Concesionaria Madden Colón llevó a cabo un simulacro de accidente sobre la autopista como fase final del Curso de Formación de Brigadas de Emergencias,...
- 24/08/2014 02:00
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Está sentado en la acera de una calle céntrica de Zaragoza y frente a unos elegantes almacenes. Carga un letrero con el siguiente mensaje: ‘No tengo trabajo ni donde vivir; no he comido, le solicito me ayude’. Es un joven negro alto que viste una ropa gruesa y tiene alrededor de su cuello una bufanda para defenderlo del frío nocturno.
No quiere decir su nombre y de manera esquiva, casi entrecortado confiesa que tiene 22 años y que proviene de Sierra Leona, que a través de Mauritania empezó un viaje que duró dos semanas por el mar. A la primera, se le terminó la comida, un día antes, se le agotó el agua.
En su país era conductor de taxi y hacía dos meses que había llegado a España. No dijo cómo hizo para terminar en esta ciudad que está situada a cuatro horas de Madrid. Interrumpe su testimonio que fue brindado, mientras sus ojos se movían hacia los lados, como atentos a que pudieran echarlo del lugar y se negó a agregar otros detalles.
Abdul, otro joven de 26 años ha tenido más suerte. Dice que llegó al país en avión desde Senegal hace ya un par de años y se dedica a la venta de buhonería en las noches y recorre bares, cafeterías y terrazas donde la gente se sienta a tomar refrescos, dulces y café o a comer en las calles estrechas del sector más antiguo de Zaragoza.
Es lógico que aquellos que optan por emprender semejante recorrido, dejan por un lado a una sociedad que no les ofrece expectativas de progreso y realización y donde también hay discriminación, pero ellos y ellas generan un desalojo de los mejores exponentes, los más capacitados y emprendedores, que dificulta las posibilidades de un desarrollo futuro en esas naciones africanas.