¡Feliz cumpleaños, Julito!

Actualizado
  • 27/01/2025 14:41
Creado
  • 24/01/2025 19:15
Zachrisson destacó en el grabado y dejó un importante legado en el arte panameño y europeo

Si Julio Zachrisson estuviera en Panamá en estos momentos, y si no se hubiese muerto, estaría hablando pestes de Trump en los cafés de la vía Argentina. Y si no se hubiese muerto ni quedado ciego, lo estaría dibujando con su melena respingada y sus labios torcidos en su discurso inaugural como presidente de Estados Unidos, rodeado por una enorme camarilla que lo aplaudió en ovación de pie cuando amenazó con tomarse el Canal de Panamá por la fuerza. Así es: si Julito no se hubiese vuelto ciego ni se hubiese muerto, ay, ya estaría preparando una serie de grabados con personajes grotescos: los juegavivo hurgando las arcas del Canal. Pero resulta que Julio Zachrisson murió ciego en Madrid el 18 de diciembre de 2021. De lo contrario, hubiera cumplido 98 años este 5 de febrero, muerto de la risa como siempre.

La última vez que conversamos fue una tarde fría en enero de 2020, en su piso de la avenida de Los Toreros. Charlamos por horas sobre historia y política panameña. Se nos hizo de noche y seguíamos dándole a la lengua, incansables, sin encender las luces. A él, por su ceguera, le daba igual. Nunca conocí a un artista panameño que hablase con semejante pasión y claridad tanto de ciencia política como de arte, tanto de Montesquieu como de Velásquez. (Quizás solo Ricardo J. Bermúdez, poeta, arquitecto y ministro de Educación por el partido Frente Patriótico en 1951, con quien me reunía a menudo en su hermosa biblioteca a fines de la década de 1980). Julio Augusto Siegfried Norman Zachrisson –o simplemente “Julito”, como le gustaba que lo llamaran sus amigos–, uno de los artistas más importantes de Panamá, residía en Madrid desde 1961 junto a su compañera de vida, Marisé Torrente, traductora, intelectual e hija del afamado novelista gallego Gonzalo Torrente Ballester, ganador de los premios Cervantes y Príncipe de Asturias.

El Brujo

Julito fue por décadas el embajador extraoficial del arte y la cultura de Panamá en Europa. Su apartamento era visita obligada de generaciones de admiradores, estudiantes, diplomáticos, intelectuales y artistas que llegaban a Madrid. Entre ellos, a partir. de 2015, estaban los jóvenes cineastas del colectivo Cine Animal, quienes el año pasado mostraron, en un pase especial para amigos y familiares del artista, el documental El Brujo: Julio Zachrisson. El filme, una producción de Cine Animal con el apoyo del MiCultura, nos muestra conversaciones inéditas con Julito, materiales de archivo (incluyendo fotos del artista desde su niñez hasta sus viajes y vida en Europa) y animaciones hechas a partir de sus grabados.

El Brujo comienza en la sala de la casa de Josefina, la abuela del director del filme, Félix Trillo Guardia, con un grabado de Zachrisson que ha estado colgado allí desde siempre. La obra está habitada por personajes grotescos: generales, curas, putas y señores encumbrados que conspiran o esconden algo. Frente a ellos hay una caja abierta que contiene máscaras aterradoras y está suspendida en el aire por dos orejas, como si fuesen alas, y por ojos amenazantes que salen de la caja como largas antenas de moluscos. En una esquina, el artista observa la escena, acurrucado bajo un tórculo y con la cara de su amante, divertida, asomándose entre sus piernas.

Este grabado, de ser un esperpento en la mente infantil y horrorizada del futuro director, con los años se iría convirtiendo para él en un mundo seductor, enigmático, mágico y obsesivo. Tanto así, que decidió salir a la búsqueda del artista, ese hechicero o brujo a quien por fin logró visitar en España. Le siguieron otras visitas. Su obsesión resultó ser tan contagiosa que pronto se unieron los cineastas del colectivo Cine Animal, en especial Tomás Cortés como productor, coguionista y coeditor, junto a Carolina Borrero con su apoyo incondicional.

