'Línea de fuego'

Actualizado
  • 05/02/2021 00:00
Creado
  • 05/02/2021 00:00
La más reciente novela del español Arturo Pérez-Reverte tiene lugar en la batalla del Ebro en la guerra civil española, pero no se trata de otra historia sobre esta cruenta batalla, pues hay más de ficción que de realidad
Arturo Pérez-Reverte fue corresponsal de guerra por 23 años.

Arturo Pérez-Reverte es quizás el novelista más conocido en la España actual, y el más mediático a nivel de sus presentaciones, sus artículos y sus tuits desde el bar de Lola. Esquivo como ninguno, amable con sus seguidores, lo hemos tratado de llevar a Panamá desde hace años, al punto que tenemos un grupo que se llama Círculo Alatriste, al que me honro en pertenecer. Y ese día llegará, tarde o temprano.

Su última novela, Línea de fuego ha creado –como sus mandadas para la chingada hija de la puta que los parió– polémicas por el tema que trata, la batalla del Ebro, que se verificó en 1938 durante la guerra civil española, una de las batallas en que más combatientes participaron, la más larga, y una de las más sangrientas de todas las guerras. Tuvo lugar en el cauce bajo del valle del río Ebro, entre la zona occidental de la provincia de Tarragona (Tierra Alta) y en la zona oriental de la provincia de Zaragoza, y duró los meses de julio a noviembre de ese año.

Para muchos sería otra historia sobre la guerra civil española, pero esta tiene más de ficción que de realidad, y es allí donde irrumpe el Pérez-Reverte que adoramos y admiramos. Algunos alegan que hay exceso de materia didáctica sobre técnicas de disparos, armas y formas de posicionarse, y eso fue motivo de una encendida crítica de parte del columnista Jordi Gracia en “Babelia”, el suplemento cultural del diario El País. Para él, fue demasiada pedagogía.

El libro salió en formato digital en octubre del año pasado y, según las noticias, no solo es el más leído y vendido, sino que se le otorgó el premio “Libro del año”. Se lo dedica al pintor Augusto Pérez Dalmau, su Pintor de batallas (otra de sus maravillosas novelas).

'Línea de fuego'

Sus libros siempre tienen una aparatosa promoción y la pandemia que arrasa al mundo no ha sido impedimento para que esté presente en las ferias de Guadalajara, el Hay Festival y cuanto sarao organicen en torno al tema. Sus entrevistas son un deleite y eso complementa la dureza de la historia, porque hay que prepararse para combates de verdad, con la interesante incorporación de mujeres en la primera línea de combate. Y pensar que le han tildado de machista.

Algunos expertos en esa guerra que desangró España critican que sitúa los escenarios de esa batalla larga del Ebro en apenas unos días donde hubo de todo, hasta guiños entre un personaje funesto llamado “el ruso” y una de las militantes comunistas.

Y allí está la magia de la novela, pues narrar cualquier hecho lo convierte en un ensayo, pero con las piruetas de Pérez-Reverte lo convierte en una lectura adictiva, de ficción, de algo que nunca pasó, pero que hubiera sido muy interesante que pasara. No es la primera historia novelada de Pérez-Reverte sobre la guerra civil, le antecede la trilogía de Falcó.

Sobre esa guerra tan larga y estéril han escrito Elsa Osorio, Manuel Chaves Nogales, José Ovejero, Javier Cercas, Camilo José Cela, Antonio Muñoz Molina, Rafael Chirbes, Jordi Soler, Mercè Rodoreda, Almudena Grandes, Andrés Trapiello, Max Aub, Miguel Delibes, Eduardo Zúñiga, Arturo Barea, Juan Pedro Aparicio, Ramiro Pinilla, Juan Benet, Manuel Rivas, Ernest Hemingway y Emilio Gavilanes, sin dejar por fuera el experto en la guerra Paul Preston, y a los que han escrito excelente ficción sobre la guerra civil, hay que añadir, ahora sí, a Arturo Pérez-Reverte, porque en su Línea de fuego los seres humanos que combatieron en el frente se convierten en unos personajes literarios extraordinarios.

