Con la Piedad florentina, una obra del genio del Renacimiento: Miguel Ángel

Actualizado
  • 09/12/2019 00:00
Creado
  • 09/12/2019 00:00
El artista panameño Aristides Ureña Ramos comparte su recorrido en el Museo de la Ópera del Duomo, donde relata detalle a detalle la restauración de la Piedad, importante obra del universo de las Bellas Artes
Miguel Ángel anciano, llegando a sus ochenta años, entre 1547 y 1555, realizaba la última Piedad.

Florencia, Italia, 8 de diciembre 2019. Una brisa fría golpea mi cara, incomodidad que viene aliviada de estas estupendas callecitas, que rezuman antigüedad y mucha historia. Florencia es una ciudad de la ribera del Arno, entre colinas de cipreses que dan olor a este rígido invierno.

Aquí en esta ciudad italiana me apresuré a visitar el Museo de la Ópera del Duomo, para ver la restauración de la Piedad florentina de Miguel Ángel, importante acontecimiento que ha llamado la atención de los amantes de las bellas artes.

Con la Piedad florentina, una obra del genio del Renacimiento: Miguel Ángel

La audacia con la que han organizado la restauración denota que se ha realizado un estudio abierto que ha despertado la mirada de los visitantes. En un cantiere aperto (cantera al abierto) como viene bautizado, se podrá admirar las fases de la obra, dirigida por la restauradora Paola Rosa, formada en los Opificio delle Pietre Dure de Florencia y experta en Miguel Ángel.

La restauración comisionada por la Ópera de Santa María del Fiore ha sido financiada por la fundación Friends of Florence, bajo la tutela y controles de la Superintendencia de las Bellas Artes de Florencia, que prevé culminar a finales del 2020. Este se han constituido en uno de los eventos que polariza las propuestas culturales en este rígido invierno europeo.

Con la Piedad florentina, una obra del genio del Renacimiento: Miguel Ángel

La Piedad Florentina, la deposición de Cristo o Piedad Bandini, estos últimos los nombres con que viene llamada este conjunto escultórico. En sus 470 años de vida, de haber pasado por diversos propietarios, sometida a muchas intervenciones de manutención —las cuales no contaron con documentación— enfrentará una particular operación de desmontaje y montaje, donde el problema central será eliminar la pátina acumulada y la disposición por documentar todas las decisiones técnicas.

Se trata de una restauración muy respetuosa a la visión ya consolidada de la obra, y del natural proceso de envejecimiento que ha transformado el color original del mármol. La escultura ha adquirido una pátina cromática diversa al acumularse durante siglos suciedad y los efectos de humos de velas de cera. Se respetará la visión ya consolidada de la superficie de la escultura en tono ámbar, un cambio de color probablemente debido a una intervención del siglo XIX para crear un molde de yeso y realizar una copia, conservada hoy día en el atrio del Liceo Artístico de Porta Romana de Florencia.

Con la Piedad florentina, una obra del genio del Renacimiento: Miguel Ángel

La Piedad de Florencia es una de las tres que realizó el genio del Renacimiento. La primera, la que se conserva en la basílica de San Pedro, la esculpió Miguel Ángel en su juventud, en 1496. La última, la Piedad de Rondanini, conservada en el museo del Castillo Sforzesco de Milán, está considerada como la última obra esculpida por el maestro. Trabajó en ella hasta seis días antes de su muerte. A diferencia de esas dos, en la Piedad Florentina el cuerpo de Cristo está sostenido no solo por la Virgen María, sino también por Magdalena y por el anciano Nicodemo, representado con la cara del propio Miguel Ángel.

Miguel Ángel anciano, llegando a sus ochenta años, entre 1547 y el 1555, realizaba esta última Piedad, al parecer vivía una conversión personal hacia Jesús Cristo, de hecho, esculpe su propio rostro, en la figura de Nicodemo que sostiene el cuerpo de Cristo, pasándolo sobre los brazos de su madre: la Virgen María. Lo hace con una insólita religiosidad y con una intensidad no encontrada en otras obras.

