Pollera, fetichismo cultural y diversidad

Actualizado
  • 23/01/2018 01:00
Creado
  • 23/01/2018 01:00
Lo anterior no es accidental, sino el resultado de los intereses contrapuestos y las tensiones históricas entre las identidades que conforman

La Real Academia Española define al fetichismo como ‘idolatría o veneración excesiva', o una ‘desviación sexual que consiste en fijar alguna parte del cuerpo humano o alguna prenda relacionada con él como objeto de la excitación y el deseo'.

Esta última definición es atribuida a Sigmund Freud, padre del psicoanálisis qu,e como ejemplos típicos de fetiche, hacía referencia a la parafilia por los pies o por un zapato.

Pero el fetichismo también tiene una connotación en otras Ciencias Sociales, particularmente en los estudios antropológicos sobre la devoción religiosa que los ‘pueblos primitivos' desarrollaban por objetos inanimados a los que asignaban supuestos poderes místicos. Algunos ejemplos son los tótems de las naciones nativas de Norteamérica, o las estatuas de santos en la fe católica.

En la economía política, puntualmente en los trabajos de Carlos Marx, el concepto de fetichismo adquiere una nueva dimensión, entendido como un resultado de las relaciones mercantiles, donde los objetos materiales se humanizan y las personas terminan siendo cosificadas. Así, un auto o una cartera de diseñador se convierten en objetos de fetiche cuando la sociedad les asigna un valor simbólico (en este caso, como símbolos de estatus) por encima de su valor de uso real.

En el caso de la pollera de gala, también objeto de fetiche en Panamá, podríamos preguntarnos: ¿cuántas artesanas que las confeccionan pueden darse el lujo de comprar una, incluyendo las prendas de oro que las acompañan?

Cada noviembre, cuando el país se transforma en un hervidero de patrioterismo, o en el mes de enero, con el Desfile de las Mil Polleras, este vestido proveniente de la región de Azuero, junto con los sombreros ‘pintaos' y las guayaberas, se convierten en las imágenes más recurrentes en los medios de comunicación.

Lo anterior no es accidental, sino el resultado de los intereses contrapuestos y las tensiones históricas entre las identidades que conforman y se disputan la orientación del Estado nación panameño.

En otras palabras, estas prendas son los símbolos culturales dominantes del Panamá blanco, hispano y cosmopolita, considerados los portadores de lo más ‘puro' del folclor panameño y ejes centrales de nuestra identidad, con un mayor peso en el imaginario popular que la pollera congo, la enagua ngäbe, la saburet guna o la paruma emberá, que representan una herencia africana e indígena que nos empeñamos en invisibilizar.

Durante el Desfile de las Mil Polleras pasado, se viralizaron las imágenes de una inusual pollera negra cosida en lana, con lo cual algunos puristas comentaron que hacía falta una ley para proteger al traje nacional de este tipo de ‘sacrilegios'. El fetichismo en torno a la pollera es tal, que cualquier variación fuera de las normas se toma como un ataque a nuestra identidad.

¿Por qué no resaltar más bien nuestra inmensa diversidad? Recientes investigaciones realizadas por el Instituto Conmemorativo Gorgas de Estudios de la Salud, han determinado que el ADN de la mayor parte de los panameños y panameñas está compuesto por una base genética mestiza: en el caso de la herencia materna hay una mayor presencia de genes indígenas, y en el caso de los genes paternos, una herencia europea y africana.

Habría que añadir, además, la presencia de larga data (producto de los primeros ciclos migratorios a finales del siglo XIX e inicios del XX) de las poblaciones de origen chino, indio, árabe y hebreo; además de las importantes migraciones de las últimas dos décadas, provenientes de Colombia, Ecuador, Venezuela, República Dominicana y Perú.

Sin duda, un gran reto para Panamá en este siglo XXI es lograr que nuestra diversidad cultural sea potenciada como una fortaleza y no como un elemento divisorio.

Para lograr un desarrollo pleno, es imperativo romper con las barreras simbólicas que nos han impedido consolidarnos como lo que somos: una nación de nacionalidades.

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