Almudena Grandes ha escarbado en las historias dentro de las historias con su serie “Historias de una guerra interminable” que va para su sexto libro. Pérez-Reverte nos lleva más allá del Ebro, de aquella última, terrible batalla, hasta nuestros días, “en los que la guerra sigue brillando como el oro y el fango que fue, más aún, como el lodazal en el que los españoles se envolvieron” ha dicho José Luis Ibáñez Salas.

Vuelvo al tema de las mujeres porque me parece un asunto reivindicativo de lo que se le ha acusado tantas veces. Las mujeres de las novelas de este autor siempre son fuertes y nunca sometidas a los hombres. Y en esta novela, dos de los muchos protagonistas son mujeres, combativas y combatientes.

El libro va de guerra, pero de guerra de verdad, la que se libra en los frentes, donde se aprende, viendo morir, que “se piensa mejor con la cabeza que con los ojos”, no la del espectáculo desgarrador, más infrahumano si cabe, de las retaguardias españolas en esos años de cainismo terrorífico.

Hay que estar preparados para la guerra pura y dura y el lenguaje que intercambian los enemigos, incluso los pobres marroquíes que aparecen en medio de esta contienda. No es común leer libros de la guerra civil u otra guerra donde en primera línea estén mujeres porque, según se dice y se repite, “no es sitio para una mujer”, aunque no sea un sitio para nadie.

Como en toda guerra, hubo dos bandos y cierta equidistancia, según decían “unos mueren por el paraíso de Cristo y otros por el proletariado”. Para uno de esos comisarios políticos, “el ejército del Ebro es la vanguardia del proletariado mundial. Los del otro lado son mercenarios o gente obligada a luchar, mientras que ellos son el pueblo en armas”. Le podremos escuchar decirles a los suyos que “somos un muro de bayonetas sostenido por la verdad científica y la razón, mientras que los de enfrente son mercenarios o parias obligados a luchar por una causa que no es la suya”.

Línea de fuego no solo va de escaramuzas, tiros, sangre, arrojo, miedo permanente a morir (en ocasiones un “miedo reflexivo, consciente, tranquilo”) y sudor, es una profunda narración dinámica de lo que vivieron los seres humanos que se enfrentaron a muerte en una guerra sin cuartel, inmisericorde. Civil e incivil.

Arturo Pérez-Reverte

Con 69 años y 23 en los que fue corresponsal de guerra, es uno de los novelistas más leídos, populares, polémicos, fascinantes, y adorado y odiado por muchos. Defensor de los derechos de los perros, a los que ha dedicado varios libros, es un amante del mar en el que se aventura en su velero y de donde han salido estupendas novelas, como La carta esférica (que fue llevada al cine). También de su pluma son La reina del sur, basada en la vida de una narcotraficante mexicana (de la cual se hicieron dos versiones para la televisión), la trilogía de Falcó y la imprescindible serie de Aventuras del capitán Alatriste (siete en total, también llevadas al cine y televisión). Ha sido guionista de series como “El dragón”, un éxito en Netflix y “Quart, el hombre de Roma”, basada en su novela La piel del tambor, una de mis preferidas.

Pero si me piden mi opinión, hay dos novelas que sobresalen entre todas las demás: El tango de la guardia vieja y Hombres buenos”. Aunque a decir verdad, todos sus libros me encantan porque soy alatristeana.

Ganador de muchísimos premios y reconocimientos, es académico de la RAE donde ocupa el sillón T, y no deja de hacer valer sus convicciones, como señalar que no se debe decir la aberración “señores y señoras”. Atrae multitudes y no se muerde la lengua para mandar a todos a tomar por donde ya saben. Yo he hecho filas de tres horas para que me firme un ejemplar.

En 2016 fundó la revista literaria Zenda, cuyo título está inspirado en la novela El prisionero de Zenda, de Anthony Hope. El propósito de la publicación es difundir contenidos relacionados con el mundo de las letras (entrevistas a escritores, reseñas de libros, noticias de actualidad, textos de creación, etc.). En 2019, al amparo de la revista, creó el sello editorial Zenda Aventura, dedicado a la publicación de novelas de aventuras prologadas por Pérez-Reverte y con ilustraciones del pintor Augusto Ferrer Dalmau.

Pérez-Reverte honra en este libro a los soldados que combatieron en los frentes de aquella guerra que dividió a la sociedad española, pero que cuando regresaron a sus casas no dijeron una sola palabra sobre lo que habían vivido.

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