Supervivencia en uno de los países más caros de Centroamérica

Actualizado
  • 22/06/2020 00:00
Creado
  • 22/06/2020 00:00
Panamá ha figurado en el estudio latinoamericano como el segundo país más caro en Centroamérica, un título que se añade a su creciente desigualdad socioeconómica durante la crisis de la covid-19. El aumento de la productividad y la implementación de tecnología de exportación podrían ser las movidas clave para beneficiar a la población en un futuro cercano

Tras el resultado del estudio de costo de vida de la consultora global Mercer (publicado en junio de 2020), en el que Panamá figura como segundo país más caro de Centroamérica, el título puede sonar problemático para los pobladores, más que para inversionistas u operativos de grandes multinacionales. El encarecimiento del costo de vida en la nación es algo que muchos temen, mientras que otros buscan la salida en medio de la productividad empresarial.

La economía centralizada y limitada que presenta Panamá, causa el temor de los trabajadores independientes así como el encarecimiento de los servicios.

El estudio presentado por la consultora funciona como herramienta para la toma de decisiones de organizaciones y empresas dentro y fuera del territorio nacional, sin embargo, sus resultados se afirman en la objetividad de datos y no predicciones, como explicó el gerente de territorio de Mercer, Bruno Balanza a La Estrella de Panamá: “Mercer no podría afirmar que como Panamá es más costoso, las organizaciones que tienen sede de operaciones allí decidirían irse, sino que el estudio –que ya tiene más de 20 años de realizarse anualmente–, se dedica a que las organizaciones puedan ser orientadas y tomar decisiones que les permitan manejar la administración de sus recursos humanos de manera eficiente”.

Balanza aclaró que el alto costo de los productos se debe a la falta de desarrollo de talento humano, lo que es vital para mejorar los servicios, pero muchas empresas no toman esto en cuenta y, por ende, “los salarios no se aumentan, y no compensan el alto costo”, dijo. “Nueva York es una ciudad base apropiada para la comparación con la mayoría de países latinoamericanos que se encuentran en la encuesta, ya que tiene reconocimiento global en cuanto a su desarrollo financiero, y por lo que estudiamos, Panamá es noventa veces más barata que la ciudad de Nueva York, con un margen de servicios similares”, agregó.

El profesor y economista, Eddie Tapiero expresó a este diario que si bien, el encarecimiento es un hecho que ha crecido como una bola de nieve en el trasfondo panameño, su principal causa es la falta de productividad eficiente e inteligente de parte del sector empresarial. “Debemos entender por qué Panamá es caro; cuando hablamos de encarecimiento es un valor relativo a otros factores porque hay que saber con qué y en base a qué se hacen las comparaciones”, indicó el asesor. “La principal diferencia en la que se basa Panamá es que es un país dolarizado y urbanizado, donde los servicios constituyen un 80% de la economía nacional y estos pagan más, lo que hace que las cosas se encarezcan; de igual forma, se añade la importación –una rama de la que dependemos en gran medida–, que engloban el transporte y el área marítima”, explicó.

Profundizando en los resultados expuestos por Mercer, Tapiero señaló: “La realidad económica de Panamá, que muchas veces se ignora, es que en una economía de mercado las personas mantienen ingresos de acuerdo con su productividad, sin embargo, en Panamá no es así. Si comparamos a dos conductores de buses, uno en Panamá y uno en Estados Unidos, nos damos cuenta de que, pese a que ambos realizan el mismo trabajo, en Panamá el conductor de buses realiza una mayor productividad en sus rutas, pero se ve minimizado por los controles migratorios entre ambos países, lo que crea una diferencia entre salarios”.

El experto indicó que los controles migratorios “constituyen una barrera ante la diferencia de salarios”, lo que dificulta la sostenibilidad de los trabajadores y crea aún más informalidad en el sector empresarial, lo que afecta la economía del país y, por ende, aporta al encarecimiento. Aun cuando el ranking global de Mercer está pensado y dirigido a los “hábitos de consumo de población expatriada”, como explicó Balanza, la realidad que vive el istmo “va más allá de las leyes de migración”, ya que la presencia de mano de obra u organizaciones extranjeras en Panamá no es la causa del empobrecimiento que enfrenta la población.

“No es una recomendación para el Estado, es una herramienta que se utiliza para las organizaciones y sus políticas preestablecidas”. Si Panamá llegase a ser menos atractiva en comparación con otros países para diversas organizaciones y empresas, eso sería un indicativo de que hay que mejorar la productividad que presenta el país, pero no guiándose únicamente por un reporte de costo de vida”, explicó Balanza.

“Cuando se dice que 'los pobres mantienen la pobreza de Panamá' es una frase incorrecta totalmente, puesto que en realidad los pobres mantienen la productividad, mientras que la economía empresarial no mantiene su mismo nivel de productividad, lo que hace que haya una brecha entre los trabajos que desarrollan aquí frente a aquellos que se engrandecen en el exterior”, comentó Tapiero. “La baja productividad que existe en los sectores económicos mantienen la pobreza del país, lo que crea un llamado de atención que deja ver que el país realmente no potencia su capacidad ni mantiene un control migratorio.

Un país desigual y un escenario postpandemia

La desigualdad existente en la nación se posiciona como el principal motivo de desaceleración de la formalización y la creación de plazas de empleos. “Todo se basa en la productividad de los países, y en Panamá con los años la informalidad ha ganado terreno entre los emprendedores, lo que se debe combatir con la implementación de tres pilares: Tecnología eficiente, ampliación del mercado para exportación y crear más plazas de empleo para las generaciones de futuros profesionales”, anotó el profesor Tapiero.

Con una mirada hacia los mecanismos que pueden adoptarse en un futuro, el economista puntualiza la responsabilidad del gobierno para combatir la desigualdad socioeconómica predominante en áreas vulnerables y rurales, añadiendo especial atención a la formalización de los empleos, lo que debe dar pie a mayor productividad y, por ende, mayor compromiso con mejorar la calidad de vida de los asalariados.

Pero hay un lado positivo que Tapiero considera imprescindible para la reactivación económica postpandemia –que considera que no llegará a su pico sino hasta 2022–, que incluye mayor apoyo a la economía creativa. “La covid-19 y su pandemia nos dejará un saldo positivo en cuanto a pensamiento crítico, uso de presupuestos, mayor conocimiento de ahorro y creatividad empresarial”, afirmó. “Pensar fuera de la caja deberá ser una herramienta pulida, lo que significa repensar aquello que no habíamos pensado antes, y traerlo a un contexto que funcione de mediano a largo plazo dentro de las empresas o organizaciones, sean grandes o pequeñas”.

“Este panorama nos debe hacer romper el paradigma de “no se puede” que nos han dejado generaciones de empresarios anteriores, más que nada para los jóvenes”, añadió. Además, enfatizó la importancia de “forzarnos a pensar fuera de la zona de comodidad”, dirigiéndose a las empresas principalmente, quienes, indicó, “deben poner su mirada en los nuevos factores que pondrán a prueba sus esquemas de venta y productividad: la digitalización de procesos, el cambio en los hábitos de consumo y los gustos del consumidor al que se dirigen”.

En una nota esperanzadora, Tapiero confía en el aprendizaje que los empresarios tomarán después de haber pasado por los retos sembrados por el nuevo coronavirus y la inclusión de nuevos esquemas y políticas públicas que apoyen el rendimiento del sector agrícola y su inserción al sector empresarial con mayor inversión en tecnología y exportación, claves para un menor costo de vida poblacional.

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