Malanga: ‘Nuestro pico de éxito coincidió con la debacle política de Venezuela’

La agrupación, que tiene 27 años de trayetoria, se presenta por primera vez en Panamá este 29 de mayo. Es el comienzo de la gira “Porque tú lo pediste”.

Hace 27 años Arístides Ari Barbella (vocalista), Rodolfo Rudy Pagliuca (guitarra), David Chapis Lasca (bajo) y Juan Luciow (batería) fundaron la banda de rock pop Malanga. Su éxito fue rápido; a los meses de haber grabado un grupo de canciones fueron firmados por una disquera. A pesar de que a medida que iban subiendo como la espuma, la situación política en su país, Venezuela, empeoraba.

En esta conversación con La Decana, Arístides y Rodolfo cuentan como ha sido el reto de lidiar con la migración y seguir con la banda. Hablan de su historia, de cómo grabaron con Rubén Blades y cómo ahora tienen público en todas partes del mundo.

¿Quienes eran antes de Malanga?

Rodolfo: Yo tocaba en la orquesta Los Melódicos cuando era muy jovencito. Estudié idiomas en la Universidad Metropolitana y, entre eso y dar clases de inglés en el Centro Americano, nos encontramos y empezamos este journey juntos. Ya llevamos 27 años en esto. Vengo de una familia de músicos. Mi padre fue un director de orquesta retirado, y mi hermano es un extraordinario trombonista, también de orquesta. Fui de orquestas infantiles a orquestas juveniles, de ahí a Los Melódicos y luego a Malanga.

Arístides: Yo tenía una banda de covers que se llamaba Egos, y justamente ya quería dar ese paso a empezar a componer música original. Estaba estudiando arquitectura y me gradué justo el año que arrancó Malanga. Así que nunca me pude dedicar a la arquitectura. Lo que he hecho toda mi vida es cantar. Ahora, viviendo en Panamá, hago un poco de arquitectura, pero me dedico más a la música.

Estoy cantando desde que tengo cinco años, pero realmente viviendo de la música desde los 17. Ya sabíamos cómo era esto. Estábamos montados en una tarima desde muy pequeños. Pero bueno, como te decía, Rudy estudió idiomas, yo arquitectura. Nuestros viejos pensaban que en Venezuela uno no podía triunfar en la música... pero no fue así con Malanga.

¿Qué sienten que marcó la diferencia para que fueran exitosos?

R: No sabríamos decirte, porque no somos una banda que ha estado luchando por años. Todo nos pasó muy rápido. Pero también fuimos muy honestos con lo que hacíamos: nuestra música, nuestro mensaje, nuestra vida. Creo que eso se tradujo y la gente lo sintió. Y por eso, todo fluyó.

Cuando crearon la banda, ¿la intención era hacer algo comercial o simplemente reunirse a hacer música?

A: Todos venimos de una escuela en la que se vive y se trabaja de la música. Nunca pretendimos cambiar el mundo con nuestras canciones. Queríamos trabajar, salir de gira, darnos a conocer, mejorar y crecer como artistas.

Y aunque siempre tratábamos de complacer un poco al público, la verdad es que nos complacíamos a nosotros mismos. Nunca hubo pretensiones artísticas exageradas. Nunca nos creímos Mozart ni mejores de lo que éramos. Siempre fuimos accesibles. La arrogancia nunca fue parte del negocio.

¿Por qué decidieron hacer ‘rock pop’?

A: Al principio, Malanga no era ni siquiera rock. Siempre fuimos una banda bastante versátil con los géneros. A finales de los 90 había una movida de fusionar los ritmos locales con el rock, el pop, el jazz... Nosotros queríamos hacer un rock and roll con guaguancó, con salsa, con ese sabor latino tan propio de nuestros países.

Con el segundo disco nos mudamos a Madrid y grabamos con un productor italiano. La influencia fue mucho más de pop. Luego dijimos ‘esto está muy soft para lo que somos’ y regresamos al rock and roll con el tercer disco, con temas como Solo, De Caracas a Madrid, Mil copas. Después volvimos al guaguancó-rock. Fuimos evolucionando, sin miedo.

R: No habíamos terminado el primer disco cuando, a los tres meses, una disquera nos firmó. Ni siquiera habíamos hecho un show en vivo. Desde entonces, nuestra carrera fue en conjunto con una organización del entretenimiento. Nunca fuimos una banda que hacía lo que le daba la gana; había un trabajo en equipo.

