Graciela Quelquejeu de Chapman, ‘una tertulia con sabor francés, que quisiéramos continuar'

Actualizado
  • 08/07/2019 02:01
Creado
  • 08/07/2019 02:01
Una mirada interpretativa a las Bellas Artes de Panamá

Florencia, Italia en mi memoria

Cada vez, al pasar bajo la mirada de esa obra, el enigma era siempre más grande… allí, en alto, en el frontis del antiguo edificio, ‘la desteñida pintura a fresco' robaba siempre mi atención.

En ella pintada, una mastodóntica figura —de fuerte corpulencia envuelta en un manto— en una nublosa fría jornada italiana; en hombro, llevaba a una persona que tal vez estaba enferma… ¿quién lo sabe? pero seguro necesitada. Iba hacia algún cercano lugar donde poder resolver.

‘No lo puedo decir, no es justo… los pintores panameños son todos excelentes y merecen ser respetados, tengo algunas obras que me gustan, pero insisto en decir que todos son valiosos',

GRACIELA QUELQUEJEU DE CHAPMAN

DIRECTORA HONORARIA Y FUNDADORA DEL MAC

Esa simple imagen me fue siempre cercana, pues era la síntesis de una condición humana que nos obliga a pensar las partes oscuras que acompañan a los seres humanos cuando, bajo ciertas situaciones, se condicionan nuestras maneras de ser y actuar.

Pues el credo personal se hace vivo cuando nuestras acciones marcan la diferencia a través de nuestras maneras de actuar… y esa imagen coloca al lado del Campanil de Giotto y de la joya arquitectónica del Renacimiento, la iglesia de Santa María dei Fiore, pasaba (pasa) desapercibida al público, pues es tanto el esplendor de las obras que la circundan, que tan significativa pintura se desvanece a la curiosidad general... queda olvidada.

En esa descolorida pintura ‘a fresco', se narra esa profunda actitud que proviene mas allá del tiempo que ha marcado significativamente a la humanidad; la conducta personal que ha permitido reconocer la diferencia entre el bien y el mal y el saber actuar en justa consecuencia.

Panamá por los años setenta y antes…

‘Creo que en el arte encontramos la síntesis de nuestra identidad, de lo que somos, es el alma de un país y la expresión más auténtica y espiritual de lo que nos define como sociedad. Ver las obras de nuestros artistas es encontrarnos y dialogar con nuestros ríos, nuestras selvas, nuestro mar, nuestras costumbres y tradiciones, nuestra visión del mundo, lo que somos y lo que creemos'.

‘Tía Irene —que casi fue monja— fue profesora de pintura en los Estados Unidos. Tía Cecilia pintaba, tía Berta a sus 80 años pintaba, tía Lía era una maravillosa violinista, tía Nanchy tocaba piano clásico, tía Mery tocaba cualquier instrumento, componía canciones y poesía'… sus bellos ojos azules se cierran con dulzura y continúa diciéndome: ‘Todas ellas, las Quelquejeu de Roux, fueron las que marcaron mi pasión por las artes y la de toda mi familia'. Sonríe al recordar a cada una de ellas. Y continúa diciéndome que ella es una mezcla increíble de muchas cosas, pues también es: Arosemena, García y Paredes. Es Graciela Quelquejeu de Chapman, la que parece alemana, tal vez francesa, pero no es así, pues si cerramos los ojos y la escuchamos hablar, notamos que cosido en su corazón está todo lo bueno del suelo istmeño.

‘De muy joven, me fui cinco meses como oyente a la Universidad Rosemont College, en el estado de Pennsylvania, para tomar un curso en Artes y quedé impresionada de la historia de las Bellas Artes, fue tal la conmoción, que pedí que me enviaran a viajar por Europa para conocer personalmente esas maravillas. Mis padres aprobaron mi petición y pude viajar… desde ese momento no he dejado de admirar la fascinación con que envuelven las artes visivas'. Graciela regresa a la universidad para cumplir y terminar su ‘Major' en Literatura Francesa y ‘Minor' en Historia del Arte. Llega a Panamá con solo 22 años, casándose e incorporándose a la promoción de las Artes en Panamá, más sus giras europeas continúan a través de los años.

El coleccionismo en Panamá

Graciela comparte su pasión por las Artes con el ingeniero Fernando Eleta Almarán. Son importantes momentos para el crecimiento del coleccionismo, y ellos aportan a las artes en Panamá lo necesario para poder que se desarrollara.