Con la Piedad florentina, una obra del genio del Renacimiento: Miguel Ángel

Esta pieza estaba destinada para un altar de la Basílica Santa María Mayor de Roma, donde él quería ser enterrado, sepultura que nunca fue ocupada, debido a que el artista deja en su testamento escrito que desea ser sepultado en Florencia, y fue así que su cuerpo fue colocado en la célebre iglesia de Santa Croce de la ciudad de Florencia (Miguel Ángel muere en Roma 18 de febrero 1564). Es así que esta Piedad florentina, puede ser considerada como el último mensaje al mundo del célebre escultor: 'Yo creo en Cristo'

Miguel Ángel también trató de destruir esta obra, arremetiendo contra ella con violentos martillazos, parando su rabia ante la intervención de su ayudante Taberio Calcagni. En la lectura de la fiel escritura de Giorgio Vasari (su biógrafo) encontramos que, al preguntarle su mozo sobre el por qué de su violenta reacción, responde: “Ser interrumpido por su criado, con continuos sermones para que terminara la obra y que el brazo de la virgen se había roto”. Así como otras desgracias, incluyen el descubrimiento de una grieta en el mármol, que le habían hecho perder la paciencia y la había roto. Su ayudante Taberio Calcagni restauró el grupo escultórico —bajo la dirección del maestro— y es así que la obra llega a nosotros.

Con la Piedad florentina, una obra del genio del Renacimiento: Miguel Ángel
Aporte universal

El aporte de Miguel Angel al mundo escultórico es universal. Desde que descubrí esta obra en 1974, siempre he pensado que Miguel Ángel esculpió buena parte de la Piedad florentina de noche, con luces de lámparas poco flamantes, donde todo se encontraba ya claro en su cabeza y en su corazón. Imagino que poco a poco iba buscando la luz en el gesto escultórico, ejecución que no logra terminar, por eso la existencia de partes incompletas, que nosotros los modernos hoy definimos como “no finito” y al precioso acto contemplativo que nos deja libres para poder imaginar, más allá de sus originales intenciones.

Aunque conozcamos la práctica, muy usada por Miguel Ángel y de los buenos escultores promotores del Renacimiento, el uso de la observación de la escultura en la oscuridad para definir el contorno del volumen anatómico a través de los baños de luz en los claros y oscuros, comprendemos los motivos de los momentos de pausas cuando los restauradores reposan la escultura para el deleite del hábil observador y de quien llega hasta aquí comprender la esencia de la práctica escultórica.

Es allí que saco mi pluma y cuaderno y a manera de reflexión íntima escribo lo siguiente: “La composición del grupo marmóreo forma una estructura compositiva a forma piramidal, con el cuerpo de Cristo colocado a manera oblicua, que pareciera resbalar con todo su peso hacia abajo, en un modo enfatizado de la torsión del busto, con el movimiento en zigzag de la pierna. El brazo derecho levantado de Nicodemo va a tocar la espalda de la Magdalena, la izquierda pende inerte delante a la Virgen María, ocupa el centro de la composición, procediendo la vertical de Nicodemo. La mano derecha de Cristo gira hacia afuera; un estilete usado ya por el artista (en otras obras) para simbolizar el abandono del cuerpo en el sueño o en la muerte.

El ritmo descendiente aparece equilibrado de un procedimiento a manera circular, casi rotatorio, que va de izquierda a derecha; la cabeza reclinada aparece (en un mirar distraído) fundida con la de la Virgen María… generando una línea de fuerza que prosigue el brazo derecho de Cristo y de aquí al brazo de la Magdalena que va a cerrar el discurso con la mano de Jesús. Una tal riqueza compositiva da al grupo una fuerte animación espiritual que trasciende las lagunas y la integración del contenido narrativo, anulando la materialidad del mármol y haciéndolo materia viva y pulsante. Y esto viene percibido como genialidad triunfante —del buen proceder— sobre la dura piedra.”

La hoja de chumico, detrás de mi oreja, que no logro quitar

Todavía, aquí sentado …cierro los ojos y pienso al sabanero guaimí, tierra de guayabita cansaboca, de hormigas candelillas y palomitas titubú, y sueño con tener una Superintendencia de las Bellas Artes panameña, con una dirección de Patrimonio Histórico que imite la mitad de lo que los países civilizados, en materia de conservación, manutención y salvaguardia de nuestra riqueza cultural. Añoro esto para que cada vez que se restauran monumentos importantes que representan la idiosincrasia creativa de nuestra nación, se haga de manera abierta, transparente, comunicando los procedimientos técnicos en manera pública y responsable. Para construir nuestra democracia participativa y transparente sin afanes ni fatigas.

Evitando que ciertos “geniecitos” continúen en la tarea de encerrarse en las tareas de restauración, sin control alguno, al despilfarro del bien colectivo, del que ya poco podemos deleitarnos… y con los ojos cerrados, aquí sentado en este frío invierno, respiro nuevamente... profundamente y cierro mi cuaderno de apuntes… porque esa hoja de chumico, detrás de la oreja, muy pronto nos la vamos a quitar.

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