Entre versos y esclusas

Actualizado
  • 15/09/2013 02:00
Creado
  • 15/09/2013 02:00
‘El mar de los sargazos’ pone de manifiesto otra dimensión técnica y de lenguaje en el poeta panameño Manuel Orestes Nieto: ‘Tras public...

‘El mar de los sargazos’ pone de manifiesto otra dimensión técnica y de lenguaje en el poeta panameño Manuel Orestes Nieto: ‘Tras publicar esa obra, me di cuenta de que la forma de versificación, por muy libre que hubiera sido hasta ese momento, había llegado a un momento en que se me cruzaba con lo narrativo. Esto ha sido así hasta este último poemario, ‘El deslumbrante mar que nos hizo’. Mi conclusión es que a partir de ahora necesito la prosa poética, que necesito narrar con turbinas poéticas claro está, que puede haber resultados textuales hijos del diálogo teatral, de la narración de la novela y de la lírica de la poesía, y son propuestas de lenguaje y de comunicación creativa literaria. Eso es lo que está pasando aquí. Y no es una intuición sino un hecho en la literatura de América Latina desde hace tiempo’.

Y cita dos nombres: Eduardo Galeano y Mario Benedetti. ‘Con el primero tú no sabes ante qué genero estás: si historia, ensayo, novela, poética… son resultados textuales que no se pueden clasificar dentro de los géneros tradicionales; en cuanto a Benedetti, mira su ‘El cumpleaños de Juan Ángel’, que es una historia de los tupamaros del Uruguay de los sesenta, y cuando tú lo lees está en verso, pero como contenido es una novela, es una propuesta muy temprana, de 1971, y esto se ha ido repitiendo como una propuesta nacida en América Latina. ¡La literatura también se volvió plural y diversificada! Y está siendo una propuesta de ruptura genérica para poder expresar nuevas realidades’, zanja Nieto.

El camino hasta este punto no ha sido recto, ni mucho menos. Hay que remontarse hasta los años 70. ‘La influencia era Pablo Neruda, sobre todo, o autores como César Vallejo. Pero yo necesita otra cosa, yo sentía mi poesía más cerca del periodismo, de la fotografía incluso. Y escribía así, haciendo crónicas, reportajes, pero todo con poesía, y propongo un lenguaje desde ahí, un lenguaje si bien basado en el verso libre, su recurso principal es la fuerza descriptiva, la pintura poética, en estructuras narrativas híbridas mezcladas con tonos líricos… todo eso lo puse encima de la mesa para poder separarme de cómo venía la poesía panameña andando’, recuerda Nieto.

Cuando Nieto habla de la herencia de la poesía de Panamá siempre cita una personalidad excepcional: Rogelio Sinán, el poeta que introdujo las corrientes poéticas vanguardistas en Panamá sobre todo con la publicación de Onda en 1929. ‘Él ve las novedades del lenguaje de entonces y las trae a Panamá y empieza a poner en unos versos los mangos, los trópicos… temas que eran tabúes para los románticos y los modernistas. Sinán es nuestra vanguardia. Entre él y yo había muchos años pero la intimidad con Rogelio fue muy determinante en mi literatura. Fuimos muy grandes amigos. Y eso que yo era un muchachito [había 49 años de diferencia entre ambos], pero él me dio una enorme confianza, en él yo tenía un maestro y amigo mayor’, asegura Nieto.

En esa evolución, Nieto tuvo ‘la dicha’ de conocer al poeta mexicano Efraín Huerta, quien le presentó ‘una alternativa literaria’ a la tradición nerudiana. Huerta le presentó a la poesía mexicana, a Carlos Pellicer, José Emilio Pacheco, Rosario Castellanos, Homero Aridjis… ‘Yo los veía a ellos como herederos de un país enorme, azteca, que sí tenía resuelto su esencia de nación aunque les habían quitado un pedazo enorme de su territorio. Y luego Efraín me mandaba libros casi todos los meses desde México, libros que no se conseguían en Panamá’, dice Nieto.

‘Como mi padre era cubano, yo siempre andaba mirando a la isla’, añade Nieto. ‘Y de esta manera conozco la poesía coloquial de los años 70 cubana. Entonces gano el premio Casa de las Américas, visito Cuba y allí conozco a Nicolás Guillén, Roberto Fernández Retamar, Cintio Vitier, Fina García, Lezama y a la generación más o menos cerca de la mía, donde había escritores de mucha calidad: César López, Waldo Leyva y los jóvenes, por supuesto… Entonces, aunque parezca raro, yo no miré hacia el sur, ni me atrapó ese avasallante lenguaje de Neruda ni de Vallejo, yo busqué la ventana de formas poéticas distintas y esa me las ofrecieron Cuba y México’, sentencia el autor de El mar de los sargazos.

POESÍA PARA UN PRESENTE IMPERFECTO

‘¿Y de qué escribir si la situación colonial se está extinguiendo?, me pregunto cuando Estados Unidos le entrega el Canal a Panamá’, confiesa Nieto. ‘Pero en Panamá quedaron muchas cosas inconclusas, un asunto fue recuperar el Canal, integrar el territorio y evacuar la invasión militar de Estados Unidos, y otra muy distinta era el problema social, y éste es el que quedó y aún queda pendiente: El hambre ha seguido, la falta de educación…’. Manuel Orestes Nieto quiere ser muy consciente de eso porque no quiere correr el riesgo de que ‘el lenguaje se vuelva el tema, de no anclar la poesía en la realidad’.

Ahora, 12 años después de la entrega del Canal ‘el país está ante algo nuevo: un Panamá independiente, sin ocupación, soberano, al que hay que darle tiempo, a sus instituciones y la democracia, pero también hay que ser conscientes de los peligros, que son los mismos de siempre: ¿queremos un país que se lo van a robar o un país que tiene una cita con la posibilidad de destruir los males sociales, de construir una nación justa, educada, culta, equitativa, donde se reparta la riqueza que es capaz de producir, porque no hay razón para que en un país con menos de 4 millones de habitantes, un territorio de 75 mil kilómetros cuadrados y que el gobierno tiene un presupuesto anual que sobrepasa los 15 mil millones de dólares y en poco años estará por encima de 20 mil millones de dólares por el Canal ampliado, haya un solo pobre en Panamá, eso no tiene sentido’.

Pero acaso por esta nueva realidad, la poesía reciente de Nieto está henchida de esperanza y también de homenaje y gratitud por el pasado, en tanto que tanta sangre vertida y tanto dolor han servido para cuajar el Panamá libre anhelado. Es el canto a un sufrimiento que no ha sido en vano: ‘Llegarán otros hijos,/ vendrán las madres de otras madres,/ y ésta será también su patria sagrada’.

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