Teresita y sus memorias

Actualizado
  • 10/03/2024 00:00
Creado
  • 09/03/2024 16:32
A la luz de mis memorias es un libro que, a lo largo de sus 526 páginas, se sumerge en las interioridades del mundillo político panameño de las últimas seis décadas. Su lectura no me cambió el sabor de boca frente al hecho de la toma de posesión en Clayton, la desmemoria en la que se quiso enterrar los hechos de la invasión y la forma de hacer política en este país istmeño

Acabo de terminar la lectura de un libro que, les confieso, había evitado leer. Se trata del texto autobiográfico A la luz de mis memorias, de Teresita Yáñiz de Arias, quien a lo largo de 526 páginas cuenta la vida como la recuerda, tal como dijo Gabriel García Márquez en Vivir para contarla, allá por 2002.

Exdiputada, feminista y esposa de una de las figuras políticas panameñas más recordadas de la segunda mitad del siglo XX e inicios del siglo XXI, Yáñiz de Arias comienza el relato de su vida con un capítulo breve dedicado a la historia de Cuba, su isla natal, que termina así: “La paz llegó con el Tratado de París, del 10 de diciembre de 1898, que no llevó firma cubana, pues los signatarios fueron España y Estados Unidos, país que tomó el control absoluto de Cuba, Puerto Rico y Filipinas”. Es imposible aquí no pensar en los firmantes del Tratado Hay-Bunau Varilla.

Yáñiz de Arias nació en La Habana en enero de 1943 y fue testigo de la caída de la dictadura de Fulgencio Batista, y del desarrollo de la Revolución Cubana que, también, devino en dictadura. Aparece Radio Rebelde, transmitiendo desde la Sierra Maestra; el relato de “La noche de las Cien Bombas”, la desesperación de los hombres de Batista y la noche del 2 de enero de 1959, cuando “Ernesto Che Guevara, médico argentino, y el cubano Camilo Cienfuegos, acompañados de 600 milicianos del Movimiento 26 de julio, entraron a La Habana, ocupando sitios estratégicos como el Palacio Presidencial, el Capitolio y Columbia. La ciudad estaba bajo su completo control”.

La imagen que sigue es la de una joven de 15 años que, entusiasmada, se une a las miles de personas que salieron a recibir la Caravana de la Libertad. “Todos gritamos cuando reconocimos a Fidel Castro en uno de los primeros vehículos, un jeep abierto. Vestía de fatiga y portaba una ametralladora pequeña en la mano”.

Cuando salió el libro en 2023, Yáñiz de Arias fue clara al decir que no era este un texto de historia, en el sentido académico de la palabra, pero los primeros cinco capítulos atrapan porque es posible mirar la Revolución desde adentro... Con la conciencia de que se trata de una testigo que, pocos años después, salió al exilio. “Desperté a esta realidad en junio de 1961, al escuchar al primer ministro, Fidel Castro, dirigirse a un grupo de intelectuales y artistas en la Biblioteca Nacional: “Con la Revolución todo, contra la Revolución nada”.

La historia de Yáñiz de Arias en Panamá empezó en 1963, con la Universidad de Panamá de fondo escénico. Allí conoció a Ricardo Arias Calderón, docente, filósofo, político. Eran los tiempos de las luchas nacionalistas y ambos se casarían civilmente el 9 de enero de 1964. “Esa tarde acudí a la universidad, sin conocer todavía que las clases se habían suspendido tras los incidentes violentos que sacudían las ciudades de Panamá y Colón, como respuesta a la agresión sufrida por un grupo de estudiantes del Instituto Nacional, quienes exigían se izara la bandera panameña en la Escuela Secundaria de Balboa...”.

El libro recorre los sucesos de enero de 1964, las elecciones de 1968 -elecciones marcadas por la violencia verbal y física, adornadas con promesas y acusaciones similares a las que se escuchan hoy, casi 50 años después-, el golpe de Estado y el exilio. Otra vez, como protagonista de primera mano (Arias Calderón fue el segundo vicepresidente en la nómina de Antonio González Revilla, por el Partido Demócrata Cristiano), la exdiputada relata algunos detalles de la contienda, del clima electoral, del golpe perpetrado por la Guardia Nacional.

Especialmente interesantes resultan las páginas dedicadas a la fundación del Diario La Prensa y las crisis sufridas por el medio y sus trabajadores durante la década de 1980, y el distanciamiento y decepción que Yáñiz de Arias revela frente a un diario que, tras la toma de posesión del presidente Guillermo Endara y sus vicepresidentes -Ricardo Arias Calderón y Guillermo Ford-, se dedicó a hacer “periodismo amarillista”: “Lo que nunca esperamos fue que algunas de las más despiadadas acciones de sabotaje y desestabilización provinieron del diario La Prensa, el mismo que Ricardo había ayudado a fundar y cuya directiva lo conocía como un hombre de principios”.

