• 04/10/2020 00:00

Quítense

...si no van a ayudar, quítense del medio, Apártense, carajo. Porque la mayoría de las veces ayuda más el que menos estorba

Aquí estamos, los que estamos. Vivos, algunos. Difuntos otros. Muertos en vida muchos otros que ni se han enterado de que la Parca ha pasado por su lado y, sin querer queriendo, cortó su cordón plateado. Aún no nos dan salida de nuestra condena, pero hemos alcanzado el tercer grado y ya podemos asomar la naricilla a la calle, olisqueando a ver si pintan bastos. Y miren ustedes qué curioso, la vida sigue como si nada hubiera pasado.

La vida sigue, mientras dure. Los muchachos que se gradúan ya se están graduando. Preparan fotografías, con mascotas, con familiares, con amigos. Las mamás orgullosas buscan ropa en las boutiques que acaban de reabrir con timidez, llaman para reservar cita en la peluquería, ahora que ya podemos ponernos más bonitas, porque, como dijo nuestro Excelentísimo Señor Presidente, en Panamá las mujeres ya son bastante bonitas.

La vida sigue, con sobresaltos y sustos. Con tranques. ¡Ah, la dicha de quedar varada en uno de nuestros sempiternos tranques! ¿No los extrañaban? Las calles se siguen inundando cuando llueve, aunque en seis meses de encierro nos hayamos olvidado de que vivimos en Venecia. La gente sigue siendo maleducada, y grosera, y ahora con la excusa de la pandemia tiene excusa. Olvídense de los buenos días y las buenas tardes, olvídense del por favor, disculpe y gracias. Olvídense de que le sostengan la puerta a la señora mayor que va cargada de paquetes, sofocada con la mascarilla, mientras trata de frotarse en las manos el alcohol.

La vida sigue y siguen los niños, sin mascarilla, corriendo como cachorros en soltura por todos los pasillos del supermercado, toqueteándolo todo con las manitas embadurnadas de saliva, mocos y quien sabe qué más mientras los padres, con caras de resignada complacencia, suspiran pensando que está bien, que si ellos se han aguantado a sus monstruitos durante seis meses seguidos cada una de las veinticuatro horas de cada uno de los siete días de la semana, es justo que el resto de la sociedad debamos contribuir a su salud mental. Al fin y al cabo, esos diminutos energúmenos con pólvora en el trasero serán los que nos paguen las pensiones en un futuro. Pensiones digo, claro, si es que los golfos apandadores que nos desgobiernan dejan algo para poder pagar.

Pero Panamá es un corcho y antes o después, entre todos arrimando el hombro saldremos adelante, pero los políticos, todos ustedes, los de los tres poderes, a todos, en serio se lo digo, dense por aludidos, todos ustedes, si no van a ayudar, quítense del medio. Apártense, carajo. Porque la mayoría de las veces ayuda más el que menos estorba. Si no van a ayudarnos a abrir los teatros, a que las pequeñas empresas no tengan que cerrar por la imposibilidad de pagar los alquileres, si no van a implementar medidas más allá de endeudarnos a todos para pagar una planilla elefantiásica, quítense del medio. No nos ayuden más, que nos terminan de hundir.

Sigan cobrando sus sueldos, a quien Dios se lo dio que San Pedro se lo bendiga, sigan con sus prebendas y sus tejemanejes, cuídense de los sicarios y las balas locas, y quítense del medio. El resto de la población, los mismos de siempre, los que mantenemos su estilo de vida, sus guardaespaldas, sus carros y sus queridas, necesitamos espacio para poder trabajar en paz. Y volver a construir un país en el que sea maravilloso vivir.

Mientras llegue el tiempo en el que los guayacanes florezcan otra vez, ustedes escóndanse en su cueva de Alí Babá, y los panameños de bien vamos a ir saliendo, poco a poco, para reconstruirnos.

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