El índice de Confianza del Consumidor Panameño (ICCP) se situó en 70 puntos en junio pasado, con una caída de 22 unidades respecto a enero de este año,...
- 05/04/2020 00:00

Ocultaba cada vida, en la otra. Así no se darían cuenta de cómo era. Carismático, con su tez morena, sus ojos verdosos, su sonrisa radiante, sus cabellos rizados, y su verbo mezclado de voces pueblerinas y palabras de la élite, era una mezcla extraña, contradictoria, pero pegaba. Hacía clic. Le funcionaba. Una para el discurso político y otra para los negocios. Era un padre de familia tradicional, anclado en el cuarto mandamiento. Sus negocios eran prósperos, lo aprendió a punta de golpes, lo que le permitió conocer los dos lados del asunto, el oscuro y el productivo. Acumuló fortuna a punta de trabajo. De aquí y de allá. El sexo no le angustiaba. Su mujer le iba a ser siempre fiel, alejada de consideraciones sentimentales o feministas (tan excesivamente en boga, pensaba, aunque le asustaba un poco lo que le pasó al tal Weistein de E.U.), pero eso no importaba mucho, era por allá, por el norte, acá en esta patria que había contribuido a hacer, así pensaba, eso no pasaría nunca. Aquello del amor verdadero estaba en otra parte. Importante era la conquista. Y le era fácil, para eso había trabajado. Tenía dinero para comprar y compraba.
Los momentos verdaderos eran con las muchachas de las highclass, las italianas, colombianas, venezolanas, y especialmente las de su país, algunas amigas de la élite de su esposa. Ella, siempre le era fiel y miraba hacia otro lado. Pero no importa, dinero había para pagar el jet o el hotel de lujo. Para eso había trabajado. Que lo diga la Miss Universo sureña, lista a venir cuando él la llamara. Pero, qué importa, ella cree que no le descubrí el mohín de hastío cuando acabábamos y se vestía.
Pero el pasado viaja en ondas. Recuerda que él caminaba por los desechos roñosos de esos barrios, pero no era uno de ellos. Se mezclaba con la gente, entraba a las cantinas y lo saludaban con un: Alejandro, ya llegaste. Págate unas frías. La fiesta duraba hasta la madrugada y salía con los bolsillos vacíos, pero la juerga era simpática. Lo repetía en cada pueblo donde hacía su negocio. De abarrotería en abarrotería colocaba su mercancía, y como ya lo conocían, y era un pasiero, un hombre que se mezclaba con ellos y hablaba de tú a tú, no le regateaban.
Pero en el fondo él creía que no era uno de ellos. Sus padres con mucho esfuerzo lo enviaron a los Estados Unidos para que estudiara. Aunque no le gustaba mucho el estudio aprendió el inglés y el manejo de los negocios. Se instaló en la capital. Colocó su empresa principal y creó sucursales en los diversos pueblos, a los que nunca olvidó.

Tenía una aspiración que no la había compartido con nadie: ser millonario. En horas de la noche, cuando todos dormían miraba las cuentas en su computadora. Sumaba y miraba el margen de gastos y ganancias. Satisfecho sabía que iba sumando. El trecho era largo y había que acortarlo. Los pensamientos iban y venían por su cabeza. De repente, una luz iluminó su cerebro. En el pueblo donde tenía más amigos, un partido donde tenía muchos conocidos quería lanzarlo a diputado. Por qué no aprovechar. De inmediato llamó a su amigo que tenía un puesto importante en dicha organización.
-Oye, ¿José Antonio? Te llamo para saber si sigue la oferta. La del partido. Todavía tengo chance?
-Claro. Estábamos esperando a que decidieras. Tú eres el candidato ideal. Tienes carisma. Aquí, la gente te conoce. No te arrepientas, Alejandro. Vamos con todo. Ahora mismo le comunico al presidente del partido.
Me inscribí en el partido. No hubo problemas. Mi amigo publicista fue diseñando la campaña. Cada vez que entraba a un pueblo mis afiches me recibían. Malo tener plata y en mi caso carisma. Mi atractivo de siempre: la élite y el pueblito. Me llovían ofertas, propuestas, invitaciones. De acuerdo con lo previsto, gané. Años después me di cuenta del traspié cuando ya era insalvable. Una vez cometido el error sigue sucediendo de una manera irreparable. Me fui entusiasmando. Y vino la Asamblea y llegaron otros cargos. Me rodeó la adulación, los viajes al extranjero y los contactos con los grandes millonarios y las propuestas para los grandiosos negocios.
¿Arrepentirme? ¿Por qué? Veía con satisfacción que la cuenta del banco, subía y subía. Llegué al millón, a los cinco a los diez….subía y subía. Todo era hermoso, apoteósico. Y vinieron más ofertas, el chantaje político y pronto se dieron cuenta de que yo quería subir los millones. Esa aspiración no era un secreto. Y me buscaron y me encontraron. Firmé contratos sin garantías, me asediaron, y cedí sin querer queriendo.
Ahora estoy aquí, encerrado en esta celda, recorriendo el pasado. No entendí cómo cambié el televisor de 60 pulgadas por un aparato de radio viejo, la piscina de la casa, el flamante helicóptero por estas cadenas que me atan a la cama, y el guiño coqueto de mis amigas por los policías de mirada adusta que nunca sonríen. Una almohada es mi mejor compañía. De noche a oscuras, me veo en las cantinas de los pueblos, con gente campechana que me trataba como un amigo.
En cada final hay un preludio. Nuevamente en mi país. Aquí en las paredes de esta cárcel que prometí mejorar cuando era diputado. Aquí estoy solo. Sólo podré recordar. Miro por la ventana y veo dos bandos que gritan mi nombre. Observo, unos aplauden y otros me dicen ladrón. Cuál escojo, cuál me sirve, nada me sirve. Pero estas cuatro paredes me confirman lo que siempre supe, que yo no era uno de ellos.
Nació en Guararé, provincia de Los Santos, República de Panamá. Licenciada en filosofía, letras y educación con especialidad en periodismo.
Realizó estudios superiores en comunicación social, en ciudad de México. Exdirectora de radio y televisión educativa y de Canal Once. Ha sido columnista en diversos periódicos y en la actualidad en 'El Matutino'.
Ha publicado cuentos, artículos en revista nacionales y extranjeras. Se ha desempeñado como coordinadora del consejo editorial de la Fundación Omar Torrijos H. y profesora de comunicación social en la Universidad de Panamá. Ha publicado los siguientes libros: 'Piel adentro' (1986), 'Sueño recurrente' (1989) y 'Las capas del tiempo' (2017).