El auge del suicidio infantil: una problemática social invisible

Actualizado
  • 20/10/2021 00:00
Creado
  • 20/10/2021 00:00
Un reciente estudio de la Unicef destacó la necesidad de promover el cuidado de la salud mental de los niños y jóvenes. Según el reporte, el suicidio infantil es la tercera causa de muerte en América Latina y el Caribe en 2021
La ansiedad y la depresión son dos peligrosos síntomas de pensamientos suicidas en adolescentes.

La depresión y la ansiedad son dos gran enemigos de la sociedad infantil y juvenil en Latinoamérica y el Caribe, regiones en las que el confinamiento y el rápido aumento de casos positivos de covid-19 generaron un gran impacto.

Este panorama ha incrementado los diagnósticos de niños y jóvenes de entre 15 a 19 años que sufren de problemas de salud mental.

Según el estudio, 'En mi mente: promover, proteger y cuidar la salud mental de la infancia' del Estado Mundial de la Infancia 2021, “la ansiedad y la depresión representan casi el 50% de los trastornos mentales entre los adolescentes de 10 a 19 años” en América Latina y el Caribe.

En Panamá, la prevalencia de trastornos mentales en niños y niñas de 10 a 19 años es de 12,9% (92 mil 399); sin embargo, hay mayor número en niños, los cuales presentan un 13,5% (49 mil 455).

La dirección de la Unicef se centra en comunicación, compromiso y acción en pro de la salud mental.

La preocupación del organismo recae en la baja inversión para prevenir casos de suicidio infantil, exacerbados por la pandemia, sobre todo en países latinoamericanos y del Caribe donde se vio afectado el acceso a servicios de salud mental.

Gustavo Suárez Pertierra, presidente de Unicef España, mencionó a El Español que la “salud mental está estigmatizada y no se comprende adecuadamente, la confundimos con un aspecto 'desviado' que debe ocultarse y no como algo inherente a la salud humana”.

La visión de Suárez va casada con el informe del organismo que destacó que 1 de cada 7 adolescentes de 10 a 19 años en todo el mundo tiene un problema de salud mental diagnosticado. Cada año, casi 46 mil adolescentes se suicidan, lo que se suma a la falta de inversión estatal en programas de prevención, ya que el estudio indica que solo alrededor del 2% de los presupuestos de salud de los gobiernos se destina a la salud mental en todo el mundo.

“Los jóvenes creen abrumadoramente que es mejor buscar ayuda sobre problemas de salud mental con otras personas, que tratar de lidiar con ellos por su propia cuenta”, según una encuesta realizada para Unicef por Gallup en 21 países en el primer semestre de 2021. Asimismo, una mediana del 83% de los jóvenes (de 15 a 24 años) estuvo de acuerdo con que era mejor tratar los problemas de salud mental “compartiendo experiencias con otros y buscando apoyo”; mientras que el 15% consideró que esos problemas eran personales y deberían resolverse por sus propias maneras.

En Panamá hay una prevalencia del 12,2% de trastornos mentales en niñas.
Coste social

El suicidio infantil y juvenil se encuentra en crecimiento porcentual, lo que sustenta el estudio de Unicef, así como un estudio de la profesora de psicología y directora del Laboratorio de Investigación de Cultura, Riesgo y Resiliencia de la Universidad de Houston, Rheeda Walker, y es la poca acción de los “gobiernos y sociedades en cuanto a inversión en promover, proteger y cuidar la salud mental de niños, jóvenes y sus cuidadores”, uno de los factores más preocupantes.

Walker apuntó en su investigación (Refining Psychological, Substance Use, and Sociodemographic Predictors of Suicide Ideation and Attempts in a National Multiethnic Sample of Adults, 2008-2013. 2019) las amenazas que representan los trastornos mentales especialmente para niños y jóvenes negros, quienes han sido “enseñados que el suicido es 'algo de blancos' y que los negros han sabido enfrentar las adversidades sin sucumbir al suicidio”.

“Un estudio se refirió a las personas de minorías raciales o étnicas en edad universitaria, incluidos los afroamericanos, como 'ideadores ocultos' que tienen menos probabilidades que otros jóvenes de revelar pensamientos suicidas”, expresó Walker en una publicación.

Cada día más de 10 adolescentes atentan contra su vida en América Latina y el Caribe, según el estudio de la Unicef.

“Debido a que el suicidio está ocurriendo y a edades sorprendentemente jóvenes, se necesitan esfuerzos integrales para abordar este problema de salud pública”.

Los estudios sugieren que el estigma sobre las enfermedades mentales y la sensación de que uno será más marginado o ignorado puede impedir que los jóvenes negros compartan sus pensamientos. Además, los expertos en salud pública y salud mental pueden desconocer que los factores de riesgo de suicidio podrían mostrarse de manera diferente según el grupo étnico.