La exdiputada se está refiriendo ya al período post invasión, cuando Arias Calderón era ministro de Gobierno y Justicia y estaba a cargo de la transformación de las Fuerzas de Defensa en Policía Nacional.

Antes de esto, claro, está el capítulo de la invasión. Y es aquí donde reside la razón de por qué no quería leer este libro: porque la invasión duele. Porque leyendo A la luz de las memorias hay que volver a pasar no solo por el propio hecho de la intervención armada, sino por el acto de toma de posesión que la alianza de oposición hizo en la base militar de Clayton.

Yáñiz de Arias explica que la alianza -Endara, Ford y Arias Calderón- quedó envuelta en una situación inesperada y no buscada. Es la versión repetida una y otra vez, que sin embargo mantiene intacto el cuestionamiento sobre la justicia de los acontecimientos: Endara, Ford y Arias Calderón sabían que era inminente una invasión horas antes de que ocurriera, mientras la mayor parte de la población se acostaba a dormir. Muchos no verían el amanecer.

El libro, claro está, no se detiene en el gobierno post invasión; Yáñiz de Arias fue diputada y detalla procesos de formación de alianzas partidistas, sus propuestas de ley, los actos de corrupción dentro de la Asamblea, su papel en el gobierno de Martín Torrijos y la desconfianza que le generaban los panameñistas, entre otros temas, sin ahorrarse nombres.

La edición que llegó a mis manos fue la primera, la de 2023, impresa con tapa dura. Hace unos días se anunció la publicación de la segunda edición, en tapa blanda. ¿Que si recomiendo su lectura? Francisco Díaz Montilla, docente en la Escuela de Filosofía de la Universidad de Panamá -allí mismo donde trabajó Ricardo Arias Calderón-, me dijo una vez que había que leer a los autores con los que no estábamos de acuerdo, para conocer sus ideas y posturas y tener material para contestarles. La historiadora Marixa Lasso, por su parte, me comentó alguna vez que los libros autobiográficos son los más honestos, en el sentido de que uno sabe de antemano que es la versión de quien lo escribe.

Con estas dos ideas como premisas, diré que el libro está bien escrito, impecablemente impreso y dos colegas periodistas a quienes estimo y respeto, Lineth del Cid y Mónica Guardia, tuvieron un papel en su hechura. Por si fuera poco, el historiador Omar Jáen Suárez también estuvo involucrado en el proyecto. Además, a lo largo de sus 526 páginas es posible sumergirse en las interioridades del mundillo político panameño de las últimas seis décadas.

Yáñiz de Arias menciona varias veces que no se puede vivir de la historia, en el sentido de que resulta inútil guardar rencores si se quiere avanzar. Una hasta podría estar de acuerdo, en principio. Pero no se trata, me parece, de rencores ni mezquindades, esta última una de sus palabras más recurridas. Mezquino en su segunda acepción: falto de generosidad y nobleza de espíritu. No. Se trata de que hay episodios que para el país son Historia, pero para el individuo es su vida misma, su existencia, y esa existencia tuvo un antes y un después tras el 20 de diciembre de 1989. Que esa democracia que se instaló a bombazos en una base de los Estados Unidos nació rota, y que a lo mejor ello algo tiene que ver con la situación que padece hoy el país.

La invasión de Estados Unidos a Panamá fue hace 34 años, y la declaración de luto nacional se logró apenas hace dos, en el 2022. Así de lenta corre la memoria histórica en este país. Tal vez por eso es que el 20 de diciembre, al ser libre ahora, amenaza con volverse día de compras navideñas; treinta años de olvido oficial no pasan en vano. A esto podríamos añadir que, durante todo el periodo presidencial de Guillermo Endara, a la invasión se le llamó liberación.

Es esto lo que rescataré de A la luz de mis memorias: tiene valor para la reconstrucción de la memoria histórica de un país que no se ha atrevido a hablar sobre la invasión en los libros de textos escolares (aunque sí desde su literatura), pero no me cambió el sabor de boca frente al hecho de la toma de posesión en Clayton, la desmemoria en la que se quiso enterrar los hechos de la invasión y la forma de hacer política en este país istmeño, con su cuota de alianzas inverosímiles y sus penosas prácticas de clientelismo.

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