Mis simpatías por el Banco Nacional

Actualizado
  • 18/04/2020 00:00
Creado
  • 18/04/2020 00:00
Ayer, cuando era niño, como he dicho, creía que el dueño del banco era su gerente y de allí mi afecto infantil por esa institución. Hoy que sé que el banco no es del gerente, sino que tiene por dueños a todos los panameños, tengo mayores motivos para que no decline la vieja simpatía

Las experiencias determinan la percepción que se tiene de personas y de instituciones. En lo personal conservo del Banco Nacional especiales vivencias, muy propias del candor de la infancia. En aquel tiempo era un convencido de que el gerente local del banco era su dueño.

Por ese motivo sentía un inocultable afecto por esa institución, porque el “dueño” del banco en Penonomé era don José María Fulo Grimaldo, padrino de mi hermano Rafael, recientemente fallecido. Además, el banco por funcionar al frente de mi domicilio me resultaba muy familiar.

Su régimen de seguridad lo viví intensamente. En las noches, un agente de Policía custodiaba el área y el oficial de turno –desde el cuartel– controlaba al policía destinado al banco, tocando cada media hora un pito de oceánicos ecos, toque que debía contestar en el acto el policía encargado de la vigilancia como prueba de que permanecía despierto.

En ciertas horas de la noche, cuando el silencio es tan absoluto y hasta el golpe de un limón que cae produce su ruido, el pitazo del policía del banco se sentía como nacido en el portal de mi casa. El Banco Nacional tiene, por tanto, especiales brazos que envuelven mis recuerdos.

A pesar de la posterior frustración que me produjo la rectificación del equívoco infantil, en mi subconsciente ha permanecido siempre el afecto por la institución.

Entre los años de 1964 y 1968, siendo diputado, se puso en evidencia en el seno de la Asamblea tal afecto. Una tarde se informó a la bancada opositora que el sobregiro de la nación en el Banco Nacional había aumentado ese día de un millón a 2 millones de dólares. En el acto pedí con otros colegas la comparecencia del gerente general, don Jorge Tulio Velásquez. Muy diligente, el gerente compareció y explicó que el aumento del sobregiro se debió a una emergencia y que en pocos días sería cancelado. Y así fue.

Con el correr de los años, y específicamente durante el desorden institucional que arrancó el 11 de octubre de 1968, el Banco Nacional se ha enfrentado a duros zarpazos. Cuento uno de ellos: al clausurarse el período militar, el nuevo gerente general del Banco Nacional, Luis H. Moreno, encontró que el sobregiro de la nación en el banco rondaba los 950 millones de dólares. La creciente acumulación de esa cifra no produjo reacción alguna en las asambleas de la dictadura, mientras que en la asamblea de la democracia, apenas se produjo el sobregiro insignificante de un millón de dólares se ordenó una actuación fiscalizadora.

Este relato viene a cuento porque en estos momentos el Banco Nacional podría verse afectado por dos situaciones que deberían ser abordadas y abortadas. Una, relativa a la urbanización Prados del Este; otra, el depósito de los fondos del Seguro Social en bancos privados. En el primer caso, el ingeniero Pablo R. Chapman T. y los arquitectos Rodrigo Mejía-Andrión y Alberto W. Osorio han expresado al presidente de la junta directiva del Banco Nacional, Arturo Melo, que ellos tienen estudios destinados a rehabilitar la urbanización afectada y a evitar otras inundaciones. No estoy calificado para opinar sobre las iniciativas de los precitados profesionales, pero sin duda el Banco Nacional debería analizarlas con sus expertos y dar una respuesta sobre la viabilidad de las recomendaciones tan cívicamente concebidas.

En cuanto a los fondos del Seguro Social, se sabe que siempre han estado depositados en el Banco Nacional por mandato de la ley orgánica de dicha institución. Al respecto debo recordar la opinión que el Dr. José Isaac Fábrega, abogado consultor del Banco Nacional, transmitió el 15 de abril de 1960 al gerente general Enrique Obarrio y que transcribo parcialmente:

“El interés del legislador ha sido que el Banco Nacional de Panamá sea el depositario de los fondos del Estado y, por ende, de sus instituciones autónomas que son parte integrante del Estado panameño. Pero si se permite que la Caja de Seguro Social mantenga sus depósitos en bancos privados, el resultado práctico de tal medida sería el debilitamiento del Banco Nacional y de su actual política de crédito, beneficiosa a todas luces, y, por consecuencia lógica en provecho solo del fortalecimiento de la política crediticia de los bancos privados. Este no es un resultado querido por el legislador patrio, y mientras no se pruebe esa intención de querer variar la política tradicional del Estado panameño en el constante y viejo sentido de regular el crédito a través del Banco Nacional, la Caja de Seguro Social no podrá mantener depósito, a plazo fijo, que rinda intereses en bancos que no sean el Banco Nacional de Panamá”.

Don José Isaac Fábrega, quien era un hombre de pensamiento y acción conservadora, ofrece claras advertencias con una clarividencia superior.

El actual gerente general, Juan De Dianous, de excelente trayectoria bancaria, ya aumentó los intereses generados por los plazos fijos que mantiene la Caja de Seguro Social en el Banco Nacional. Ahora debe luchar para que los fondos del Seguro Social permanezcan exclusivamente en el Banco Nacional.

Ayer, cuando era niño, como he dicho, creía que el dueño del banco era su gerente y de allí mi afecto infantil por esa institución, hoy que sé que el banco no es del gerente, sino que tiene por dueños a todos los panameños, tengo mayores motivos para que no decline la vieja simpatía.

Por eso me preocupa lo que viene ocurriendo con el destino de Prados del Este y con los depósitos bancarios del Seguro Social.

(Publicado el 19 noviembre de 2005).
Carlos Iván Zuñiga Guardia
FICHA
Un vencedor en el campo de los ideales de libertad:
Nombre completo: Carlos Iván Zúñiga Guardia
Nacimiento: 1 de enero de 1926 Penonomé, Coclé
Fallecimiento: 14 de noviembre de 2008, ciudad de Panamá
Ocupación: Abogado, periodista, docente y político
Creencias religiosas: Católico
Viuda: Sydia Candanedo de Zúñiga
Resumen de su carrera: En 1947 inició su vida política como un líder estudiantil que rechazó el acuerdo de bases Filós-Hines. Ocupó los cargos de ministro, diputado, presidente del Partido Acción Popular en 1981 y dirigente de la Cruzada Civilista Nacional. Fue reconocido por sus múltiples defensas penales y por su excelente oratoria. De 1991 a 1994 fue rector de la Universidad de Panamá. Ha recibido la Orden Manuel Amador Guerrero, la Justo Arosemena y la Orden del Sol de Perú.
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