'El juego del calamar', una mirada a la desigualdad surcoreana

Actualizado
  • 14/10/2021 00:00
Creado
  • 14/10/2021 00:00
Una historia de violencia, traición y desesperación retrata de forma inusual, pero innovadora, la realidad de Corea del Sur. Una temporada que rompe el molde de la 'típica' serie surcoreana.
Los juegos infantiles son el vehículo de la ironía entre seguridad y muerte.

La nueva serie del director surcoreano, El juego del calamar (2021) cuenta con nueve episodios en su primera temporada y se ha convertido rápidamente en una de las series más aclamadas por los suscriptores de Netflix, ocupando la lista Top 10 por dos semanas en más de 94 países. El “fenómeno” de la serie surcoreana ha sobrepasado los títulos estadounidenses, siendo la serie más exitosa en países de Europa, África, Sudamérica y Asia, que cuenta una historia diversa y violenta, y expresa de forma mordaz la “lucha a muerte” por sobrevivir en una sociedad de alta exigencia.

La serie, protagonizada por Lee Jung-jae (Seong Gi-hun, N.º 456), Park Hae-soo (Cho Sang-woo, N.° 218), Oh Yeong-su (Oh Il-nam, N.º 001), HoYeon Jung (Kang Sae-byeok, N.° 067, y Heo Sung-tae como Jang Deok-su, N.° 101), muestra un territorio hostil en Corea del Sur, donde los participantes del famoso juego deberán competir hasta la muerte y tratar de sobrevivir para lograr sus metas y ambiciones.

El amplio alcance de Netflix en otros países forjó la popularidad de la serie. En un comunicado recopilado por CNN, la compañía informó que la serie distópica había sido vista por más de 111 millones de cuentas desde que debutó el 17 de septiembre. En comparación, la serie de drama de época Bridgerton, que anteriormente ocupaba el primer lugar, fue vista por 82 millones de cuentas en sus primeros 28 días.

Minyoung Kim, vicepresidenta de Netflix que supervisa el área Asia Pacífico, explicó a The Hollywood Reporter que “la razón por la que El juego del calamar tiene un gran significado para nosotros internamente es que es una prueba perfecta de que nuestra estrategia internacional ha sido correcta”. Esto quiere decir la producción de series con mayor autenticidad cultural, como expresó la vicepresidenta: “Los espectáculos locales más auténticos viajarán mejor”.

La serie es una crítica social sobre la desigualdad socioeconómica del país.

La distopía presentada en la serie es un mundo que se relaciona mucho con la vida real, con personajes que tienen historias profundas, emociones visibles y caminos rocosos que recorrer en menos de 10 episodios, pero ha servido para conectar con millones de espectadores. La historia, que gira alrededor de un grupo de marginados atraídos por una misteriosa organización, los lleva a participar en unos macabros juegos infantiles (basados en juegos reales en Corea del Sur) con el objetivo de conseguir 45 mil 600 millones de wones (alrededor de $38 mil 408 millones).

Esto da paso al desarrollo de la filosofía dentro de la narrativa de la serie, que al principio fue rechazada al ser presentada como una película de 120 minutos por Dong-Hyuk hace una década. “Creo que la esencia de esta serie es su comentario sobre la injusticia social: las divisiones de clase y la desigualdad financiera o, incluso, las cuestiones relacionadas con el género”, comentó Kim a The Hollywood Reporter.

La crítica social mostrada en la serie arranca desde dos elementos identificables: deudas y miseria. Los personajes entran al juego con la esperanza de poder sobrevivir y ganar el magnífico premio material, sin embargo, se topan con un desafío aún mayor: encontrar alianzas en medio de la devastación social y económica de su país. Desde un desempleado endeudado a raíz de negocios fallidos y juegos de azar, que se une a un administrador de fondos fracasado; hasta un anciano enfermo de cáncer que juega junto a una desertora norcoreana. Asimismo, se añaden un trabajador inmigrante pakistaní y un miembro de una banda criminal organizada, junto a otros cientos de personas que han caído en desgracia con el capitalismo surcoreano.

