Francia marca su territorio

Actualizado
  • 10/04/2011 02:00
Creado
  • 10/04/2011 02:00
Desde que el mundo es mundo, entienden los realistas, las guerras se han librado por intereses económicos y geopolíticos. ‘La guerra es ...

Desde que el mundo es mundo, entienden los realistas, las guerras se han librado por intereses económicos y geopolíticos. ‘La guerra es la continuación de la política por otros medios’, escribió Carl Von Clausewitz, articulando una tradición de pensamiento que va desde Sun Tzu y Tucídides hasta Henry Kissinger, pasando por Maquiavelo y Bismarck.

Entender las relaciones internacionales de esta manera, sin embargo, no es algo unánime, y menos desde que la Segunda Guerra Mundial, con sus Hitlers, Stalins, Auschwitzs e Hiroshimas hiciera al mundo entender que, o se hacía algo al respecto o, no viviría nadie para contarlo. Así nació la ONU y todos los demás foros internacionales para discutir ésto o aquello.

La concordia de las naciones trajo ideas nuevas. Los que antes se habían matado por tierra y recursos ahora hablaban de democracia, libertad y derechos humanos. Nacieron las intervenciones humanitarias, en las que los gobiernos envían a sus mejores hombres a aliviar y remediar el sufrimiento de otros. Kosovo, Somalia o Haití son ejemplos de libro, pero no hay que escarbar mucho para encontrar motivos humanitarios en prácticamente todas las intervenciones de la ONU, OTAN o alianzas diversas en cualquier conflicto post-1945. Los últimos ejemplos son Libia y Costa de Marfil, en los que dos coaliciones internacionales han intervenido atacando directamente a las fuerzas del líder del país para proteger civiles. En el caso libio, la coalición la conforman la OTAN y dos países árabes, liderados por Francia. En el caso marfileño es la misión de la ONU en el país - UNOCI - la que ha tomado cartas en el asunto...apoyada por Francia.

Francia, entonces, se encuentra metida en tres guerras (incluyendo Afganistán), situación inédita en su historia reciente. Para todas existe un motivo liberal. En Afganistán, París entró a la coalición para defender a otro miembro de la OTAN: uno para todos y todos para uno. En Libia y Costa de Marfil, la responsabilidad de proteger civiles de las atrocidades de Gaddafi y Gbagbo hizo necesaria una intervención militar. Olvidándonos del caso afgano por viejo e irrelevante, ¿qué pensarían Von Clausewitz o Maquiavelo de la compasión francesa? Puede que una mirada más profunda nos ayude a encontrar la respuesta.

DE BENGASI A ABIYÁN

Hay que aclarar, antes que nada, que ambas intervenciones tienen naturalezas distintas. En el caso libio han influído las metidas de pata francesas al inicio de la ’primavera árabe’. Concretamente, el conocido incidente entre la (entonces) canciller Michele Alliot-Marie, su familia y un empresario cercano al expresidente tunecino Ben Alí. La situación, altamente vergonzosa, provocó el despido de Alliot-Marie y su reemplazo por el veterano Alain Juppe. Francia, que cuenta con una colonia inmensa de norafricanos y se autoatribuye una responsabilidad histórica y colonial sobre la región, cambió radicalmente el tono.

En el caso libio influyen también los cálculos electorales de Sarkozy. A poco más de un año de las elecciones, la popularidad de ‘Super Sarko’ está por los suelos, y ni siquiera es seguro que él sea el candidato de su partido. No sería la primera vez que Sarkozy utiliza los asuntos internacionales para aumentar su popularidad. En 2008 se autoinvitó a mediar entre rusos y georgianos y por esas mismas fechas propuso un ‘nuevo Bretton Woods’ ante la crisis económica. Los intereses económicos, que se limitan a la presencia en Libia de la compañía Total y la venta de armas al régimen de Gadaffi (irónicamente), son marginales.

