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- 16/06/2025 00:00
El 23 de mayo de 2024, un panameño grabó su nombre en la historia de la exploración espacial. Jaime Alemán, abogado, aventurero y apasionado viajero, no solo se convirtió en el primer panameño en llegar al espacio, sino que también logró una hazaña sin precedentes: visitar todos los países del mundo, los dos polos y ahora, el borde del espacio exterior.
Pero Jaime no lo hizo buscando reconocimiento. En realidad, ni siquiera pensó que su aventura resonaría tanto. Antes de abordar el vuelo suborbital de Blue Origin, le dijo a su esposa Pilar: “A nadie le importa esto. Es algo personal, un sueño mío.” Lo que no imaginaba era la ola de orgullo nacional que desataría. Desde que ondeó la bandera panameña al aterrizar, el país entero lo celebró como suyo.
El deseo de conocer el mundo lo acompañó desde joven. A los 21 años, ya había recorrido gran parte de Europa, África, Asia y Oceanía. Fue parte de programas académicos que le permitieron estudiar mientras exploraba, y desde entonces no paró. “Yo nací para navegar, para descubrir”, suele decir.
Su travesía se intensificó cuando su esposa fue nombrada embajadora en Francia en 2015. En ese momento, Pilar le sugirió contar los países que había visitado. Llevaba 120 y le faltaban 73 para completar los 193 países reconocidos por la ONU. Así comenzó una carrera contrarreloj para completar la lista, sin imaginar que aquello lo conduciría al espacio.
En esos años, visitó zonas en conflicto como Libia y Afganistán, y llegó a los lugares más remotos del planeta. Su curiosidad no conocía límites. En 2020, cuando visitó Nauru, su último país, apenas logró regresar a Panamá tres días antes del cierre de fronteras por la pandemia.
Jaime no solo acumuló países. Pronto, su hija Sofía —también viajera empedernida— le propuso un reto mayor: completar lo que llaman la “triple corona del explorador”: todos los países, los dos polos y el espacio.
El Polo Sur llegó primero, en enero de 2024, acompañado por su hijo Jaime Eduardo. Después, el Polo Norte en agosto, junto a Sofía. Fue en ese viaje cuando descubrieron que apenas doce personas en la historia habían logrado las tres hazañas... pero ninguna había ido al espacio.
La oportunidad llegó de la mano de Blue Origin. A través de la compañía aeroespacial de Jeff Bezos, Jaime consiguió su boleto para subirse a un cohete suborbital. Aunque nunca lo divulgó públicamente, el equipo que certifica estas hazañas le confirmó que sería el primer ser humano en la historia en lograrlo: todos los países, ambos polos y el espacio.
El entrenamiento fue riguroso. Pasó meses preparándose físicamente y enfrentando su miedo a las alturas. Incluso se entrenó en Panamá subiendo la torre de observación en Gamboa para acostumbrarse a la altura de la plataforma del cohete.
También practicó yoga y meditación. Una experiencia espiritual lo marcó: durante una sesión, sintió la presencia de su madre fallecida, quien le dijo que lo acompañaría en este viaje. Desde ese momento, la paz se instaló en él. “Nunca sentí miedo. Fui con serenidad, con la bendición de Dios y de mi mamá”, recuerda.
El día del vuelo lo vivió con emoción. Se despidió de su esposa, sus hijos y sus nietos. Todo estaba planeado. El entrenamiento había sido tan exhaustivo que, al ingresar a la cápsula, se sentía en casa.
El cohete despegó, cruzó la línea de Kármán, que marca el inicio del espacio, y durante diez minutos Jaime contempló la Tierra desde las alturas. No flotó por la cabina. Prefirió sentarse, mirar por las amplias ventanas y grabar cada detalle en su memoria. “Muchos pierden tiempo flotando y se pierden lo mejor: la vista del espacio y la curvatura de la Tierra.”
Lo que vio lo conmovió profundamente: un globo azul rodeado por una oscuridad infinita. Un silencio majestuoso. “Es una experiencia que te hace sentir pequeño, humilde. Comprendes lo insignificantes que somos frente a la inmensidad del universo.”
El descenso fue tan rápido como el ascenso. Tres paracaídas gigantes aseguraron un aterrizaje suave. Diez minutos que cambiaron su vida.
Alemán nunca viajó para impresionar a otros. Ni siquiera usa redes sociales. Para él, cada viaje ha sido una conquista personal. Sin embargo, al regresar, recibió la noticia oficial: quedó registrado como el primer ser humano en completar la hazaña.
Él lo ve como un mensaje para su país y para el mundo: “El espacio será cada vez más accesible. Pero no se trata solo de ir al espacio, se trata de salir a explorar. No se queden sentados en sus casas. Descubran, viajen, sueñen.”
Aunque no puede revelar el costo de su pasaje por acuerdos de confidencialidad, asegura que los precios bajarán y que en pocos años los vuelos espaciales estarán al alcance de muchas más personas.
Jaime, a sus 71 años, no planea detenerse. Sigue caminando cada mañana, explorando nuevos horizontes. Y ahora, después de haber pisado cada rincón del planeta y haber tocado las estrellas, su mensaje: el universo está para descubrirse.