El panorama incisivo

El trasfondo de la historia de El juego del calamar abarca la profundización de la crisis de la deuda de los hogares que afecta a las clases media y baja en Corea del Sur, mostrando un panorama de desigualdad extrema que no se aleja mucho de la realidad actual, dado que la deuda de los hogares en Corea del Sur ha “aumentado considerablemente en los últimos años hasta superar el 100% de su PIB, el más alto de Asia”, según reportó el medio BBC.

Los personajes se unen por los elementos de miseria y deuda.

La realización de la serie ha contado con un presupuesto de más de $20 millones según ha difundido el medio asiático Today online, situando a la serie entre una de las más caras de la historia coreana, solo superada por Kingdom, Sweet home y Penthouse.

Lo que también actúa como un detalle atractivo para las audiencias es la forma mordaz de presentar los juegos inocentes de niños, como las herramientas usadas para determinar la muerte de los personajes que van perdiendo los seis desafíos principales. La conversión de la inocencia en maquinarias horribles fue la joya que utilizó Dong-Hyuk para mantener a los espectadores “concentrados en los personajes y no en la competencia”, según indicó en una entrevista recopilada por el medio BBC.

“La gente se siente atraída por la ironía de que los adultos sin esperanza arriesgan sus vidas para ganar un juego de niños”, expresó el director surcoreano. Esto se podría traducir en el aumento de terror al utilizar niños en cintas de horror como los principales “poseedores” de espíritus malignos. El juego de las percepciones se muestra como pilar clave en el desarrollo de las historias individuales de la serie.

Personajes identificables

Otro de los puntos a favor de esta serie, es la realidad que enfrentan sus personajes, quienes no se alejan mucho de las personas reales en el mundo, sin importar las latitudes en las que se encuentren. Kim Pyeong-gang, profesor de contenido de cultura global en la Universidad Sangmyung, apuntó a BBC: “La gente, especialmente la generación más joven que normalmente sufre de alienación y resentimiento en la vida real, parece empatizar con los personajes”.

La serie dirigida por Hwang Dong-Hyuk se ha convertido en la más exitosa en el catálogo de Netflix.

¿Es esto un peligro para la estabilidad emocional de los espectadores? No necesariamente, aunque en Bélgica se ha emitido una alerta por la réplica de los juegos presentados en la serie, principalmente el juego de Luz Roja y Luz Verde. Los niños en Bélgica modificaron el juego, agregando “un poco de maldad” a la actividad, pues aquellos que pierdan en este juego reciben un golpe, lo que hizo que las autoridades de la escuela pidieran que los padres hablen con sus hijos con respecto a la exposición a estas temáticas en las series de televisión, según reportó Milenio.

“Todos los participantes son iguales. Les estamos dando a ustedes, personas que han sufrido un trato injusto y discriminación en el mundo exterior, una última oportunidad de ganar una competencia justa”, indicó uno de los jurados dentro del juego en la serie. Esto bien podría ser un eco a la realidad socioeconómica surcoreana, donde sin importar el trabajo duro, la realidad del abismo crediticio no permite a menores de 30 años obtener una vivienda o pagar sus préstamos estudiantiles.

Los años de bendición económica de Corea del Sur (entre los años de 1970 y 1980) que habían continuado hasta años recientes, se ha visto empañada por la corrupción del gobierno y familias 'chaebol' (grandes empresas de familias influyentes socialmente). Esto ha llevado a una desilusión social con los altos costos de vivienda y educación, gastos esenciales en los planes de las familias de clase media que buscan enviar a sus hijos a universidades de su elección.

En este sentido, El juego del calamar se presenta como una crítica al estilo Parásitos, del director surcoreano Boon Joon-Ho, que “expone crudamente la crueldad real” en el país asiático. Si se ve entre líneas, la creación de Dong-Hyuk es un mosaico de la predictibilidad de las crisis sociales que acechan diversos países actualmente.

Si bien, quizá nunca se requiera de una muñeca inflable gigante para asesinar a los “perdedores” (personas que no se pueden mantener a sí mismas o sus familias por los altos costos de vida), la realidad de su trasfondo ya se ha vivido muchas veces en la historia de la humanidad, amparada por la cita del científico Herbert Spencer, que aún hoy hace eco: “La supervivencia del más apto”.

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