que, efectivamente, entre la grandeza del ideal humano y la propia realidad, media un abismo infinito que humanamente no es franqueable. Los ‘filósofos’ –el apelativo con que Pascal se refiere a los miembros de la Escuela Estoica cuyos máximos exponentes fueron Epicuro, Séneca, Marco Aurelio que decían que para vivir la felicidad hay que vivirla ausente de dolor- han conocido la perfección del modelo del ser humano, aunque han perdido de vista sus límites, esto es, han planteado una imagen tal alta de él que su verdad, no obstante, la declara irrealizable, por lo que toda la desgracia de los hombres proviene de una sola cosa que es no saber permanecer en reposo en una habitación. Por eso, un hombre recluido se encuentra cara a cara con el tedio y, por su medio, con la desgracia natural de su condición débil y mortal. Del Pro al Contra, Pascal va oponiendo la tesis de los filósofos estoicos a la de los escépticos –de los que viven con mucho relativismo- quienes al mirar la fragilidad del hombre han renunciado perezosamente a todo el empeño por sobreponerse a sus debilidades, entonces, si es preciso negar la soberbia del estoicismo como la somnolencia del escepticismo ¿cuál es la verdad del ser humano? Aquella “noche del fuego” Pascal descubre una nueva dimensión del hombre en el encuentro con Jesucristo. Pascal afirma que el rostro más original del ser humano es su contradicción. En la persona del Hijo de Dios hecho hombre, Pascal averigua con admiración cómo son reconciliadas las contradicciones, la infinitud se desposa con la finitud y la grandeza con la pequeñez puesto que, en Él, divinidad y humanidad están unidas. Asumiendo la tradición de los Padres de la Iglesia, Pascal se acerca al misterio de un maravilloso intercambio para alcanzar la salvación de la humanidad, la liberación de sus contradicciones, el Hijo de Dios las asume en su propia carne en todo igual a nosotros menos en el pecado. El Omnipotente se adentra en una humanidad que no es intocable, se expone como el resto de los hombres al golpe de un mundo que a Él le afecta profundamente, se entiende entonces que ningún dolor es ajeno al Hijo de Dios, ninguna fragilidad. Indica el propio Pascal “Cristo está en agonía hasta el fin de los tiempos”. En medio de la actual pandemia, el mismo Dios es reconocible en los miembros de su cuerpo herido. Blas Pascal, el día de San Clemente Papa, a las diez y media de la noche, envuelto en lágrimas de alegría volvía a Jesucristo, se convertía. Percibió que el Hijo de Dios se entrega pacientemente en la Cruz para que el ser humano no esté abandonado a su suerte, entendió que la fe cristiana no cierra los ojos a la realidad pues se cumple con la entrega del ser humano por el prójimo convirtiéndose en signo de esperanza para la sociedad (Zubiri, 2004).