• 29/03/2020 06:00

Cuartos

He visto gente compartiendo memes en los que se les llama simios a aquellos a los que la policía ha detenido por transgredir el toque de queda, estúpidos

E“Zonzos / de calor y noche,/ pasan cuartos. / Cuartos.../ Cuartos... (…)”. Hace muchos años y recién llegada yo a Panamá, una mujer maravillosa me enseñó este poema de Demetrio Herrera Sevillano, su poema favorito. A lo largo del tiempo me lo repitió muchas veces. Y a mí siempre me conmovió la melancolía resignada que se destila en estas palabras.

En estos días fúnebres, en los que el miedo corre desaforado por algunas calles, atrapando en sus fauces a muchos que no asumen que la muerte, de una u otra forma, es siempre nuestra compañera de camino y allá nos estará esperando cuando la hora sea cumplida, en estos días, digo, este poema me ha venido muchas veces a la mente.

¡Quédense en su casa!, te reiteran por activa y por pasiva desde hace varias semanas. ¡Quédate en casa!, reiteran autoridades y supuestos influenciadores. ¡Que se queden en casa, coño! Nos repite casi gritando el Excelentísimo Señor Presidente, palabras más, palabra menos.

Y aún así cientos de panameños están en la calle.

Los que vivimos en un apartamento, o en una casa, así sea bien modestos. Los que dormimos en cama y tenemos agua en la pluma del baño de nuestra recámara, nos indignamos y clamamos, ¡qué indiferencia!, ¡qué poco les importa la salud y el bienestar general! ¡Qué falta de empatía!

He visto gente compartiendo memes en los que se les llama simios a aquellos a los que la policía ha detenido por transgredir el toque de queda, estúpidos.

Y yo, que recuerdo la voz de aquella mujer que hablaba dulce y bajito repitiendo: “(…) Cuartos donde necia da / la tos, funeral silbato. / Cuartos con sus caras mustias, / con su exposición de harapos”.

“(…) La enferma se asoma y llama...,/ la enferma se asoma y llama / al viento, que no hace caso. / Aprieta el zaguán oscuro. / Abofetea el tinaco”.

Solo puedo pensar en que, aunque muchos no puedan entenderlo, la muerte no es lo más temible de la vida. Pienso en los que bien hacinados en cuchitriles que apenas pueden considerarse habitables, en casas condenadas donde te juegas la vida de tus hijos cada minuto que pasas dentro, casas de inquilinato donde el tiempo se hace eterno, donde el calor convierte el aire en un jarabe irrespirable con sabor a brea y a moho. Cuartuchos donde solo hay un catre para que duerman por turnos todos los que deben dormir.

Hay que quedarse en casa, un sonsonete zonzo, una frase que para muchos no significa nada más que minutos que son condena con cadena de galeote. ¿Ustedes creen que al que convive con chinches, cucarachas y gallinas en un guacho con poca agua le importa la salud de su papá de usted? ¡Si apenas le importa la de la suya de él!

Creen, los mojigatos biempensantes, que con decretar ley seca van a conseguir que no se revolucionen los ánimos y que no se produzcan peleas y malos tratos en un amontonamiento de cuerpos a los que no les cabe el alma.

Que se queden en casa, les repetimos, y nos quedamos tan anchos en nuestra torre de marfil de privilegios y mojigangas.

Que se queden indefinidamente en esos “(…) Cuartos de la gente pobre / con sus chiquillos descalzos. / Cuartos donde no entra el sol, / que el sol es aristocrático”.

Y yo comprendo que la distancia social es lo único que nos salvará del contagio, que quedándonos en casa es como podemos para la pandemia, vale. Yo lo entiendo y acato, pero ¿cómo se lo explicas a quien vive en esos cuartos?

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