A: El primer disco salió a finales del 99. El primer show fue en el Teatro Teresa Carreño, abriendo a Fito Páez. Al año siguiente ya estábamos en Madrid. Todo pasaba tan rápido que parecía surrealista.

¿Cómo fue la historia de ‘Latin Lover’, la canción que grabaron con Rubén Blades?

R: Esa fue nuestra canción más espontánea. Recuerdo bien el ensayo en el que hice el riff. En cinco minutos ya teníamos la canción lista. Después dijimos: ‘Vamos a meter un discurso de Latin Lover, hablar de Pedro Navaja e invitar a Rubén Blades’. Soñando, claro. No teníamos ni idea de cómo, pero lo soñamos.

A: Veníamos de giras por varias ciudades de Latinoamérica y nos dimos cuenta de la diferencia en la idiosincrasia entre el español y el latinoamericano. El hombre latino es muy sabroso, muy pícaro. Yo empecé a describir a un tipo caminando, creyéndose el mejor con las chicas. Así salió la canción.

R: Coincidimos con el sonidista de Rubén Blades en Puerto Rico, casi dos años después. Cuando ya teníamos la canción grabada, Chavi (el bajista) dijo: ‘¿Y si lo contactamos?’.

Para nuestra sorpresa, dijo que sí, encantado, y justo iba a un festival en Venezuela. Lo grabamos en su habitación del hotel en Caracas. No tenía tiempo de ir al estudio, así que llevamos el equipo hasta allá.

En Venezuela, las novelas eran como el salón de la fama musical. Ustedes tuvieron tres canciones en novelas.

R: Eso fue gracias al trabajo de la disquera. Creían muchísimo en nosotros. Se dio la oportunidad con Trapos Íntimos, y logramos meter dos canciones. Fue un éxito tanto las canciones como la novela.

Ustedes dicen que no hacían lo que les daba la gana; hay un artista urbano que asegura que lo hace...

R: Eso es dentro de su ignorancia.

Hemos hecho análisis con expertos en producción y ‘marketing’. Todo es parte de una estrategia.

R: Él hace lo que le da la gana con un propósito. Todo está pensado.

Nosotros, en cambio, fuimos el último artista venezolano que vino de la vieja escuela de las disqueras. No tuvimos acceso a una industria de entretenimiento como tal.

A: Nuestro pico de éxito coincidió con la debacle política del país. Había un contraste entre lo que vivíamos y lo que pasaba a nuestro alrededor. Además, se dio la transición del CD al formato digital. Fue un momento de muchos cambios.

Ustedes viven en distintos países. ¿Cómo ha sido ese reto?

A: Siempre fuimos más amigos que compañeros de banda. Eso nos ha mantenido unidos. Hoy seguimos siendo los mismos cuatro y seguimos soñando juntos.

R: Es difícil lidiar con las realidades distintas que cada uno vive. En estos 10 años de migración, Arístides ha tenido hijos, otros no... Vivimos en grandes ciudades, con desafíos distintos. Pero hemos aprendido que no se puede controlar todo. Hay que dejar que la vida haga lo suyo y buscar el momento de reencontrarnos. Ese pedacito de felicidad sigue vivo gracias al respeto por nuestras realidades.

Por otro lado, nos fuimos para todos lados. Entonces, hay un nuevo circuito que antes no existía y que los artistas venezolanos están descubriendo y tratando de aprovechar. Hoy, un artista venezolano que va a un montón de ciudades en Estados Unidos ya tiene a su público ahí.

Si vas a Chile, es como tocar en Caracas. Si vas a Buenos Aires, es igual. Si vas a Bogotá, también, muy parecido. Ese circuito no existía antes y es una de las cosas que queremos aprovechar. Creo que es una aventura inédita y muy bonita para todos nosotros, porque nos da la oportunidad de seguir girando. Esta vez no solo en Venezuela, sino por todo el planeta, pero tocando para nuestro público.

¿Qué se espera para la primera vez que se presentan en Panamá este 29 de mayo?

A: Será un show especial, muy bonito. Vamos a compartir tarima con Carlos Vallarino y su banda, porque no queríamos que tocara solo con su guitarra. Todo tiene que sumar para que la noche del 29 sea mágica. Vamos a estrenar nuevas canciones y también a cantar todos los éxitos de Malanga, por primera vez aquí en Panamá.

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