El paseo de Las Bóvedas: vestigios de los primeros espacios cívicos de la ciudad

Actualizado
  • 06/04/2024 00:00
Creado
  • 05/04/2024 18:59
Ya en el Siglo XIX muchas eran las quejas del estado de poco mantenimiento de Las Bóvedas, como del áspero monte que cubría las antiguas murallas y la cantidad de basura encontrada que hacía casi imposible visitar el lugar

El paseo de Las Bóvedas, en el Casco Antiguo de la ciudad de Panamá, desde el siglo XIX es uno de los espacios públicos más representativos de la ciudad. Era considerado como el único lugar de paseo que se tenía en la ciudad. Las noches de luna llena eran las de mayor concurrencia, pues “se apreciaba la luna más bella y hermosa del istmo” (Star and Herald, 28 de diciembre de 1858).

El francés Q.H. Cermoise, en su libro: Deux Ans A Panamá -notes et récits d’un ingénieur au Canal- (Troisième Édition, París, 1886) menciona: “El hermoso paseo de Las Bóvedas es el nombre que se le da a una especie de malecón construido sobre una serie de bóvedas, al pie de las cuales baten las olas del Pacífico. Desde allí disfrutamos de una espléndida vista que recuerda a la del puerto de Nápoles. Frente a Las Bóvedas, aproximadamente en el centro del panorama, emerge un pequeño grupo de islas, la principal de las cuales es Naos, que desempeña admirablemente el papel de Capri. Los jóvenes criollos, de aspecto lánguido, van y vienen, jugando con sus abanicos, en este muelle, tan bonito, tan seductor como las muchachas más bellas de Nápoles”.

A pesar de ello, muchas eran las quejas del estado de poco mantenimiento de Las Bóvedas, como del áspero monte que cubría las antiguas murallas y la cantidad de basura encontrada que hacía casi imposible visitar el lugar. También el hecho del abuso que cometen ciertos señores subiendo a la estructura montados en briosos caballos y la obstrucción por parte de las mulas que frecuentan aquel lugar durante el día, dejando sus abundantes vestigios (Star and Herald, 21 de diciembre de 1858). La situación mejoró cuando el departamento de Higiene Pública, a cargo del coronel Arce, dirigió unos trabajos de limpieza de la ciudad. “Las calles, las plazas y sobre todo Las Bóvedas presentan un aspecto agradable a la vista y no ofenden a la nariz con tantos olores nauseabundos como antes” (Star and Herald, 19 de septiembre de 1865).

Hacia 1867, debido al peligro que ocasionaba el caer en el mar, particularmente de niños que van a pasear bajo el cuidado de empleadas domésticas, y evitar un accidente fatal, se propuso la erección de una pared y una cerca de metal. El entonces cónsul de Chile en Panamá A.R Vidal había presenciado un episodio. Por su iniciativa coincidió la idea de levantar un muro de un metro alrededor de toda la muralla e instalar rejas de hierro y puerta para evitar la entrada de los animales, adornados con asientos y faroles para la iluminación nocturna. El cónsul falleció de manera temprana, pero la obra se realizó gracias a los aportes de EE.UU. El paseo se convirtió en una alameda decente y agradable, no solo para los hijos del país, sino para los extranjeros que nos visitan (Panamá Mercantile Chronicle, 30 de noviembre de 1866).

A pesar de ello, la falta de mantenimiento persistió con los años: una parte de la baranda está rota, es un peligro para los niños y jóvenes poco precavidos que allí concurren en las noches (Star and Herald, 5 de febrero de 1884). Publica también después ‘La Decana’ a inicios del cambio de siglo: “este lugar podría ser el centro turístico más bonito y popular de la ciudad. No pedimos paseos embaldosados, unos cuantos árboles de sombra y un poco de cemento y algunas reparaciones generales harían maravillas en Las Bóvedas”. En varias ocasiones hemos llamado la atención de las autoridades municipales sobre el estado de abandono del que sin duda es el lugar de recreo más atractivo, bello y popular de la ciudad, Las Bóvedas, que en pequeña escala se corresponde con los famosos paseos marítimos de los que presumen otras ciudades. El primer paso a tomar para reavivar el interés, en este, alguna vez favorito paseo, sería que la Banda Republicana ofreciera allí un concierto ocasional al aire libre durante la semana, como era costumbre durante el régimen colombiano. El paseo elevado, que bordea el malecón y mira hacia los pequeños grupos de tierra adentro en la bahía interior, ofrece una excelente vista del campo circundante, la bahía y partes de la ciudad, y por la tarde y temprano en la mañana es barrido por refrescantes brisas del océano, que alivian mucho la congestión de la ciudad. Con el servicio de un paisajista y algunas reparaciones y ampliaciones aquí y allá, el paseo de Las Bóvedas podría transformarse en lo que fácilmente sería la principal atracción y el orgullo de la ciudad sin ningún desembolso necesario (Star and Herald, 14 de octubre de 1906).

Las Bóvedas también se encontraban en las inmediaciones del nuevo edificio dedicado al Palacio de Gobierno y el Teatro Nacional. El reclamo sobre su recuperación fue persistente frente a las inversiones que se estaban realizando en otros espacios públicos, como la pavimentación de la plaza de Santa Ana a un monto de US$20.000, así como también los US$8.000 destinados al parque Albán, en la parte opuesta de Panamá Railroad Station (Star and Herald, 16 de febrero de 1908). Con los trabajos del Museo Nacional, el Palacio de Justicia y el salón de la Asamblea Nacional, así como la creación de la plaza de Francia, entre 1920 y 1930 se agregaron nuevos elementos al lugar, adquiriendo una nueva fisonomía.

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