El camino hacia la democracia y los retos que enfrenta Latinoamérica

Actualizado
  • 15/09/2021 00:00
Creado
  • 15/09/2021 00:00
En el marco del Día Internacional de la Democracia, analizamos su estatus en la región mediante las voces de expertos que dibujan la hoja de ruta, en el contexto sociopolítico y económico postpandemia
Panamá figura como una “democracia imperfecta”, según el Índice de Democracia 2020.

“Además de meter un voto en una caja cada cinco años, la democracia también es balance e independencia de poderes, rendición de cuentas a la sociedad, respeto a la Constitución y alternabilidad en el poder”, comentó el jefe de redacción del diario digital El Faro, Óscar Martínez en un reciente ensayo publicado en el diario estadounidense The New York Times, refiriéndose a los últimos “ataques” del presidente salvadoreño Nayib Bukele. Martínez destacó el concepto de la democracia como “imperfecto”, lo que resuena en los actos ocurridos en diversos países de la región latinoamericana en las últimas décadas.

En el marco del Día Internacional de la Democracia, establecido por la Asamblea General de las Naciones Unidas el 8 de noviembre de 2007 a celebrarse cada 15 de septiembre, la realidad sociopolítica de la región latinoamericana salta en evidencia de distintos obstáculos para la correcta aplicación de la democracia en los procesos sociales y económicos de los pueblos.

Las amenazas del autoritarismo en naciones como El Salvador, Brasil, Venezuela o Chile han realzado la necesidad de implementar una mejor revisión de los cumplimientos democráticos referidos en la Carta Democrática Interamericana: “El ejercicio efectivo de la democracia representativa es la base del estado de derecho y los regímenes constitucionales de los Estados miembros de la Organización de Estados Americanos. La democracia representativa se refuerza y profundiza con la participación permanente, ética y responsable de la ciudadanía en un marco de legalidad conforme al respectivo orden constitucional” (artículo 3).

Asimismo, el resultado del mapa del Índice de Democracia realizado por la Unidad de Inteligencia de The Economist para la edición de 2020 arrojó que casi la mitad de la población del planeta, el 49,4%, “vive en algún tipo de democracia”, aunque solo el 8,4% lo hace en una “democracia plena” frente al 8,9% que lo hacía en 2015.

La democracia se ha visto debilitada en la región, según el Índice de Democracia 2020.

La pandemia acrecentó las dificultades de las naciones de salir de un régimen autoritario, como arrojó el estudio, dado que “más de un tercio de la población mundial” está gobernada por un régimen autoritario (contando a China y sus más de 1,4 mil millones de habitantes). “Estos datos son los peores desde que la publicación británica comenzó a reunirlos hace 12 años”, apuntó el documento.

Dentro de este informe, Panamá figura en la categoría de “democracias imperfectas” en el ranking de 52 países a nivel global.

El documento señala cuatro criterios dentro del mapa del Índice: democracias plenas (23 países), democracias imperfectas (52 países), regímenes híbridos o anocracias (35 países) y regímenes autoritarios (57 países).

De igual forma, actualmente El Salvador se añade a la lista de países en la lucha por proteger su estado democrático, como explicó Martínez: “Todas las señales apuntan a que la etapa de represión velada terminará en breve y dará paso a medidas similares a las que vive Nicaragua en la actualidad: encarcelamiento y persecución de periodistas, activistas y opositores políticos con casos armados a voluntad del presidente Daniel Ortega”.

Colombia, Venezuela y Brasil se han asomado a los regímenes autoritarios.

Esto fue secundado por el investigador y sociólogo panameño Enoch Adames, quien indicó a La Estrella de Panamá que después de años de conflicto bélico interno, y de una “alternancia formal entre el Partido Frente Farabundo Martí y el Partido Arena”, la presidencia de Bukele en una maniobra jurídica, ha “demolido preceptos constitucionales que garantizaban la alternancia política presidencial en El Salvador”. “Bukele ha empujado al país a un continuismo como práctica política, generando con ello nuevos conflictos de legitimidad y gobernabilidad política”, apuntó, “esta maniobra no constituye una originalidad política, ya que es un esquema presente, en Nicaragua y en Honduras”.

