Olvido y memoria

La exposición ‘Un extraño don de regresar’, explora los caprichos de la memoria en la identidad de los ocupantes de un territorio

El Centro Cultural de España-Casa del Soldado alberga hasta el 13 de septiembre la exposición ‘Un extraño don de regresar’, exposición fotográfica curada por el español Matías Costa en la que participan artistas visuales panameños y españoles, generando un diálogo visual sobre “lo que e oculta, se borra o se silencia, pero que sigue en los cuerpos, en los recuerdos y en los territorios”.

La muestra se conforma con obras de los artistas españoles y panameños: Sergio Belinchón, Ana Elena Tejera, Alfredo Martiz, Giana De Dier, Tony Lorenzo y Laura C. Vela.

Dos de los artistas panameños, Ana Elena Tejera y Alfredo Martiz, participaron el pasado 8 de julio en el conversatorio ‘Fotografía, memoria e identidad’, guiado por el curador de la muestra, Matías Costa, sobre cómo la fotografía puede convertirse en un espacio de memoria, reconstrucción y búsqueda de identidad.

El proyecto, cuenta Costa, surge por una petición de la directora del Centro cultural español en Panamá, Elena González, quien propuso hace ya algún tiempo al curador hacer un diálogo entre fotógrafos panameños y españoles.

“A mí la idea me entusiasma y me pongo a pensar en seguida, yo estuve en dos ocasiones en Panamá anteriormente justamente desarrollando un proyecto como un fotógrafo sobre la memoria y la huella de los zonians que estuvieron aquí. Y, a través de esa memoria y de esa huella también interesándome por el por el tema de cómo se gestó la construcción del Canal de Panamá y las consecuencias que hubo, de ahí nace una temática que a mí siempre me interesa, que es la temática de la memoria, el territorio y la identidad”, cuenta.

Costa destacó dos disparadores en el trabajo de los fotógrafos participantes, uno, una frase del alemán W.G. Sebald en su libro “Los emigrados” que dice “Ciertas cosas tienen como un don de regresar inesperadamente, a menudo tras un larguísimo periodo de ausencia”.

“Esas cosas que tienen un don de regresar, que tienen la insistencia de volver, son justamente los temas de los que tratan los trabajos de que hemos que hemos juntado en esta exposición”, asegura.

El segundo disparador es el síndrome del miembro fantasma, cuando una persona a la que le ha sido amputado un miembro sigue sintiéndolo. “Lo mismo que ocurre con los duelos. cuando perdemos un ser querido esa presencia sigue de una manera tan intensa que parece mentira que esa persona ya no está aquí”.

Finalizada esta introducción, Costa pregunta a Martiz y a Tejera, ¿de qué manera se vincula el trabajo que ustedes hacen con la memoria o por lo contrario, con el olvido?

Para Martiz, la fotografía era esa herramienta para inmortalizar un momento por la eternidad, recordando los viejos álbumes fotográficos. “Pero te das cuenta de que en el contexto del trópico en el que vivimos, no ocurre de esa forma, y es muy rápido el deterioro. La humedad daña la fotografía, comienza a velarse mucho más... de alguna forma el detonante para para yo comenzara a trabajar sobre el tema de la memoria fue ver que en una familia donde se procuraba tener ese recuerdo para siempre, sus miembros comienzan a olvidar y a perder la memoria”, reconoce el fotógrafo y arquitecto, refiriéndose a la última etapa de vida de sus abuelos.

“Eso me lleva a hacer todo este recorrido, a cambiar las formas de hacer fotografía, de buscar escenas de ausencia, escenas de abandono, tratando de entender, tratando de construir una historia, una narrativa en función de momentos que no tenía ninguna relación entre sí”, agrega.

Y eso también lo ha llevado también a pensar en la relación con el trópico bajo la idea de la dirección de la memoria en el tiempo, que es evidente en la arquitectura, en el diseño urbano, en el legado de la de la arquitectura militar de los estadounidenses; un proyecto que parte de un acercamiento documental, pero que también es otra forma de olvidar.

En el caso de Ana Elena Tejera, para ella la memoria en un lugar como Panamá es algo muy físico: trópico, tierra, mar... su conformación geológica da lugar al desarrollo del mundo entero y leer un libro como “Borrado: La historia no contada del Canal de Panamá”, que describe cómo una población fue desterrada de sus lugares de origen para conformar lo que se denominaría Zona del Canal, la hizo cuestionarse muchas cosas y preguntarse cómo esos cuerpos que habían vivido allí toda su vida iban a ser desarraigados.

