Actualizado
  • 21/09/2019 07:00
Creado
  • 21/09/2019 07:00
No importa cuántos lugares visite ni cuantos mundos habite, tú siempre serás ese lugar en el que quiero estar. Tú me abrigas, tú, calmada y armoniosa, me consuelas con olores y colores.
Lar

No importa cuántos lugares visite ni cuantos mundos habite, tú siempre serás ese lugar en el que quiero estar. Tú me abrigas, tú, calmada y armoniosa, me consuelas con olores y colores.

Recorro un día más tus arrugas, tus rincones. Ayer me parecías tan inmensa… y hoy has encogido, con solo dar un par de pasos te abarco completa. Tus sombras me llevan volando a unos años en los que lo probamos todo, en los que lo fuimos todo.

Tú te aseguraste de hacernos vivir lo mejor y fuiste con quién compartí lo peor, no tengo un solo recuerdo que no me lleve a ti. Tu presencia me arrolla y me golpea; fogonazos de recuerdos tiernos de una ya lejana infancia, de una ya inalcanzable edad que solo es prometida una vez.

Caminar otra vez por las calles que me llevan a ti, tantas veces convertidas en campos de juego, reverberando risas infantiles, esquivando pequeños cuerpos sudando diversión, es sumergirme en las fosas de mi memoria y lograr sentir nuevamente la felicidad que yo creía eterna.

En un parpadeo me enseñas la indecible emoción de una unidad perpetua, de un amor para toda la vida, de una complicidad interminable, de los miles de horas transcurridas en las que me viste crecer y creer que la vida era posible.

Siempre tuve en ti la seguridad de unos brazos maternales, con las mañanas llenas de brisas y el sonido de las hojas volando como promesa del inminente verano. Largos días de sueños y lecturas, noches de insomnio y conversaciones a solas. Para mí no has cambiado, aunque sé que ya no eres la misma.

Aún guardas dentro de tus paredes el alma viva de un pequeño ser que fue, es y siempre será, y que sigue corriendo en tus cuartos.

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