• 23/08/2020 00:00

Zoos

No me vengan con estupideces de que qué bonito que los venados paseen por Albrook si no piensan bajar la velocidad de su carro

Estamos encerrados desde hace ciento cincuenta y nueve días, sí, 159. Estamos agotados de vivir entre cuatro paredes. Damos vueltas y vueltas. De la cocina a la sala, de la sala al comedor, del baño al dormitorio. Ya hemos contado todas las grietas del techo, sabemos cuántos días tardó la araña del rincón en la lavandería en hacer su tela.

Estamos agobiados, cansados y nuestra salud mental se está resintiendo. Hay personas desesperadas, ha habido personas que no han soportado más y se han suicidado. Esta pandemia es un desastre de salud y de salud mental.

Bien, ahora quiero que pensemos en los animales del zoológico de El Valle, o en el del Summit, por ejemplo. Y en los animales que están encerrados en jaulas y en acuarios a lo ancho y largo del mundo. Los animales que están encerrados en los tanques del Biomuseo.

Imagínense, por favor, a un cetáceo, a un delfín, un animal inteligente, que tiene vida social, que vive en familia, que tiene relaciones, que tiene hijos, madres, parejas. Un animal como usted al que separan de forma traumática de su mundo y de su vida y al que encierran en un espacio aséptico, en un tanque de agua que no sabe a nada, que no huele a nada. Un espacio, en muchos casos, sin otros peces, sin algas, sin arena, sin sorpresas.

Allí pasarán miles de minutos, miles de horas, dando vueltas y vueltas. Enloquecidos de tristeza y pesar. Los seres humanos somos unos hijos de puta crueles e inconscientes que aplaudimos como focas a las focas que tratan de conseguir un poco de distracción para ganarse una sardina, para evitar que les den un golpe o una descarga eléctrica, y llevamos a nuestros hijos a ver a estos prisioneros.

Prisioneros inocentes encerrados en zoológicos que no deberían existir. Si quieres ver un jaguar, métete en la selva, machácate durante días a través de trochas y caminos para verlo en su hábitat. La belleza no se debe atrapar, ni encerrar. ¿Pájaros enjaulados? Los pájaros tienen alas para volar, y cantan pidiendo salir de su prisión, tal y como nosotros trinamos en las redes sociales que queremos salir, pero cuando lo hacen ellos, como no entendemos la desesperación, en nuestra sordera espiritual creemos que cantan de contento. Contento, ¡já!

Están pidiendo ayuda para los animales de los zoológicos en Panamá, en El Valle, en Summit. No. Por favor, no me pidan ayuda a mí si no es para tratar de devolver a los animales a su hábitat. No, no me pidan que vaya a ver animales encerrados. No, tampoco me pidan que esté de acuerdo en machetear animales que solo quieren recuperar sus hábitats; las serpientes deben estar donde deben estar, los alacranes y las arañas deben estar donde deben estar. Somos nosotros los que debemos arrinconarnos. Dejen de pedirme dinero para mantener a los animales encerrados y pídanme ayuda para enseñar a la gente que las serpientes no muerden si no las asustan, que las zarigüeyas son el único marsupial americano, que no son ratas, y que mantienen a raya a plagas como los sapos y las culebras.

No me vengan con estupideces de que qué bonito que los venados paseen por Albrook si no piensan bajar la velocidad de su carro cuando cruzan por delante de usted, si no frenan por un perezoso, si no les importa atropellar a una iguana.

No sean hipócritas, a ustedes no les gustan los animales, un animal encerrado es un preso inocente. Y ustedes, los que disfrutan de los zoos y de los acuarios, son unos sádicos.

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