El Brujo es un retrato íntimo y conmovedor de los últimos años del artista y su esposa, a quienes los jóvenes cineastas adoptan como abuelos putativos. La obra de Zachrisson se presenta a través de animaciones libres de sus grabados, algunas veces ingenuas, que le dan vida a sus personajes circenses y monstruos, dejándolos jugar y volar. Para Alicia Viteri, la renombrada artista panameña de origen colombiano, y gran amiga de Julito y Marisé, El Brujo es un documental que devela la verdadera personalidad de este artista porque retrata su espíritu alegre y auténtico, su genio creador, culto e irreverente: el Julito que ella conoció tan bien.

Artistas con y sin alma

Zachrisson fue, sobre todo, un gran dibujante y pintor que entró de lleno al grabado, el medio por el que sería más conocido debido a una serie de eventos fortuitos. Aprendió la compleja técnica en la famosa Escuela La Esmeralda en Ciudad de México y después continuó su práctica en el taller de grabado de la venerable Academia de San Fernando en Madrid, para finalmente instalar un tórculo en su propio apartamento. En 1996 recibió, junto a Antonio Saura, el histórico Primer Premio Aragón Goya de Grabado, en conmemoración de los 250 años del nacimiento de Francisco de Goya (1746-1828), el gigante español cuyo ingenio innovador le ha valido el apodo de “padre del arte contemporáneo”. Con este premio, Zachrisson cimentó su posición como uno de los grandes artistas del grabado en Europa.

El libro de Bradley Smith Erotic Art of the Masters (Arte erótico de los maestros, 1971), que guarda en su biblioteca Ramón Almanza (artista, coleccionista y director de la fundación de arte que lleva su nombre) incluye dos grabados de Zachrisson, uno de los cuales pertenece a la colección del propio Almanza. Aparecen junto a la de otros grandes artistas de los siglos XVIII, XIX y XX, desde Ingres, Degas y Picasso, hasta Magritte, Grosz y Warhol, con un texto introductorio de Henry Miller. El erotismo es un tema primordial en la obra de Julio Zachrisson y falta estudiarse a profundidad. Deseo encendido, abierto, rebelde y personal que aparece en sus grabados, pinturas y esculturas a través de penes erectos o colgando, vulvas hirsutas y personajes en plena fornicación o arrebatados por el deseo sexual: obras extraordinarias, vivas, a las que por demasiado tiempo Panamá les ha dado la espalda por nuestra arraigada mojigatería.

“Julio Zachrisson: un artista entre dos orillas” fue su última exposición en vida. Curada por el artista Denis Long y Marcos Giralt, escritor y sobrino de Julito, la muestra se presentó en el Museo de Arte Contemporáneo de Madrid en diciembre de 2020, en plena pandemia. Uno de los mayores deseos de Julito era tener, antes de morir, una gran retrospectiva en el Museo de Arte Contemporáneo (MAC Panamá), lo que no pudo ser debido a los constantes retrasos en aceptar y tramitar la generosa donación de su obra al museo; donación que abarca todas las etapas, géneros y medios de su producción. Al final, el homenaje a Julito en Panamá fue póstumo. Bajo el mismo título que la versión original en Madrid, la retrospectiva se inauguró en el MAC Panamá en agosto de 2022 bajo la dirección curatorial de Juan Canela, en ese entonces recién nombrado curador jefe del MAC.

Opina Alicia Viteri que existen dos tipos de artista: quien tiene alma y quien produce obras eficaces, pero sin vida. Para ella no cabe duda de que Julio Zachrisson tiene alma. Sigue y seguirá vivo en su arte. Y vivito y coleando en una nube escuchando salsa a toda máquina junto a dos mujeres, como dijo bromeando en El Brujo.

Gracias a Tomás Cortés, Alicia Viteri, Ramón Almanza y Julián Velásquez por su apoyo en la redacción de este artículo.

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