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- 24/04/2009 02:00
E n este artículo trataré de hacer una evaluación crítica y objetiva de los logros alcanzados con respecto a las expectativas y los límites de la sexualidad humana. Esta apreciación puede servir para adentrarnos por los intrincados laberintos del sexo en la sociedad de hoy y para tratar de juzgar las contribuciones de la emancipación sexual hacia la felicidad humana. Veamos:
Durante la segunda mitad del siglo XX se han producido cambios radicales en las actitudes y en los comportamientos sexuales, cuyo alcance es todavía difícil de calcular. Desde finales de los años cincuenta y los sesenta se empezó a desarrollar nuevas pautas de igualdad entre hombres y mujeres y aparecieron signos manifiestos de ruptura con las conductas sexuales tradicionales. Este cambio recibió el nombre de revolución sexual.
Las huellas que la revolución sexual ha dejado en las prácticas y en las concepciones sexuales son imborrables y, a pesar de los nuevos códigos morales y de la extensión de las enfermedades de transmisión sexual, que de manera importante influyen en los comportamientos de las personas involucradas, es evidente que ya nada volverá a ser como antes.
Si algo ha conseguido la revolución sexual es levantar lo privado que cubría todo lo relacionado con este hecho. El tabú y lo prohibido asociado a lo oculto se ha disipado.
Lo privado de las actitudes y comportamientos sexuales se hace ostensible a través de múltiples manifestaciones. Ya no hay un solo cuerpo de creencias sobre la sexualidad, sino un conjunto de prácticas sexuales variadas que remiten a universos religiosos, éticos e ideológicos diversos.
Por ello, las actitudes ante el sexo dependen de factores como la confesión y la práctica religiosa, la educación, las concepciones éticas, el estilo de vida y las experiencias y trayectorias vitales de cada uno, si bien la adscripción a determinados grupos sociales o estilos de vida puede influir en gran medida.
Lo público en el sexo ha contribuido a la desaparición del sentimiento de culpa asociado con el ejercicio de la sexualidad humana. Desde la insistencia de parte de la Iglesia Católica de las actividades sexuales destinadas a la reproducción hasta la situación actual, se ha recorrido un largo camino.
Se ha logrado erradicar en gran parte las discriminaciones de todo tipo asociadas a la ilegitimidad, al divorcio, a la homosexualidad, a la cohabitación, pero el estigma no ha desaparecido del todo. Han variado las formas, pero no los contenidos.
Del mismo modo, en la sociedad actual el sexo se ha medicalizado. Si bien hasta hace pocas décadas la instrucción y las recomendaciones sexuales estaban en manos de religiosos, moralistas y párrocos, ahora están al cuidado de las profesiones médicas y asistenciales. Aunque sus criterios son más científicos existe el peligro de confundir las prescripciones técnicas con normas de moralidad y de impedir que los sujetos asuman su propia responsabilidad. Pero, ¿hasta dónde esto es saludable si el sujeto carece de madurez afectiva y emocional?
Pese al feminismo y a los movimientos de liberación sexual, la doble moralidad para hombres y mujeres, la hipocresía y el puritanismo siguen ejerciendo un influjo considerable en nuestra sociedad. El campo de la sexualidad se ha abierto en unos sentidos y se ha cerrado en otros.
Más que a una revolución sexual, hemos asistido en realidad a una reconversión por la que ámbitos que antes eran privados han pasado a ser públicos y viceversa. Lo público y privado ha cambiado, el problema básico sigue siendo el mismo cuando no se consigue que las relaciones sexuales sean más satisfactorias. www.visionsexual.com.