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- 15/06/2025 00:00
La década de 1990 inicia en Barcelona con la irrupción de un vibrante movimiento artístico considerado “alternativo” o “independiente” y que se manifestó con fuerza sobre todo en video y grafiti. Sus temas y lenguajes contravenían, o simplemente daban la espalda a las ideas sobre lo que debe hablar el arte. Estos artistas contaban historias de subculturas locales; por ejemplo, sobre grupos en los márgenes de la burguesía catalana, como los obreros inmigrantes del sur de España o los yonkis (drogodependientes) y prostitutas que merodeaban por la plaza Real de la “Ciudad Condal”, sobrenombre de la capital catalana.
Esta corriente, emparentada con movimientos neoyorkinos de los setenta, apareció poco después del ocaso del franquismo; de la revolución cultural y social de La Movida madrileña, cuyos hijos más conocidos en América Latina son el cineasta Pedro Almodóvar y la cantante Alaska; y de los cómics de Nazario. Conocido como el padre del cómic underground en España, Nazario viene retratando con crudeza y simpatía los bajos fondos de Barcelona. Estos artistas se vieron apoyados por editores y productores independientes que lograron convencer a patrocinadores privados y algunas instituciones públicas de invertir en narrativas que contravenían las normas estéticas y morales de entonces, presentando otros estilos de vida y una mordaz crítica social.
Una gran parte de la producción artística y cultural contemporánea más rica y compleja ha surgido de estos espacios underground que presentan otras perspectivas a las imposiciones consumistas y a las rígidas estructuras sociales. Desde el cambio de siglo, las instituciones internacionales del arte han pasado de incorporar estas voces en sus efímeros programas públicos a convertirlas en parte medular de sus exposiciones, ya que han entendido la importancia y la urgencia de que se oigan estas voces en los espacios del arte, su peso moral y el beneficio económico de recibir ayudas públicas y privadas bajo el rubro de la educación o la responsabilidad social corporativa.
Una de las situaciones más preocupantes hoy en el panorama artístico es un fenómeno que llamo “la domesticación del arte”: artistas, galeristas, críticos e instituciones coinciden en presentar muestras o proyectos centrados en promover estéticas estereotipadas y “políticamente correctas” sobre temas o grupos sociales que en el fondo operan en función del mercado del arte, del diseño y hasta de los bienes raíces. Por fortuna en nuestro patio panameño tenemos artistas y gestores que siguen trabajando desde una posición de completa libertad creativa. Entre ellos está Alfredo Belda, con quien te puedes topar en alguna protesta vestido como un discípulo de Jesús, o el mismísimo Nazareno, tan común en las representaciones de Semana Santa.
Belda viene realizando desde hace años una serie de acciones performáticas en la calle y frente a instituciones estatales. Ha creado un personaje que él llama El Mensajero. Explica el artista que “se trata de una especie de mesías que vengo interpretando en protestas, como la Marcha por la Diversidad, para la cual llevé una pancarta que decía: ‘Ámense los unos a los otros’. Durante la visita del Papa Bergoglio en 2019 llevaba el mensaje ‘Huid de la idolatría’. El personaje tiene la característica de hacer acto de presencia en determinados momentos políticos para enviar mensajes profundos. La reacción de la gente es positiva: se ríe, toma fotos y videos... Hasta a alguno que otro policía he visto sonreír cuando lee lo que dice mi cartel”. Este tipo de acciones exponen al artista a situaciones de vulnerabilidad y hasta de peligro físico.
Gestores y diversiones
Entre los artistas y gestores independientes más activos en nuestro país está Ramón Almanza, quien forma parte de la actual muestra colectiva “Sintaxis” en el Museo de Arte Contemporáneo de Bogotá para celebrar el 60 aniversario de la institución, y que también incluye obras de Alejandro Obregón y Edgar Negret, entre otros.
El pasado 15 de mayo en el Casco Antiguo, Almanza inauguró su exposición individual, titulada “Entrelazamiento cuántico: un diálogo visual con la eternidad”, y cuya protagonista es una nueva serie de creaciones abstractas realizadas entre 2024 y 2025. En otro edificio histórico, justo enfrente, presentó piezas de la colección de su propia fundación, que incluye una numerosa cantidad de obras de artistas como Manuel Encarnación Guerrero y Guillermo Trujillo.
Ayer sábado, 14 de junio, clausuró estas muestras con un festival urbano que llamó “Arte en el callejón del Soná” y en el que participaron doce artistas tanto emergentes como de larga carrera: Tatiana Pinzón, Luis Esquerre, Diener Carlos Boya, Sofía Victoria Rivera, Tatiana Pinzón, Antonio Bosch Valdés, Gilberto Vallarino, Nikole Roquebert y Jonathan Rodríguez. Esa tarde se realizó un conversatorio sobre los concursos de arte que organiza el Banco Nacional, un concierto de la Sinfónica de la Alcaldía de Panamá, un mercado de arte que incluía una tienda de materiales para artistas y estudiantes de arte, y una cata del café Geisha.
Uno de los mayores y más palpables logros de Almanza y su fundación se gesta en el campo de la educación a través de sus programas de residencias de artista. Los candidatos seleccionados no solo reciben apoyo económico y técnico, así como asesoría y tutorías en las prácticas contemporáneas. El actual artista residente es Gilberto Vallarino, que además trabaja en el MAC Panamá.
La cineasta Annie Canavaggio es otra creadora independiente que logra conseguir fondos públicos y privados para producir sus producciones. Hace poco se proyectó en los cines locales el documental “Hijo de tigre y mula”, que narra los sucesos que llevaron a la histórica firma de los tratados Torrijos-Carter. El filme se estrena este mes en el circuito internacional de cine con su participación en el Sheffield DocFest, uno de los festivales más importantes y respetados de Europa.
En una actividad organizada por la Sociedad del Café hace un par de meses, Canavaggio conversó con un nutrido grupo de artistas, gestores, curadores y diversos profesionales. En julio, la Sociedad del Café tiene programada otra conversación; esta vez con el diseñador brasileño Rodrigo Trussardi, que estará de visita en nuestro país. El diálogo se enfocará en los retos que enfrenta la moda sostenible y tendrá lugar en el café La Micaela de Modart. La colaboración, el medio ambiente y la participación ciudadana son algunos de los temas álgidos que preocupan a nuestros nuevos independientes panameños.