La ruana de Tomás Herrera

Actualizado
  • 17/08/2021 00:00
Creado
  • 17/08/2021 00:00
“Vosotros, fieles republicanos, marchareis a redimir la cuna de la independencia colombiana como los cruzados liberaron Jerusalén, cuna del cristianismo” (Simón Bolívar a los soldados del Ejército de Cartagena, 1° de marzo de 1813).

“Vosotros, fieles republicanos, marchareis a redimir la cuna de la independencia colombiana como los cruzados liberaron Jerusalén, cuna del cristianismo” (Simón Bolívar a los soldados del Ejército de Cartagena, 1° de marzo de 1813).

Y esa marcha que los llevaría hasta el corazón del Virreinato peruano se efectuó bajo la bandera de la libertad acompañada de ideales republicanos –de diversa intensidad según la procedencia del político y de su oficialidad, según sean federalistas o centralistas– y con los más diversos colores, banderas y fanfarrias castrenses.

Hace 100 años, cuando los programas de educación pública ilustraban, con fines didácticos, las batallas de Junín y Ayacucho, coloreaban de azul los uniformes de los patriotas independentistas y, de rojo, el de los realistas. Sin embargo, la realidad fue distinta. Desde 1795, el uniforme de color azul era mayoritario en las tropas del rey. Por Real Orden de 1796 las milicias portarían casaca azul, solapa y collarín (cuello) encarnado y pantalones blancos. La infantería se diferenciaba de la caballería en que los primeros llevaban galón de oro en el collarín y, los segundos, de plata. Aun cuando el tamaño de las prendas varió –desde 1814 se popularizó el uso de la chupa o chaqueta corta y del chacó francés– el azul se mantuvo como el color mayoritario. Solo algunas unidades especiales, particularmente de caballería, usaron estilos más coloridos como el verde y el rojo bermellón.

Debido al agotamiento de suministros y a lo prolongado de la guerra, desde 1818, el ejército real permitió chaquetones y chupas de color pardo o gris porque eran más baratos que las prendas teñidas de azul. En esos años algunas unidades de infantería –como los “Voluntarios de Chiloé”– llevaban el uniforme verde oscuro de los cazadores o el verde olivo de los dragones.

Por el lado de los patriotas que llegaron al Perú con las fuerzas del general San Martín, la situación de los colores era algo similar. Por ejemplo, los batallones No. 7 y 8 llevaban “casacas azules sin solapas, con cuello color grana, faldones con vueltas blancas y [...] pantalones azules y blancos, gorras de suela con cordones y penachos blancos los fusileros, verdes con penachos verdes y granas los cazadores, y bermellón los granaderos” (Lagleyze,2019). Los granaderos vestían viejas casacas de artillería, por lo que sus cuellos y puños eran amarillos mientras que los músicos de ese ejército libertador llevaban casacas carmesí.

En cuanto al ejército del Libertador Bolívar que llegó al Perú en 1823, el vestuario no presentaba ni homogeneidad ni regularidad a pesar de las disposiciones dictadas en 1813. En líneas generales todos los rangos cuyos integrantes provenían de la Gran Colombia deberían vestir casaca color azul turquí y pantalón azul –solo los oficiales de infantería usarían el pantalón blanco– mientras que los músicos llevarían casaca y pantalón celeste. Los de la caballería ligera cuello verde sobre la chaqueta azul, los de la caballería de línea cuello amarillo y los de la artillería de línea cuello carmesí con granadas amarillas. Únicamente los zapadores vestían casaca corta y pantalón gris con cuello carmesí. Los cirujanos y enfermeros vestirán, a partir de 1826, de color azul turquí y capotes color pardo (Peña, 2012).

El historiador militar ecuatoriano Coronel A. Andrade (1984) señala que en las festividades del 24 de mayo de 1974 se abrió una fosa común existente en el osario de la iglesia del Tejar que contenía los restos de oficiales y soldados patriotas del Guayas caídos en la batalla de Pichincha –ocurrida 152 años antes–, descubriéndose que los uniformes eran pardos, grises y azules; los oficiales portaban botas color café y la tropa, alpargatas.

¿Qué uniforme portaba el héroe Tomás Herrera en la batalla de Ayacucho de 1824? En 1806, Panamá era una de las plazas fuertes del Virreinato neogranadino que en ese año estaba a cargo del brigadier Juan de la Mata (Riaño,1971; Alvira,2018). El uniforme que utilizaban los infantes de la Corona era casaca encarnada, collarín, vuelta y forro blanco con un galoncito de oro al cuello, botón dorado, chupa y pantalón blanco. Los oficiales del grado e importancia de Herrera vestían casaca azul con solapa, cuello y pantalón color grana con bordados de oro. Sin embargo, cuando los panameños se incorporan a las fuerzas de Bolívar y para no confundirlos en batalla, las casacas de los soldados mudan al azul, verde o al pardo según la disponibilidad de suministros. Se admite el uso de faja de tafetán sencillo color carmesí para los oficiales de alta graduación, aunque no se han encontrado pinturas peruanas de Herrera que lo muestren usando esa prenda. El coronel Juan Bustamante, un patriota olvidado de buena pluma señala que, al igual que el jefe de la caballería mariscal Guillermo Miller, Herrera llevaba una ruana sobre el uniforme al momento del enfrentamiento en la Pampa de la Quinua (Boletín 1, Museo de Arqueología, UNMSM,2001).

Estas pinceladas sobre el vestuario militar durante el proceso independentista permiten imaginar, entonces, que los choques bélicos de Junín y Ayacucho fueron un conjunto variopinto de prendas donde la amalgama de colores se inclinó hacia el azul, gris y el pardo verdoso en ambos bandos.

Más allá de las indumentarias que se utilizaron en aquellas memorables batallas, la sociedad virreinal –ahora republicana– constata una transformación donde el “ciudadano-soldado” –cuyas cualidades son la virtud y el patriotismo– cambia a “soldado-ciudadano” –cuya heroicidad lo legitima para dirigir un país o, al menos, parte de él con desmedro de las instituciones republicanas–, una nueva clase política que marcará la omnipresencia del hombre en armas en las jóvenes repúblicas independientes y explica sus guerras civiles (Hébrard, 2002) hasta la primera mitad del siglo XIX.

Embajador del Perú en Panamá
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