La operación

Actualizado
  • 25/08/2018 02:00
Creado
  • 25/08/2018 02:00
En las siguientes presentaciones, sus movimientos en el escenario fueron felinos, aunque menos habilidosos a causa de su dolencia

Samara se contorsionaba en el escenario, su cuerpo un arco hasta que se liberaba la tensión en un maravilloso salto de una plataforma a otra, en la que caía de pie, cual pantera. Otra maravillosa puesta en escena de la gran bailarina de danza moderna junto a su compañía, ante los ojos de un público enamorado, cuya admiración por Samara crecía por el vuelo que tomó su carrera después de una lesión que debió acabarla como bailarina.

La ducha de media tarde era un ritual necesario para su cuerpo esforzado. Al bajar sus manos por la baja espalda cuando masajeaba sus músculos agarrotados, se topó con una pequeña protuberancia en la piel tierna al tacto. «Será un furúnculo», pensó. Decidió dejarlo; ya se iría solo o ella iría donde un médico para que le recetase antibióticos.

Evitó sus glúteos para no sentir dolor. En las siguientes presentaciones, sus movimientos en el escenario fueron felinos, aunque menos habilidosos a causa de su dolencia. Cuando Samara se hartó de soportar el dolor, se inspeccionó otra vez en la ducha. Para su alarma, había crecido su furúnculo. No esperó más, a las dos horas ya estaba en el consultorio de un médico enumerándole sus problemas. Él le indicó que subiese a la camilla para auscultarla. Se tragó sus quejas del dolor por el tacto. Las arrugas del ceño del médico aumentaron.

—Nunca había visto algo así. —Se reacomodó los lentes sobre el tabique con el dedo del medio—. La referiré con un especialista.

Samara aceptó la referencia, pero dispensó de ella. Necesitaba a la doctora de Gracia, quien le había devuelto sus piernas, su vida. No había nadie más adecuado para diagnosticar su problema. En su necedad, mientras esperanzada en Dios que su problema no fuese tan serio como para empeorar, esperó los dos meses para conseguir cita con la doctora y cirujana prodigio Laurencia de Gracia. Otra vez pasó por la humillante vestida y desvestida y por el examen del área tierna. El montículo había crecido; una vez en un espejo lo escudriñó, a sus ojos era como un triángulo de carne que amenazaba con metérsele entre las nalgas.

—No es nada perjudicial. —Samara sintió alivio—. Parece que te está creciendo una cola.

Samara enmudeció de la sorpresa. Instantes después, inspiró profundamente para sosegar su respiración.

—Muy bien. Entonces, ¿qué se puede hacer al respecto? Es molesto y me duele.

La doctora de Gracia asintió comprensiva y le indicó con un gesto que se vistiese.

—Podría extirpársela. Aunque, en mi experiencia, esas cosas tienden a volver a crecer en estos casos.

—A volver a crecer en estos casos —repitió con sarcasmo e irritación creciente.

—Oh, sí. Al menos no son plumas. —Ignoró a Samara cuando chilló «plumas»—. Era lo lógico. Cuando le operé me pidió que le diese la gracia de una pantera, y así ha sido. ¿Qué esperaba que ocurriese? —Con pluma y papel comenzó una receta para antiinflamatorios y bálsamos—. El mejor de los casos es que le crezca pelo.

—No, no, no. Extírpemela. Todas las veces que haga falta, si vuelve. ¿Por qué querría tener una abominación peluda en mi cuerpo?

—Porque sin duda una cola ondulante, lustrosa y negra se vería mucho mejor que un guindajo color carne entre sus piernas como si fuese un hombre, ¿no cree? ¡En lo personal, pienso que le quedaría de maravilla!

ESTUDIANTE DEL TALLER DE CUENTO AVANZADO

‘No esperó más, a las dos horas ya estaba en el consultorio de un médico enumerándole sus problemas. Él le indicó que subiese a la camilla para auscultarla. Se tragó sus quejas del dolor por el tacto. Las arrugas del ceño del médico aumentaron'.

EDITH I. CANTILO-PAZ VEGA

Estudiante y traductora

Ciudad de Panamá, Panamá, 1994. Estudiante, asistente, traductora a ratos.

Joven trotamundos aspirante a escritora que inicia su incursión en el mundo literario. Regresó a Panamá del Reino Unido luego de un lustro para reafirmar sus raíces literarias hispanas y su panameñidad. Asidua visitante de bibliotecas y, de cuando en cuando, lugares para ser voluntaria.

Se graduó de la blogósfera, las historias anónimas y la poesía de necedades adolescentes.

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