'Los autistas no mentimos bien y no disfrutamos este juego social que el resto ama tanto'

Actualizado
  • 27/09/2019 15:18
Creado
  • 27/09/2019 15:18
Greta Thunberg es escándalo, alboroto e inocencia. La activista sueca de 16 años denuncia tajante la inacción de los gobiernos frente al cambio climático y logra resquebrajar la indiferencia

En su mirada reposa una dureza nada común para un rostro de 16 años. Para Greta Thunberg ser una mujer en la rebeldía de la adolescencia no ha representado impedimento para plantarse firme frente a cuestiones que hoy ocupan la opinión pública mundial. Nacida en Suecia el 3 de enero de 2003 con un nombre que ahora resuena fuera de las fronteras europeas: Thunberg, ha trascendido a través de un mensaje que enciende las alarmas frente a las implicaciones del calentamiento global.

En 2018, la hija de la cantante de ópera Malena Ernman y el actor Svante Thunberg —entonces en noveno grado— decidió tomarse un tiempo fuera de la escuela para manifestarse de manera consecutiva frente al Parlamento sueco, exigiendo acciones contundentes frente al cambio climático y la reducción de emisiones de carbono con base en lo que establece el Acuerdo de París. Así, marcó un punto de inflexión con la adhesión de miles de personas al movimiento ambientalista, dentro y fuera de su país.

'Los autistas no mentimos bien y no disfrutamos este juego social que el resto ama tanto'

Lo cierto es que el eco de sus petitorios se ha expandido desde la nación escandinava hasta la atención de los que alguna vez navegaron en la indiferencia. La niña que se posaba ante el Riksdag con el cartel “huelga escolar por el clima”, le habla al mundo.

Frente a estas cuestiones el rol de los medios de comunicación ha sido el catalizador. Revistas como Time, donde fue portada en mayo de este año, han masificado el mensaje de Greta, generando una especie de sensacionalismo en torno al impacto real de su fuerza discursiva.

Para la niña que ha confesado no disfrutar de las luces, las multitudes ni el protagonismo que otorgan los medios, parece una tarea sencilla lucir natural. Casi siempre de jeans, sudadera, zapatos deportivos y una cabellera bien amarrada en trenzas que llegan a su cintura, se conduce con el lenguaje corporal propio de la edad, pero no titubea ni vacila en denunciar; es incisiva, clara y enjuicia.

En Estocolmo, durante su alocución en el ciclo de conferencias de la plataforma estadounidense TED Talks, de la cual también es oradora oficial, confesó su fragilidad; la misma que de manera irónica le ha dado el combustible a su pisada: haber sido diagnosticada con el síndrome de Asperger (un trastorno dentro del espectro autista), trastorno obsesivo compulsivo (trastorno de ansiedad) y mutismo selectivo (un trastorno de la infancia caracterizado por la incapacidad persistente para hablar en situaciones sociales específicas), a los 11 años. “Es decir que solo hablo cuando es necesario, como en este momento. Para aquellos en el espectro, casi todo es blanco o negro; no mentimos bien y no disfrutamos este juego social que el resto ama tanto”, enunció.

“Pienso que de muchas formas, los autistas somos normales y el resto son los raros. Más cuando se trata de la crisis de sostenibilidad, porque se dice que el cambio climático es una amenaza y el problema más urgente, pero todos actúan igual que siempre”, compartió en los escasos 12 minutos que estuvo sobre el escenario.

Tras su participación en la apertura de la Cumbre sobre la Acción Climática convocada por el secretario general de la ONU, Antonio Guterres, el pasado lunes, su mirada sentenciadora hacia el mandatario estadounidense, Donald Trump, a quien señala desafiante por su inacción frente al tema ambiental, ha cobrado vida en las redes sociales. También ha sido objeto de firmes críticas y cuestionamientos luego de conocerse que el velero que la transportó hasta Nueva York vale miles de dólares y fue un préstamo de Pierre Casiraghi, hijo de la princesa Carolina de Mónaco y propietario de una empresa de construcción, según reseñó la BBC Mundo.

