• 13/09/2020 00:00

A huevo

Lo bueno es que nunca nos quedaremos sin temas para escribir porque estos actores runchos de tres al cuarto se empecinan en no darnos un minuto de respiro

Me las ponen a huevo. Debo agradecer a los integrantes de la clase política panameña los esfuerzos que hacen para facilitar mi labor, bueno, la mía y la de todos los que, como yo, analizamos y diseccionamos el acontecer sociopolítico de este país. Y a los caricaturistas, a esos también, no nos olvidemos de ellos, que gracias a las boutades de la jarca que pulula en los órganos del Estado tienen material fresco continuamente para desarrollar a placer su talento.

Lo único malo del empeño puesto por los interesados en la facilitación de nuestra vida es que, señores, a veces se les pasa la mano en pollo.

A veces no sabemos adónde echar la vista para empezar a escribir. La realidad nos aturulla y nos atropella. Tenemos cachirulos entre los comandos que, proteger no protegerán, pero que sirven de semental siempre que se requieran sus servicios. Encontramos calambucos a los que no se les cae el dios de la boca, y que mientras usan el nombre divino en vano, empiedran de buenas intenciones su vía expedita al círculo infernal que a cada uno de ellos corresponda. Hay charranes que aprovechan la desgracia ajena para lucrar y medrar a costa de los otros. Tenemos camorristas y pendencieros que no amagan ni avisan, sino que zurran a las moscas cojoneras que creen tener patente de corso.

La mayor parte de ellos lucen como si merecieran respeto, la parte triste de todo este asunto es que, la mayor parte de ellos, no lo ameritan.

Este país es un circo de payasos tristes y ridículos de todo pelaje y condición. Una tramoya absurda donde los pájaros les disparan a las escopetas y los ladrones corren detrás de los que roban.

Pero lo bueno es que nunca nos quedaremos sin temas para escribir porque estos actores runchos de tres al cuarto se empecinan en no darnos un minuto de respiro.

Hay diseñadoras fané y descangayadas a las que hemos visto en madrugadas tristes salir a escondidas de fiestas que no lo eran, como dice el tango de Discépolo, venga, tarareen conmigo, flacas, dos cuartos de cogote, y una percha en el escote bajo la nuez. Chuecas, vestidas de pebetas, teñidas y coqueteando, pareciendo gallo despluma'o, que muestra al compadrear el cuero picotea'o.

Tenemos un Excelentísimo Señor Presidente al que todos toman por el pito del sereno, porque no llega a trompeta, (gracias por la metáfora, compadre). Y más vale que hagamos sacrificios por su buena salud, porque como le pase algo, nos quedaremos embarcados con el volteateléfonos. Y eso, señores, sí sería una catástrofe de proporciones mayúsculas.

Así que 2020 en Panamá está siendo un despliegue de maldad indecente, como canta el otro tango, y eso ya no hay quien lo niegue. Parafraseo de nuevo al maestro Discépolo por si alguno no conoce la letra de aquella profecía clarividente: aquí es lo mismo ser derecho que traidor, ignorante, sabio, chogorro, honrado o estafador, y son lo mismo un asno que un gran profesor. Sí, los inmorales se han instalado y unos viven en la impostura y otros coimean en su ambición.

Y a mí los aullidos me los colocan a huevo para solo tener que tirar a puerta, sin posibilidad ninguna de pegarle al poste, mientras escucho tangos y asiento ante la sabiduría de Enrique Santos Discépolo, las noticias, una tras otra, me revuelven el estómago y ya no sé si hablar de los refrendos chimbos de la Contraloría o de la nueva flota de coches de los que van a disfrutan los que nunca han sufrido cuarentena en medio de esta pandemia.

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