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- 12/10/2025 00:00
Karina Nicholson y Reinier Rodríguez tienen elementos coincidentes: poseen sensibilidad estética, son ingeniosos y soñadores, saben visualizar espacios, conocen sobre armonía, luz y belleza, y les interesa la relación que se registra entre los seres humanos y sus entornos.
Ambos panameños comparten otras analogías: puedes hablar con ellos de superficies, pigmentos y texturas con la misma facilidad que la charla se puede decantar hacia las escalas, estructuras y materiales. ¿Por qué son dueños de idénticas afinidades? Porque son arquitectos y pintores.
La Editorial La Antigua y la Facultad de Arquitectura y Diseño de la Universidad Católica Santa María La Antigua (USMA) unieron a esta pareja en un conversatorio con estudiantes y docentes, donde hablaron de la creación artística y la arquitectónica.
Este dúo de amigos y colegas han demostrado habilidad para internarse en el caos de la invención en un lienzo en blanco y adentrarse en la perfección que debe registrarse en un plano bien trazado.
Para Reinier Rodríguez, la arquitectura es una “carrera maravillosa que mezcla ciencia y programación. En retrospectiva, me doy cuenta que mi primer acercamiento fue por una necesidad de creatividad que estuvo siempre ahí, y luego fue creciendo en las aulas universitarias y la cosa va expandiéndose”.
Cada uno, a su ritmo y a su tiempo, fue uniendo el construir inmuebles en su mente y, luego dándole color a sus emociones. “Es algo como que no podría separar. Al final de mi vida como estudiante de secundaria tomé la decisión de estudiar arquitectura. Es un camino que me hace feliz”, recuerda Nicholson.
¿En qué momento decide Rodríguez que las reglas, las escuadras y las cintas métricas hacían juego con el caballete, el lienzo y los pinceles? Fue en 1987 cuando entra a estudiar arquitectura. “En la facultad nos insistían mucho en cómo presentábamos los proyectos. Entonces aprendí a pintar y a dibujar con mucho más énfasis. Esa pasión por el pincel realmente nunca estuvo desconectada de la escuadra, estuvo como parte del proceso de formación”.
Tenía 48 años cuando ocurre el momento específico en la vida de Reinier Rodríguez que marca ese cambio en el que le da prioridad a promover el arte y a experimentar como artista. Fue cuando estaba en uno de los procesos burocráticos relacionados con su oficio y en una institución del Estado le insinuaron una coima.
“Me molesté muchísimo, al nivel de casi perder la respiración y caer. Entonces dije: ‘amo mi carrera, pero tengo que encontrar otra pasión’. Sí, así de radical fue. Y ahí fue donde de imprevisto, me hace el clic, y agarré los pinceles bien en serio. De hecho, compartí con Karina clases de figura humana con la pintora Alexandra Rosas. Desde entonces el arte y su promoción se convirtieron en mi nueva misión. Mi último plano lo hice en 2020”.
El amor de Karina Nicholson por la arquitectura estuvo dentro de su corazón desde que era esa pequeña que se enamoró de las edificaciones hermosas, en particular, La Sagrada Familia, la basílica católica de Barcelona, diseñada por el arquitecto Antonio Gaudí. “Eso a mí me voló la cabeza. Después fue una semillita que fue creciendo desde mi infancia y que se fue acrecentando a medida que iba buscando más información”.
El arte siempre tuvo presencia en la carrera de Karina Nicholson, pues daba con emoción la asignatura Expresión Arquitectónica. “Era una de mis materias favoritas, pues los proyectos yo los adornaba un poquito más porque quería seguir pintando las plantitas y ponerle el cielo cada vez más bonito. Después de graduarme dije que estudiaría bellas artes, cosa que no sucedió, hasta hace unos 8 años que tomé la decisión de tomar clases con el maestro Iván Delgado”.
Hace tres años ella le puso una pausa a su primer oficio. “No quiero decir que me he apartado de la carrera totalmente porque siempre me sale uno que otro trabajo. He logrado ese balance que buscaba desde que me gradué: poder dedicar un tiempo a mi familia y dedicarme más al arte, porque descubrí que tengo un don que tengo que explotar”.
¿De qué manera el arquitecto le colabora al pintor y viceversa? En el caso de Reinier Rodríguez a saber enfatizar qué mirar y cómo hacerlo, y a desarrollar la perspectiva en sus trabajos plásticos concentrados en los paisajes urbanos, en particular, el Conjunto Monumental Histórico de Panamá Viejo y los edificios antiguos y modernos que lo rodean, que fue el punto focal de su debut en la muestra individual: “A pleno sol” (abril - mayo de 2025, GAC Motors).
Otro punto aprendido por él de la arquitectura es el orden y el rigor al momento de enfrentarse a la pintura. “Es estar permanentemente consciente de que, si quieres lograr un objetivo, por ejemplo, pintar doce obras, y que algunas vas a tardar un mes en realizarlas, ese mes tienes que pintar cuatro horas diarias o más. Indudablemente esa disciplina es aprendida de la arquitectura y de la programación de obra, o sea, saber que tienes esa responsabilidad y que la tienes que cumplir en el tiempo establecido”.
Lo más relevante que la Karina Nicholson arquitecta le enseñó a la pintora es también a controlar el paso de las horas y los días. “Gracias a Dios me tocó hacer de todo: planos, construcción, estructura y administración. Aprendí que uno como profesional siempre tiene que cumplir con lo que te piden y con lo que necesita el cliente. Básicamente ahora soy mi propia clienta, entonces me exijo a mí misma”.
Ese dominar el tic tac del reloj ya lo venía haciendo desde hace rato. Cuando aún ejercía por completo la arquitectura llegaba en la tarde a su casa después de una ardua jornada, y después de ver que todo estaba en orden en esa casa de cuatro hijos y un esposo, a eso de las siete de la noche, ella se ponía a pintar hasta tres horas seguidas.
Luego a esta esforzada rutina le agregó un día de tomar clases sobre diversos aspectos de la pintura. “Era como mi oasis, y me di cuenta que era como un descanso y ahí fue donde me fui enamorando de ese descanso y dije: ‘bueno, espérate, yo puedo amarrar esto con mi trabajo’ y allí fue donde tomé esa decisión de dar ese salto al arte”.
Aunque la arquitectura sigue estando allí presente porque la formación académica y los valores que recibió en las aulas han marcado su faceta artística. “Buscar la perfección en la técnica es lo que más me marca. Soy obsesiva con la técnica y la simetría arquitectónica. Es pulir mí trabajo y mantener la alegría de ser niño porque la pintura me hace tan feliz”.