Este evento que se vio fundamentalmente desde América, empezó sobre la medianoche de este viernes 14 de marzo y llegó a su máximo sobre las 3 de la mañana,...
- 12/07/2020 00:00
- 12/07/2020 00:00

Nos informan que nuestro sistema de salud no es lo suficientemente reactivo como para identificar a tiempo los focos de propagación del virus SARS-CoV-2 y, como consecuencia, mientras logre aislar los casos existentes ya nuevos brotes han surgido y, por ende, la pandemia en Panamá se asemeja por ahora a un incendio imparable, una crónica de desastre anunciado.
La falta de disciplina de la población en general es otra de las causas mencionadas, mientras muchos ancianos, frágiles y sin recursos, enfrentan largas colas, víctimas de previsibles circunstancias que por su lamentable condición los hacen blanco del virus que acecha en las oficinas públicas, el transporte y los supermercados.
¿Dónde hay solidaridad? Hasta la fecha, los médicos y los enfermeros de nuestros hospitales, al igual que los bomberos, las iglesias y en menor proporción, algunos gremios empresariales y grupos de personas responsables, han probado su heroísmo para algunos y su buena voluntad para otros, a fin de contribuir en esta guerra que se está librando contra el nuevo coronavirus y su mejor aliada, la Némesis que vive en nosotros mismos y en nuestra sociedad, el lado oscuro cuyos siervos son la venalidad, el egoísmo, la desidia, la falta de empatía y el arribismo, entre otras calamidades.
Claramente las autoridades no están manejando de manera integral la situación, la cual necesita una coherencia total y sistémica, medios extremos para cortar con los privilegios, la corrupción en todos sus niveles y las extravagantes ganancias de innegables depredadores corporativos que han quedado culpablemente pasivos en esta emergencia nacional. Dichos gremios empresariales no han querido salir de su lucrativo escondite a pesar de las gravísimas condiciones por las que el país está pasando.
La industria farmacéutica, para ilustrar con un arquetipo ejemplar lo que estoy escribiendo, no ha hecho el mínimo esfuerzo para colaborar y poner a niveles más accesibles nuestros medicamentos que son, en varios renglones, los más caros del mundo. Hay diferencias de precios al público con otros países, cuya relación alcanza un ¡500%! Es una locura, un desatino total. El gobierno y nuestra industria farmacéutica tienen mucho que hablar, deben unirse para proponer una solución a semejante deriva económica: mientras unos lucran excesivamente, otros se ven en la obligación de comprar píldoras por unidad diaria, debido al sobrecosto inverosímil que las caracteriza.
He ahí otra forma de solidaridad: no solo contribuir con creatividad y acciones nuevas, sino también corregir excesos que, debido a lo que estamos viviendo, ya se han vuelto una falta de humanidad responsable.