El avance de la recesión de la democracia en Latinoamérica presenta una tendencia de equilibrio en el poder, según se muestra en el Índice del año pasado, marcado por la pandemia del nuevo coronavirus, pero sin ser ese su principal motivo. Según Adames, la situación sociopolítica de cada país en la región, es “históricamente distinta”, que permite que se “exhiban fortalezas y/o debilidades político-institucionales diferentes, especialmente las de salud”.

“Estas instituciones enfrentan asimetrías en el tamaño de la población, en la cobertura sanitaria, en el nivel cultural y educativo de la sociedad, en los niveles de desigualdad y exclusión social de su población, y por supuesto en el nivel de legitimidad de los gobiernos y de la clase política gobernante”, agregó, “todas estas particularidades condicionaron la manera en que cada país enfrentó las múltiples crisis que desató, amplió y profundizó la pandemia de la covid-19”.

Retos en el panorama

Con el paso de los años, los conceptos “populismo” y “democracia iliberal” se han vuelto más comunes para describir las situaciones en países de la región latinoamericana. Ahora, aun con el aumento de la presencia juvenil en los debates sociales y su participación sociopolítica –los jóvenes (de entre 15 y 25 años de edad) constituyen alrededor del 20% de la población mundial–, los movimientos se alejan de una política clásica para promover un mayor “cambio democrático” en sus naciones.

El presidente salvadoreño Nayib Bukele ha sido catalogado como “autócrata” por su pueblo.

Ante esto, Adames señaló que en la hoja de ruta para cambios en la estrategia democrática se debe entender que “la democracia es una institucionalidad político-económica en permanente proceso de construcción”, lo que no exime la realidad del istmo. “Panamá es un país que ostenta una de las desigualdades sociales y regionales más profundas de América Latina. Es una sociedad fuertemente polarizada, donde el 86,6% del PIB nacional se concentra en las ciudades de Panamá y Colón; a su vez, aproximadamente el 60% de su población se concentra también en estas dos ciudades”, enfatizó, “para no hablar del desprestigio de la clase política y de los escándalos de corrupción e impunidad que ampara y propicia su institucionalidad política. Por lo que no creo que la democracia presidencialista panameña sea un ejemplo para imitar en estos momentos”.

Las últimas décadas han sido las evidencias de las luchas para derrocar el autoritarismo. “La tendencia es la de ser regímenes presidencialistas altamente concentrados y excluyentes, reducidos a una democracia electoral, donde los ciudadanos están disminuidos a una condición pasiva. Son básicamente 'democracias delegativas' como las denominó el politólogo argentino Guillermo O'Donnell”, anotó Adames.

“El modelo de democracia predominante es básicamente procedimental, que se agota en tecnicismos institucionales de naturaleza burocrática. Un modelo bastante alejado de los valores emancipatorios de la democracia sustantiva, orientada a garantizar igualdad, equidad, cohesión social”, puntualizó el sociólogo, “además que excluyen un conjunto de ciudadanías de nuevas generaciones, vinculadas al género, la naturaleza y el medio ambiente, diversidad cultural y étnica, etc. Son democracias limitadas que le dan forma política a Estados con algunos derechos, y no a un estado de derecho”.

Esto deriva directamente de los desafíos a los que se enfrenta el esquema democrático en América Latina que dibuja el director del Centro Edelstein de Investigaciones Sociales de Brasil, Bernardo Sorj, en una investigación realizada para el portal especializado Diálogo Político, los cuales comprenden: la unión de la democracia con la tecnología –que incluye la colonización de las fake news, la polarización de información y la transparencia de la prensa digital–, la relación con el capitalismo, la relación con el nacionalismo/globalización, la relación con el medio ambiente para repensar los modelos sociales nacionales e instituciones internacionales; y la relación con la geopolítica, dado que ante el posicionamiento de China como “eje del poder mundial”, se debilita el ejemplo de la acción democrática.

“La democracia no se expande por automatismo, ella depende de que sea promovida por países con capacidad para hacerlo”, puntualizó Sorj.

Por su parte, las brechas que se abrieron paso en las sociedades latinoamericanas son desafíos más apremiantes que permanecerán en la realidad postpandemia, según explicó el sociólogo Adames: “Salvo algunas excepciones, resulta difícil concebir que estas formas de gobierno presidencialistas –“formalmente democráticos” en América Latina–, conducidos por élites económico-políticas que lucran desde el poder, con institucionalidades deficientes y con temas de corrupción pendientes, puedan enfrentar de manera integral las múltiples crisis que abrió y profundizó la pandemia”.

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