Mal banal

Actualizado
  • 21/07/2019 02:00
Creado
  • 21/07/2019 02:00
No hay que banalizar el mal. Hay que vigilarlo y pararlo antes de que tenga tiempo de arraigarse

‘Banalizar el mal' dicen y quitan hierro a lo que está pasando en Panamá. Como si el mal pudiera ser banal, o como si el mal fuera algo pétreo y estático en un momento del tiempo y del espacio que no se ramificara insidiosamente. ‘No comparemos' dicen, y se sienten mejores que los que tampoco hicieron nada en otras ocasiones.

‘Esto no es tan grave como aquello' dicen, y estamos más cerca de los jemeres rojos de lo que pensamos mientras nos sentimos a salvo y desviamos la vista de la masacre de los rohinyás. Todas esas cosas, las matanzas, las persecuciones, los genocidios nos quedan lejos, a desmano. Eso lo hacen otros, otros monstruos de maldad que no somos nosotros, nunca seremos nosotros.

Sí, también pensaban eso en Ruanda hasta que se desató el horror cuyos antecedentes nos contó el misionero Joaquín Vallmajó antes de que lo desaparecieran: ‘Después de varios años de crisis política y social, (…). Un pequeño grupo de politicastros corruptos hasta el extremo quiere conservar el poder a cualquier precio, sacrificando al pueblo y al país si es preciso. Otro grupo no menos corrupto aspira al poder por los medios que sean. (…) La manipulación de los políticos en el poder y sus acólitos y de los partidos y sus líderes es vergonzosa. (…) Se dan todas la condiciones para que estalle un conflicto social que algunos políticos alientan para pescar en río revuelto'.

Las razones siempre son las mismas, en la época que sea y en el lugar que sea, un grupo de indeseables que se aferran a su cuota de poder y a los que no les importa qué tengan que hacer para mantenerlo, que manipulan la opinión pública alentando el nacionalismo y fomentando el odio al ‘otro', sea ese otro quién sea, extranjeros, judíos, hutus, musulmanes, cristianos o venezolanos.

No, no me acusen de no haberme leído el ‘Anteproyecto de ley 022 que modifica y adiciona artículos al decreto ley 3 de 2008, sobre el servicio nacional de migración y dicta otras disposiciones'. Lo he hecho, y les selecciono algunas perlas: ‘(…) la afluencia y presencia de personas extranjeras (…) pone en riesgo la subsistencia de la mano de obra de los trabajadores nacionales, siendo un fenómeno que se ha incrementado en los últimos años. (…) Si a esto le sumamos el programa extraordinario de regularización de estos extranjeros, ‘Panamá, Crisol de razas', podemos inferir objetivamente, que el panameño se encuentra cada día en más desventaja al salir en búsqueda de oportunidades en el mercado laboral, ya que compite con mano de obra extranjera, (…)'.

Ahora lean estos dos párrafos, por favor: ‘El Estado (…) clasifica a sus habitantes en tres grupos: ciudadanos, súbditos y extranjeros. (…) El Estado debe hacer una cortante diferencia entre los hijos del país (…) y aquellos que se establecen en el territorio (…) con fines simplemente utilitaristas.'

‘Exigimos que el Estado contemple como primer y principal deber el (…) velar por la subsistencia de los ciudadanos del Estado. Si no fuera posible mantener a toda la población (…), será indispensable que los residentes extranjeros sean excluidos de la Nación'.

Yo soy de las que creen que la historia habla por sí sola, si sabes leer y lees lo suficiente. ¿Nos suenan conocidos estos últimos párrafos?, pues han sido copiados literalmente de ‘Mi lucha', de Adolf Hitler, (en la edición de JUSEGO, 2003)

No. No hay que banalizar el mal. Hay que vigilarlo y pararlo antes de que tenga tiempo de arraigarse. Porque los malos son malas copias unos de otros, y porque a todos los malvados los reconocemos en sus antecesores.

COLUMNISTA

Lo Nuevo
comments powered by Disqus