En algunos de los países más pobres del mundo, los gobiernos anualmente gastan menos de $1 por persona en el tratamiento de la salud mental, según arrojó Unicef. Incluso en los países de ingresos medianos altos, el gasto anual todavía es de aproximadamente $3 por persona.

Cada una de estas cifras está muy lejos de tratar las condiciones de salud mental de los niños, adolescentes y cuidadores, especialmente aquellos que enfrentan desafíos mayores de salud mental. Y significa que no queda casi nada para promover la salud mental de los niños y sus cuidadores.

Además, cada vida que se pierde es un aporte menos a la sociedad en cualquier campo.

“La estimación se basa en el valor del capital mental perdido –o los recursos cognitivos y emocionales– que los niños y los jóvenes aportarían a las economías si no se vieran frustrados por los trastornos de salud mental”, indica el documento oficial.

Esta estimación engloba unos $30 mil 600 millones en América Latina y el Caribe hasta este año.

Un AVAD representa un año perdido de vida sana a causa de una discapacidad o una muerte prematura. Después, los investigadores asignaron un valor monetario a cada año vivido sin discapacidad con base en la contribución media de cada persona a la economía.

Compromiso y acción comunitaria

Desde el estudio de Unicef, se expresa la necesidad de una mayor acción comunitaria para dar espacios seguros y libres de discriminación o acoso a niños y jóvenes que sufren de trastornos mentales.

“En lugar de centrarnos en la necesidad de diagnosticar y medicar las enfermedades, la salud mental debe entenderse como un continuo, ya que en cada etapa de nuestras vidas podremos encontrarnos en un punto distinto de ese continuo”, apuntó la organización.

Por su parte, la Dra. Walker puntualizó en su investigación que se necesita “un mayor compromiso familiar” cuando se trata de encontrar un profesional de salud mental.

“Los padres y cuidadores deben estar dispuestos a sentarse, escuchar y tratar de comprender plenamente lo que es más perturbador para un niño que está pasando por una situación difícil y muchas emociones”, puntualizó.

El peso del confinamiento en pandemia

Según el informe 'Life in Lockdown: Child and adolescent mental health and well-being in the time of covid-19' de Unicef, el estrés y la ansiedad ante los posibles contagios y los problemas de comportamiento en los jóvenes aumentaron por el confinamiento y la falta de actividades recreacionales con sus contemporáneos (así como la educación a distancia). También el alcohol y el consumo de sustancias ilícitas como mecanismos de defensa emocional ante los cambios por la pandemia se hicieron presentes.

Los retos que llegan a una escala mundial han sido explorados por el organismo y diversos actores de otros países, como el coordinador del Área de Atención Remota de la Fundación para la Confianza (Chile), Diego Riveros, quien en una publicación del diario La Tercera señaló: “El desafío es encontrar un tipo de relación en la que sea posible pasar de la mirada evaluadora a una escucha empática, que favorezca que un adolescente o joven pueda pedir ayuda, que sienta que puede ser escuchado, mostrándole que existen otras alternativas. Preguntar a otros si ha considerado el suicidio como posibilidad, es una forma de acercarnos y reflejar nuestra preocupación. Hablar de suicidio no le dará la idea a la otra persona”.

Riveros también apuntó hacia el mito de que quienes “piensan en acabar con su vida no dan señales antes de hacerlo”, explicando que “muchas veces, de manera directa o indirecta, habrá señales que nos alertarán”. “Desde la manifestación de ideas de desaparición, aislamiento repentino, regalo de objetos valiosos, hasta cartas de despedida”, expresó el experto.

Una iniciativa

Asimismo, Unicef creó la estructura de acción social para hacer frente a la problemática social que ha sido invisibilizada por diversos estigmas generacionales.

En el plan a seguir destacan las aristas de: compromiso, comunicación, y acción de liderazgo.

Todo esto incluye integrar los servicios de salud mental en los sistemas de protección social y atención comunitaria, para llegar a los niños y jóvenes sin acceso; ofrecer un liderazgo regional y nacional basado en los esfuerzos existentes, para alinear a las partes interesadas en torno a objetivos claros y establecer prioridades.

De igual forma, hacer frente al estigma en torno a la salud mental, iniciar conversaciones y mejorar los conocimientos sobre salud mental, dando espacio a que los niños, jóvenes y las personas con experiencias de este tipo formen parte de la conversación.

En cuanto al rol de la educación se apunta hacia garantizar que las escuelas apoyen la salud mental. Se requiere de un entorno escolar cálido y unas relaciones positivas entre los alumnos, y entre estos y los maestros, para reforzar lo positivo de la salud mental.

Todo lo anterior se une con la importancia de ayudar a los padres y madres a estimular la salud y el bienestar de sus hijos; asimismo, con el cuidado de los cuidadores, brindándoles herramientas para gestionar el estrés crónico y los conflictos, y para mejorar las estrategias de respuesta.

Lo Nuevo
comments powered by Disqus