Tejera participa con Los Incurables, fotografía en color y un ensayo cinematográfico en 16mm en el que los protagonistas se cuestionan qué pasó, qué van a hacer, pero no buscan dar respuestas, sino abrir un espacio reflexivo. También hay una danza de trance.

“Como como yo me quedo siempre con la con la ilusión de escuchar los testimonios de esos cuerpos desterrados y como yo como artista lo único que puedo hacer es como bueno voy a poner mi cuerpo eh para para para pensar en esos cuerpos”, dice Tejera.

Identidad

Panamá vive en un territorio complejo al que muchas veces el propio panameño le da la espalda y eso hace más difícil la creación de una identidad. “Imagina un ente que es fluido, que es vital, que realmente se va adaptando dependiendo del contexto, dependiendo de la de la situación en la que en la que se encuentra. ¿Qué ocurre cuando tratas de ir en contra de esa diversidad que tenemos?”, pregunta Martíz

El arquitecto es del pensamiento de que el hecho de que las cosas sucedan cada vez más rápido, no da pie a una capacidad de respuesta y una capacidad de asignar lo que está ocurriendo. “Entonces es muy rápido no fijar memoria de nada. Todo queda en el olvido, es un constante olvidar”.

Tejera mantiene su visión en la corporalidad. “Creo que de alguna forma los humanos, que somos agua y también minerales y rocas, de alguna forma nos hemos olvidado que venimos de la tierra que nos alimenta, ¿no? A mí me pasa cada vez que yo llego a Panamá y siento el clima de Panamá, mi piel se pone perfecta. Es como si la tierra me reconociera... , Somos eso también y de alguna forma lo hemos olvidado”.

Más allá de un pensamiento ecologista, la artista multidisciplinar quiere llevar a pensar al público, “si borraron a unos pueblos de una relación agrícola de muchos años, ¿qué va a pasar? ¿Cómo se sienten esos pueblos? ¿Qué va a pasar con los órganos que se alimentaban de ese territorio? Y, si yo vivía aquí y ahora vivo allá, ¿qué identidad tengo?”

La muestra

Costa llama la atención sobre los trabajos del resto de los participantes. “Esto no fue intencionado, pero ya viendo la exposición me di cuenta de que los tres artistas panameños el trabajo que les representa aquí vincula con una recuperación de algo que estaba olvidado, de algo que estaba ahí y que no se olvidó, que se trae de nuevo. Esto incluye el trabajo de Giana De Dier cuya obra se centra en la identidad y reconstrucción histórica de los afrodescendientes que participaron en la construcción del Canal. Y, sin embargo, los participantes españoles, presentan un ejercicio más sobre la identidad y borrando lo que existe”.

El curador menciona que Sergio Belinchón, en su Obra “Álbum”, de fotografía de archivo intervenida, lo que hace es borrar una identidad, quitarle protagonismo a las personas que se representaban. Lo que hace es darle protagonismo a la ausencia, a la herida.

Tony Lorenzo, por su parte, busca recuperar su historia familiar en la infancia traumática que le hizo huir de su lugar de nacimiento. Con su obra “El viajero”, que consta de fotografía, textos manuscritos y material de archivo sobre papel, lo que hace es elegir una nueva familia, un nuevo lugar y con ello se construye una nueva identidad, al igual que Laura Vela, en “Como la casa mía”, que retrata el encuentro entre ella y Xirou Xiao, dos mujeres jóvenes de distintas culturas que viven en Madrid y buscan su identidad en una ciudad que les resulta hostil a ambas.

“Justamente sin buscarlo y por oposición, los trabajos de los de los artistas panameños recuperaron una identidad que ya estaba y los de los artistas españoles que trajimos construyeron una nueva identidad porque la anterior ya no servía”, comenta Costa.

Y es que, para los panameños es vital guardar la memoria, sobre todo, para lograr esa identidad. Relacionando el territorio, los cuerpos, las heridas y la memoria, bajo esta misma idea del trópico y la dirección de la memoria en el tiempo, Martiz se imagina frente al lago Gatún como en el mitológico Leteo, el río del olvido, uno de los cinco ríos del Hades. “Nosotros estamos constantemente consumiendo el agua de del olvido de del lago Gatún y del Canal”, sugiere.

“Si pensamos en el olvido, ¿por qué olvidamos?”, se pregunta Ana Elena Tejera. “Olvidamos porque hay algo que duele. El camino sería entender qué duele tanto para que seamos una sociedad tan olvidadiza, ¿no?”

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