La literatura como migración

Actualizado
  • 09/07/2017 02:03
Creado
  • 09/07/2017 02:03
La literatura, como saber total de la vida, es la ventana más idónea para comprender que todo está relacionado, que no hay nada suelto al libre capricho 

Si la literatura es comprendida como un saber total (no totalitarista), porque reúne en ella todos los saberes creados por los seres humanos por su trayectoria en el planeta, no le es indiferente el fenómeno migratorio, del latin migratio -onis. tanto local como global. No hay literatura sin la migración, entendido esto como el movimiento de un punto al otro, de una región a la otra, de un país al otro y de un continente al otro.

No es que la literatura sea una ‘compañera de camino' de la migración, sino que la literatura misma es un fenómeno migratorio. No hay literatura encerrada en un punto fijo. No hay literatura sin movimiento, porque el ser humano, su característica principal, es la mutación, la transformación y el cambio.

¿Es qua acaso no consideramos como un buen texto literario cuando un personaje y una situación son atrapados en sus complejas contradicciones y finas transiciones? ¿No consideramos como falso y mal representado un personaje o una situación, a no ser que se tenga una imagen falsa de sí mismo, cuando no reconecemos lo múltiple en el uno y viceversa.

‘No es que la literatura sea una impostura, pero tampoco es un espejo de la llamada realidad'.

En este sentido, la literatura, la fuerza de la misma, está en representarnos estas multiples migraciones de sentimientos, recuerdos, vivencias y experiencias. No hay texto literario de valía sin esta experiencia de la migración que ha sido representado en diferentes formas desde la época clásica griega hasta nuestros autores modernos como un Kafka y un Borges.

Y en la filosofía podría decirse que si hay un pensador que pensó el fenómeno de la migración fue Schopenhauer que, en su clásica obra, el Mundo como Voluntad y Representación , afirmó que la pregunta filosófica no era indagar qué es la vida, sino cómo es la vida, pregunta que ha sido siempre abordada por el saber literario por prestar atención al intenso movimiento de la vida.

Quizás demasiada atención a las técnicas, a las estructuras formales y al desglose lingüístico ha provocado que la literatura sea un conjunto de textos aburridos donde los propios estudiantes, en la Universidad, no alcanzan a leer un solo libro de literatura. Y no se diga en filosofía, sociología e historia.

Maestros y profesores se contentan con dar un resumen o lo que ellos creen que es un capítulo significativo de un texto y, de este modo, se termina dando una estocada de gracia a lo que nunca se ha comprendido ni jamás se entenderá.

La literatura, como saber total de la vida, es la ventana más idónea para comprender que todo está relacionado, que no hay nada suelto al libre capricho de la simple inspiración, pero sí al hecho de que el mismo texto que tenemos en las manos es un texto migratorio, que ha pasado por varias lecturas y escrituras de siglos, cruzando mares y cielos, porque no hay texto que sea un mundo cerrado, autárquico.

Un texto es un conjunto de relaciones que se transforman y que ha sido llamado por Kristeva y Barthes como intertextualidad, un tejido, que cruza todo el universo literario de pasión, deseo y devenir. Cada texto es la transformación de este tejido, de este capital migratorio, de rutas y trayectorias, cuya fuerza consiste en cruzar fronteras y poderes.

Por supuesto, el poder, cuando es ciego y totalitario, dictatorial (y mismo democrático), trata de imponer una línea, un conjunto de textos permitidos, pero la fuerza del texto como tejido es que no hay forma política que termine con la migración, al menos que los libros y el conocimiento (que es siempre transformador) sean lanzados a las llamas como se hizo en la Alemania nazi. En este sentido, la literatura es resistencia, pero no por estar en contraposición a algo, pero sí por su propio carácter migratorio, que resiste a la ‘misión' que debe cumplir la literatura para cumplir o fortalecer alguna entidad metafísica llámese el Hombre o Dios, La Humanidad o la buena voluntad.

La buena literatura carece de ‘misión' porque rechaza la propaganda y el proselitismo, la puesta en escena y la falsedad. Sin embargo, creo que nadie que escriba no haya alimentado esta falacia aunque sea con una frase.

Pero este es un proceso de aprendizaje, es un ir y venir, hasta que uno se da cuenta que, si verdaderamente se desea trabajar por la literatura, hay que escribir mostrando las contradicciones y las paradojas, las duplicidades y los conflictos de esta vida que solo la literatura puede mostrar pero llevándolos a una (meta) realidad que, sin embargo, mucho tiene que ver con nuestra llamada realidad concreta, el conocido día a día, una realidad que cada día nos resulta más extraña porque parece ser que una lógica es la que parece imponerse: el desinterés mutuo.

Y en este proceso de construcción, por cierto, el lenguaje juega un factor primordial. ¿Cuántos no temen de ser acusados de vulgares o muy rebuscados? Hay una censura propia que opera contra el libre ejercicio de la escritura y me parece que sólo aquellos que la vencen, logran llegar a la otra orilla.

La gran novela de Vargas Llosa, Conversación con la Catedral , comenzó con una pregunta fuerte, directa, trascendental: ‘¿En qué momento se había jodido el Perú?'. A partir de aquí hay toda una formulación literaria difícilmente superable. ¿Y si pensamos en García Márquez con su novela corta El Coronel no tiene quien le escriba ? ¿Quién no se acuerda de su final memorable?

Es cierto, como dijo Nabokov, que la literatura construye su propio mundo y, como muchos no comprenden este giro, creen a veces sentirse retratados (para bien o para mal) en algún u otro personaje. Por muchos años he vivido con la queja de una tía mía que se ha sentido injustamente retratada en un personaje de Recuerdo Panamá. Cada vez que hay reunión familiar me lo hace saber y ha sido inútil, para no decir frustrante, tratar de explicarle que no es ella, que es un personaje literario, una construcción literaria que es resultado de otro proceso de tratamiento con la llamada realidad. Es más, el Panamá que allí se dibuja nunca ha existido. Es un Panamá que solo la literatura hace posible.

No es que la literatura sea una impostura, pero tampoco es un espejo o una proyección de la llamada realidad. Comprender este fenómeno de la literatura, cuyo saber es la relación de todos los saberes de este mundo, es el acto más humano del reconocimiento de su carácter migratorio, transformador y dinámico.

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