Cives

  • 14/07/2019 02:00
Lo de las amenazas de expulsión ya se escuchó en la Alemania de 1939 y todos sabemos cómo terminó la cosa

Hoy les voy a contar una de romanos. Porque, a pesar de lo autóctonos que ustedes se crean, no somos mucho más que herederos de aquel imperio que una vez fue, y que, de él hemos heredado, no solo el lenguaje y las leyes, sino una visión del mundo y de la vida que aún conserva resabios de aquella que tenían los habitantes del Lacio que lograron conquistar el mundo y ponerlo a sus pies.

Porque creemos que somos muy modernos y seguimos siendo los mismos tarados que, siendo cives romani , miraban por encima del hombro a los peregrini , sin darnos cuenta de que en realidad son los optimo jure los únicos que cortan el bacalao y los que nos tienen a todos agarrados por las pelotas.

¿Qué no saben de qué les estoy hablando? Ay, perdón, es que a veces se me olvida que yo fui de las pocas que eligieron latín y griego como optativas en el instituto. A ver, grosso modo , no todos los que vivían en los territorios dominados por Roma era ‘romanos'. La ciudadanía era una posición de privilegio que te concedía ciertas prerrogativas en cuanto a leyes, impuestos, acceso a la propiedad y posibilidad de matrimonio, solo la poseían los hombres libres nacidos en la urbe romana. Tenían el derecho de no pagar ciertos impuestos y también estaban libres de otras obligaciones legales, por ejemplo, estaban exentos de seguir ciertas reglas locales si viajaban a zonas del imperio que tuvieran leyes propias.

Solo los ciudadanos tenían derecho a no ser declarados culpables sin un juicio legal, y esto incluía que solo los ciudadanos tenían derecho a tener defensa frente a los tribunales que los juzgaban. De la misma manera, solo los ciudadanos podían apelar las decisiones de los jueces.

A los que vivían en, o provenían de, territorios conquistados por Roma se les daba una especie de ciudadanía de segunda clase, aunque residieran en la ciudad de Roma. De los esclavos no vamos a hablar, porque como es bien sabido no eran sujetos, sino objetos. Y las mujeres, aunque hubieran nacido en Roma y fueran más romanas que el Foro, tampoco tenían los mismo derechos que los varones, incluso las de alta alcurnia debían acatar el mando del pater familias y no tenían, por ejemplo, derecho al voto.

¿Qué por qué les cuento todas estas cosas que son más viejas que la orilla del río? pues porque los xenófobos, (y en este caso la xenófoba gritona), se creen que están descubriendo el hilo negro, y miren ustedes que no, que con hilo negro ya se cosieron las bracae de sus ancestros, que seguramente fueron unos bárbaros de alguno de los confines del imperio, y desde luego, sin ciudadanía.

Que lo de los ciudadanos de primera y de segunda categoría ya está inventado y que en Panamá ya el Fufo lo consignó en la Constitución de 1941. Que están tratando de revolver el río, y que la gente, la buena gente, está cayendo en su juego. Que no es tan fácil dirimir quién es un ‘buen extranjero' y quién no. Que los derechos o se conceden completos o nos los conculcan. Que no se puede hacer distingos entre nacionalidades ni entre personas, que el Edicto de Caracalla ya se promulgó hace siglos. Que hay que legislar para todos. Sin prerrogativas, ni amenazas de expulsión. Que lo de las amenazas de expulsión ya se escuchó en la Alemania de 1939 y todos sabemos cómo terminó la cosa. Que cuando la turba sale de caza es muy difícil explicarles que este extranjero es diferente y no merece morir.

COLUMNISTA

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