A la pareja se le unieron Rodrigo Miró y su esposa Raquel Herrera de Miró, Juancho Díaz, Adolfo Arias Espinosa, Gaspar Pacheco, el arquitecto Guillermo de Roux, Tabo Méndez y otros que con sus colecciones privadas cubren el ciclo vital que sostiene desde lo más profundo el culto mundo cultural istmeño de los años setenta.

‘En ese entonces, no había galerías en Panamá —que yo recuerde— y nos unimos a ese grupo de intrépidas amantes de las artes, cuando en 1962 hicimos la Junta Directiva del Instituto Panameño de Arte —Panarte, una iniciativa promovida por Patricia de Picard—. En mi interior, sabía que un país sin artistas y sin artes es un país sin alma.

En aquella época no existía un museo en Panamá, nuestros excelentes artistas tenían que viajar a la Unión Panamericana en Washington con escasos recursos para exponer sus obras y algo teníamos que hacer'. Graciela vuelve a mirar a lo lejos, y sus bellos ojos se iluminan de nueva luz y me dice controlando su sonrisa: ‘¡Cuánto tiempo ha pasado!'. Para ella, al hablar del ‘tiempo' y el ‘pasado', la memoria se llena de un revuelo de valores.

Graciela Quelquejeu de Chapman ha sido una persona entregada a los demás, ha sido voluntaria, fundadora de Adesva en El Valle de Antón y bajo su presidencia en el Club de Jardineras se sembraron los árboles que hoy disfrutamos en la Tumba Muerto de la ciudad capital. Siempre en busca de la excelencia para el beneficio de la colectividad y todo esto enmarcado por el buen gusto y un equilibrio estético de envidiar.

‘Soy amante del impresionismo francés, pero las obras de El Bosco, El Greco y Goya me fascinan'. Trato de ser indiscreto y le pregunto: ¿cuál es su pintor panameño preferido?, y abre sus grandes ojos y me dice con simpática apreciación: ‘No lo puedo decir, no es justo… los pintores panameños son todos excelentes y merecen ser respetados, tengo algunas obras que me gustan, pero insisto en decir que todos son valiosos'.

Quienes conocemos a Graciela sabemos la compostura de su actitud que, con sobriedad, busca la equilibrada respuesta que no ha de incomodar. Continúa: ‘Creo que en el arte encontramos la síntesis de nuestra identidad, de lo que somos, es el alma de un país y la expresión más auténtica y espiritual de lo que nos define como sociedad. Ver las obras de nuestros artistas es encontrarnos y dialogar con nuestros ríos, nuestras selvas, nuestro mar, nuestras costumbres y tradiciones, nuestra visión del mundo, lo que somos y lo que creemos'.

‘En aquella época no existía un museo en Panamá, nuestros excelentes artistas tenían que viajar a la Unión Panamericana en Washington con escasos recursos para exponer sus obras'.

La nobleza del pensamiento nunca viaja divorciada de la acción y el comportamiento, pues la vida marca un sendero personal y ahí, al volver la mirada hacia nuestro pasado, vemos aquellos pasos que nos condujeron hasta nuestro presente… allí nos encontramos con nuestro rostro y nuestras cicatrices.

No hay mejor condición para la acogedora sonrisa, y Graciela me dice: ‘Ya son más de 36 años de una estructura que ha visto el desarrollo de nuevas generaciones de artistas, ellos merecen un espacio amplio y renovado para exponer sus obras y para que cada ciudadano encuentre en ellas un motivo para trascender y encontrarse con su identidad', refiriéndose al Museo de Arte Contemporáneo y la extraordinaria noticia sobre la donación que hizo a dicha institución.

Esa descolorida imagen que en Florencia sigue atrayéndome es un faro enclavado en lo más profundo de mi corazón, el emblema que muchos ignoramos, cegados por tanto esplendor, pues existen personas que todavía logran mirar mas allá de las distraídas vanalidades para llevarnos a serenos lugares que enaltezcan nuestra desorientada sociedad.

La amena tertulia con Graciela sigue encantada con sus dulces modales y su suave voz regresa: ‘Aristides, quiero agradecer de forma especial a Fernando Eleta Almarán, quien me acompañó durante 50 años a lo largo de esta travesía y el amor por el arte. A Guillermo Chapman, mi esposo, por estar a mi lado compartiendo una visión de futuro y ser parte de este proceso tan apasionante'. Son frases que me llenan de conmoción… y continuamos perdidos en una estupenda conversación, de la cual pluma alguna dificultaría relatar. Con un enorme gracias a Graciela por su gesto, por indicarnos el camino, a nombre de todos los artistas y amantes de la belleza en Panamá, ¡mil gracias!

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