La intervención marfileña, por el contrario, es una cuestión de neo-colonialismo. Francia es el poder dominante en casi todos los sectores económicos del país. A través de tratados forjados en el proceso de descolonización mantiene un cuasi-monopolio comercial en la gran mayoría del África francófona. Su apoyo a Ouattara y sus fuerzas se extiende hasta antes de la guerra civil. Básicamente, la ONU reconoce la victoria de Ouattara en las elecciones de noviembre porque los franceses lo dicen, a pesar de que la Corte Constitucional marfileña declaró la victoria de Gbagbo. El ya expresidente marfileño decía luchar por la verdadera independencia de su país y quería abrir el país a la inversión china, india y demás. Interviniendo a favor de Ouattara, París se asegura la continuidad de un orden que le beneficia.

LA POSICIÓN FRANCESA EN EUROPA

Más interesantes, aún, son las cosas que ambas intervenciones tienen en común. Para entenderlas hay que explorar la geopolítica francesa y su actual posición en la arquitectura europea. Francia es, al día de hoy, el músculo militar europeo e intenta presentarse como su líder en asuntos internacionales.

Francia, España, Inglaterra y Portugal fueron las grandes potencias coloniales. De todas ellas, sin embargo, Francia es la única que está incrustrada en el continente europeo. Mientras ingleses, españoles y portugueses viven aislados por el Canal de la Mancha y los Pirineos, Francia ha sido siempre una mezcla de poder europeo y potencia colonial. Por el contrario, Alemania, bloqueada por el Skagerrak, ha sido siempre el poder europeo por excelencia, y su historia está más relacionada con los poderes que rodean sus fronteras.

La relación franco-alemana es, entonces, el pivote de Europa. Durante y después de la Guerra Fría, Francia diseñó—junto a EEUU—la Unión Europea para magnificar el poder francés y eventualmente encerrar a una Alemania unificada dentro de la nueva arquitectura europea. Hoy, sin embargo, Francia se encuentra en el asiento del copiloto, mientras Berlín, a golpe de rescate económico, rediseña la estructura económica europea. Y si bien es cierto que Berlín y París, Merkel y Sarkozy, han colaborado estrechamente a lo largo del camino, no lo es menos que la Alemania de hoy es un país en pleno proceso de redefinición. Francia lo sabe, y por eso da tanta importancia al único aspecto en el que aún goza de superioridad total con respecto a Berlín: el militar.

MENSAJES FRANCESES

Francia posee un ejército formidable con capacidad expedicionaria. Es, junto al Reino Unido, el único país del occidente europeo que invierte más del 2% de su PIB en defensa. Su participación simultánea en tres conflictos demuestra su capacidad para proyectar poder. Además, no tiene miedo de apretar el gatillo cuando es necesario, como demuestran sus ataques a piratas en el Golfo de Adén o su declaración de guerra a Al Qaeda en el Magreb Islámico.

Liderando la intervención en Libia y metiéndose en Costa de Marfil, Francia manda un poderoso mensaje tanto a Europa como a Alemania. A Europa le dice que si bien el ’poder suave’ y el liberalismo están bien, muchas veces se necesitan armas para salvaguardar intereses. Y en esas, hay que bailar a ritmo francés. A Berlín, Francia le dice que si bien es un hecho que el liderazgo político y económico está al este del Rhin, el liderazgo militar y diplomático en Europa está firme en París. El mensaje ha sido recibido en Berlín, en donde fuertes críticas hacia la débil posición alemana en el asunto libio se han sumado a la ya difícil posición del gobierno de Ángela Merkel.

Francia ha aprovechado dos circunstancias favorables para mandar mensajes importantes. Para crédito francés, además, hay que señalar que son mensajes baratos. Ambas reafirmaciones de poder se producen en un marco en el que París no ofende directamente a Washington—el verdadero poder—ni a Berlín. El problema vendrá cuando los intereses franceses choquen con los alemanes, algo que no es difícil de imaginar. Europa, como bloque, sigue cayendo económica, política y culturalmente. Alemania coquetea cada día más con Rusia, siguiendo un patrón histórico que vuelve a repetirse. En el medio está Europa del Este, que ve con pánico como Berlín y Moscú se abrazan y corre a pedir auxilio a Washington y París. Es al este del Oder, no en África, donde puede haber un choque intereses.

El lector habrá notado que la gente de Costa de Marfil y Libia, víctimas reales pero también excusas convenientes, son los grandes ausentes de éste análisis. Esta pequeña observación debería darnos una buena idea de cómo funcionan las cosas en este mundo. Von Clausewitz estaría de acuerdo.

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