Panamá en sus 506 años: el rezago en el progreso social

  • 16/08/2025 00:00
En Panamá hemos abandonado el necesario debate público que se requiere para poder afrontar y resolver los problemas que afectan nuestra vida diaria, tanto en la escala ciudad como en la escala comunitaria

La característica principal del desarrollo urbano de la ciudad de Panamá durante los últimos 25 años ha sido la construcción de megaproyectos, tanto públicos como privados, con el fin de mantener la competitividad como hub regional. Es cierto también que toda esta inversión ha sido programada y ejecutada sin que la ciudad contase con un plan de ordenamiento territorial, ni de planes sectoriales que abordaran los retos relacionados con la gestión de la ciudad.

Estas inversiones, sin embargo, se divorciaron de los aspectos relacionados con la mejora en la calidad de vida de las comunidades, la necesaria gestión de los servicios públicos y el mantenimiento de la infraestructura. Este divorcio entre desarrollo de infraestructura y bienestar comunitario queda evidenciado en las protestas que frecuentemente protagonizan los moradores en áreas tanto centrales como periféricas, debido a problemas como el acceso al agua potable, cortes y fluctuaciones del servicio eléctrico o el desbordamiento de aguas negras en las calles.

A estos problemas se les podría agregar una larga lista de situaciones que a diario debe confrontar el ciudadano de a pie, y que más que problemas, son situaciones que se han normalizado ante la falta de respuesta. Congestión permanente del tráfico, a pesar de la considerable inversión en infraestructura vial que se ha realizado durante la pasada década; basura desperdigada por doquier, no solo en la ciudad, sino en cualquier urbe del interior; falta de aceras y ocupación ilegal de las pocas que existen.

En términos generales, Panamá se ha quedado rezagada en lo que respecta a resolver los problemas que aquejan a las comunidades. Para evidenciar ese rezago, citaremos dos de entre la innumerable variedad de iniciativas transformadores que se están ejecutando en América Latina actualmente. La primera, las “Manzanas del cuidado”, iniciativa de la Alcaldía Mayor de Bogotá, Colombia, y la segunda, en Costa Rica, donde el gobierno de este país está implementando el “Modelo de Vivienda Urbana, Inclusiva y Sostenible (VUIS)”.

Concebidas como nodos integrales dentro de la ciudad de Bogotá, las “Manzanas del Cuidado” agrupan en un perímetro caminable de 800 metros, una amplia oferta gratuita para mujeres que tradicionalmente dedican muchas horas al cuidado no remunerado: desde educación y salud hasta respiro y emprendimiento, incluida la atención para quienes cuidan a otros, lo cual ha permitido beneficiar a miles de mujeres, liberando tiempo para las cuidadoras y mejorado su calidad de vida en sus propios barrios.

En lo que respecta a las VUIS de Costa Rica, mediante este proyecto se ha buscado repoblar y renovar zonas urbanas subutilizadas con proyectos habitacionales de pequeña huella física, integrar socialmente a distintos grupos poblacionales. Además, ha potenciado la participación de empresas locales -pequeñas y medianas-, en la construcción, generando un modelo alternativo de desarrollo de vivienda social, que también brinda empleo para comunidades productivas locales.

Estas son solo algunas de las iniciativas que de forma sistemática abordan problemáticas sociales desatendidas en países vecinos -ya sea el de la falta de apoyo a la mujer en el hogar o de mejora integral de la vivienda y los barrios en zonas abandonadas-, y que se distancian de la visión del megaproyecto de infraestructura que ha predominado durante los últimos 20 años en Panamá.

La falta de planificación urbana como una seña de nuestra identidad

En Panamá hemos abandonado el necesario debate público que se requiere para poder afrontar y resolver los problemas que afectan nuestra vida diaria, tanto en la escala ciudad como en la escala comunitaria. Las autoridades han dejado de lado la gestión en favor de la licitación, y de esta forma se está tercerizando la función pública y social de las instituciones. Las autoridades tampoco se involucran en la generación de capacidades de gestión, lo que lleva a que muchos proyectos luego de inaugurados prontamente quedan deteriorados o en abandono. Similar destino sufren los problemas del día a día que quedan irresueltos.

Los mecanismos de participación ciudadana tampoco ayudan a articular las soluciones. En el caso de megaproyectos de inversión pública, estos se encuentran totalmente fuera del alcance de la aprobación ciudadana, quedando en manos de ministros y presidentes como una facultad casi exclusiva. En el aspecto comunitario, el ciudadano se ve orillado a aprobar propuestas de alcaldes y representantes a tambor batiente, sin la suficiente articulación, justificación o análisis. En ambos casos la ausencia de un plan urbano que genere un consenso sobre los deseos, las necesidades y los resultados esperados por parte de los actores involucrados es más que evidente.

En una fecha histórica, como la celebración de los 506 años de fundación de la ciudad de Panamá, cabe hacerse la pregunta, ¿dónde se origina este desinterés por la planificación urbana y la atención a los problemas de la ciudad? Algunos indicios para responder esta pregunta los podemos encontrar en la historia colonial, más precisamente en el libro La ciudad imaginada: Historia social y urbana del Casco Viejo de Panamá (2014), del historiador panameño Alfredo Castillero Calvo.

De los testimonios recopilados de esta obra, resalta la resistencia al compromiso de plasmar y seguir un plan o una visión para la ciudad, en un entorno que se construyó con base en el oportunismo. Así tenemos, por ejemplo, como a pesar de que a Pedrarias de Ávila la Corona lo instruye sobre la necesidad de mantener un esquema racionalista en la fundación de poblados y ciudades en el Istmo, y al mismo tiempo, este solo tenía unas instrucciones “vagas, ambiguas y generales” en su detalle, que presumían que él conocía el modelo a seguir.

La afirmación de que no existe “un solo texto que revele de manera explícita qué idea en mente tenían los colonos cuando soñaban sus ciudades”, es una clara muestra de esta condición especulativa que subsistió a lo largo de la historia. A esto hay que sumarle la desatención a los problemas de la vida cotidiana. Esto se evidencia, por ejemplo, en el desinterés por construir un acueducto que facilitara el aprovisionamiento de agua tanto en Panamá la Vieja como en el Casco Antiguo, a pesar del impacto que esta situación tendría en el confort, y por último en la seguridad de la ciudad frente a los frecuentes incendios.

La formulación y socialización de un plan es una forma de compromiso y consenso que las autoridades y las élites del país hacen con la población respecto a la atención de un problema de la ciudad o de una visión que se desarrollará en un tiempo y con unos recursos específicos. El rezago que muestra la ciudad de Panamá en formular planes que impulsen una visión de un futuro transformador condena el destino de esta ciudad al desinterés e incapacidad para confrontar sus problemas más cotidianos.

Esta resistencia a una planificación urbana democrática deriva de una mezcla de intereses económicos -especulación, control del suelo, limitaciones al lucro-, poder político capturado, y una cultura histórica que prefiere la segregación y evita formas de urbanismo inclusivo. La visión elitista tiende a priorizar el espacio como inversión privada antes que como territorio de derechos. Superar esta resistencia implica recuperar la ciudad como un bien común: reforzar la institucionalidad democrática, transparentar los procesos, empoderar a la ciudadanía y desprivatizar el urbanismo.

Para más historias sobre la ciudad, sus barrios y su futuro visita el sitio web: https://metromapas.net/

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