En la cita que reunió a gobiernos, sector privado, sociedad civil, autoridades locales y otras organizaciones internacionales en la ciudad estadounidense, Greta no vaciló en apuntar y cuestionar a los responsables, desde su perspectiva, de la crisis. Sentada, con cierta timidez y con su discurso en mano, remarcó en exaltación: “Me han robado mis sueños y mi infancia con sus palabras vacías. Y sin embargo, soy de los afortunados. La gente está sufriendo. La gente se está muriendo. Ecosistemas enteros están colapsando. Estamos en el comienzo de una extinción masiva. Y de lo único que pueden hablar es de dinero y cuentos de hadas de crecimiento económico eterno. ¿Cómo se atreven?”.

“Nos están fallando. Pero los jóvenes están empezando a entender su traición. Los ojos de todas las generaciones futuras están sobre ustedes. Y si eligen fallarnos, nunca los perdonaremos”, agregó.

Y es que Greta no es una niña común; tampoco sazona su mensaje para suavizar o agradar.

La filósofa Kate Manne, autora del libro Down Girl: The Logic of Misogyny señaló en Twitter que “ofrecer esperanza, sea la que sea la dolorosa verdad del asunto, es una pseudo-obligación femenina que casi nunca se cuestiona. Bien por Greta Thunberg, que es capaz de resistirse”.

Su presencia en la cumbre de este año fue solo la punta del iceberg. Ya en 2018, protagonizó el momento más viral de la ceremonia, durante sus tres minutos de intervención. “Nuestra civilización está siendo sacrificada para que unos pocos tengan la oportunidad de seguir haciendo grandes cantidades de dinero”, destacó.

El 15 de marzo, el 24 de mayo y el 20 de septiembre de este año, sucedieron tres convocatorias de movilizaciones estudiantiles por todo el mundo y de manifestaciones para pedir medidas efectivas que detengan el cambio climático, siguiendo la convocatoria mundial del 'Fridays For Future' promovido por Greta.

Balas al activismo

Alrededor de la figura de Greta, también florecen detractores, escépticos y conservadores. Días antes de su participación en las Naciones Unidas, Dinesh D'Souza, comentarista político, escritor y cineasta conservador indio-estadounidense, utilizó su cuenta de Twitter para comparar la imagen de Thunberg con las que plasmaban en la propaganda nazi. Así lo reseñó The New York Times.

Su intención fue comunicar que la activista estaba siendo utilizada como una marioneta. “Los niños, especialmente las niñas blancas nórdicas con trenzas y mejillas rojas, a menudo se usaban en la propaganda nazi”, escribió.

Michael Knowles, también comentarista y autor estadounidense, generó polémica luego de referirse a Greta, a través de un espacio en la cadena Fox News, como “una niña sueca con enfermedades mentales”,

Posteriormente Knowles defendió sus comentarios en las redes sociales y acusó a los partidarios de Thunberg de “explotarla”.

Sebastian Gorka, quien trabajó brevemente en la Casa Blanca durante el mandato del presidente Trump, escribió en Twitter que los comentarios de la Sra. Thunberg eran “inquietantemente repulsivos de una víctima de un campo de reeducación 'maoísta'”.

Mientras que el ambientalista Bill McKibben, dijo a The New York Times, “Greta ha dicho desde el principio que la gente la ataca porque no pueden atacar a la ciencia; eso parece innegable ”.

Agregando que “los ataques revelan el vacío, intelectual y moral, del derecho que niega el clima”.

Con una comunidad digital abultada que suma los casi nueve millones de seguidores, la ambientalista comparte los sueños poco convencionales para su edad. Por ahora desde estos espacios podrá presumir su ímpetu arrasador, su reciente nominación al Nobel de la Paz, la familia que le apoya y la atención de los políticos e “intocables” del mundo.

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