Son momentos en que las caricaturas no dan risa

Actualizado
  • 22/11/2021 00:00
Creado
  • 22/11/2021 00:00
El maestro de la plástica destaca el rol de los bufones, los tontos y la sátira en las caricaturas para el sano desarrollo de la democracia, la libertad de expresión y el humor colectivo de las sociedades modernas
Son momentos en que las caricaturas no dan risa

“Aristides ¿te has dado cuenta de que ya las caricaturas no hacen reír?” así me decía —frunciendo el ceño—Rubén Darío Murgas, afirmación que más allá de ser curiosa, me introdujo a un lapso de interminables reflexiones. Al punto de que llegué a pensar en la famosa frase de Leonardo Da Vinci donde nos afirma que la “realidad (muchas veces) supera a la fantasía”… ¿Será eso lo que nos está sucediendo? ¿Es ahí donde anida la preocupación de Rubén Murgas por que la realidad supere nuestra imaginación? Al pensar esto, no sé si reír o llorar.

A veces, la bizarra naturaleza nos indica que los contrastes hacen parte del sabor de la vida y para educarnos nos hacen admirar los bellos rosales con sus peligrosas espinas, donde lo precioso (la rosa) conlleva dolor (espinas) para enseñarnos a no resignar nuestro destino a sencillas fascinaciones; avisarnos que la búsqueda de la verdad es un duro ejercicio y que cada uno de nosotros debería someterse a los sanos criterios para hablar con fundamento en estos confusos momentos.

La caricatura —en el devenir histórico— ha sido un instrumento de purificación de las sociedades. Ella desnuda las partes más oscuras, utiliza el sarcasmo para evidenciar los errores y defectos. Amplifica los errores para hacerlos surgir a la vista de todos, con la particularidad de que en diversas etapas históricas ha sido el enemigo de los poderosos, denunciando aquellas particularidades que el potente quiere esconder. Por estos motivos, la sátira dentro de la caricatura es primordial en las sociedades modernas.

La sátira moderna
Son momentos en que las caricaturas no dan risa

Las redes sociales, la televisión y los periódicos, los medios masivos en general, nos mantienen en contacto con el mundo de la crítica; hacer sátira significa hacer polémica con sarcasmo, ironía y muchas veces incluso tachados a través de memes, aprobados con emociones directas como los emojis, debido a que al parecer éstas se ha trasformado en obras literarias.

Esta definición no debería sugerir que bajo el concepto de sátira solo hay un juego de burla. La sátira es una práctica bastante compleja y tiene una intención moralizante; cuestiona una serie de mecanismos profundos que van desde la ética hasta los recursos necesarios para suscitar el distanciamiento y la risa, como lo es en la ironía.

Un personaje interesado en la sátira debe conocer muy bien su realidad contemporánea, las fallas de las clases sociales o políticas, los mecanismos del mundo circundante para poder captar los elementos más susceptibles a la crítica. Además de esto, la sátira tiene una historia de mil años; desde que la sátira de la antigua Grecia ha tenido una amplia difusión y gran éxito, ha sido objeto de ataques y censura por parte de los fuertes poderes, precisamente por sus características polémicas e irreverentes.

Los bufones de la corte y las caricaturas
Son momentos en que las caricaturas no dan risa

El bufón es un cómico, muy a menudo deforme, que en las cortes europeas tenía la tarea de provocar la risa de los caballeros con bromas y picantes sátiras.

En el siglo XV aparecen en Italia los monólogos bufonescos, el 'Mariazo', recitado en las bodas y el 'Gliommero' en trabalenguas que eran feroces críticos de la moralidad.

En Francia, ser tonto significaba tener una carga real. En este país nació el primer necio reconocido, Geoffroy, que vivió en la corte de Felipe V el Largo (siglo XIV).

En España, en el siglo XVI, el bufón Francesillo de Zúñiga pagó caros sus atrevimientos en La crónica burlesca del emperador Carlos V siendo asesinado; don Diego Hurtado de Mendoza cultivó este género en verso, y quizás también en el anticlerical Lazarillo de Tormes que se le atribuye, el cual dio origen a la novela picaresca.

'El enano Morgante, bufón de la corte', en la obra de Bronzino en la muestra 'Buffoni, villani e giacotori'.

Datos históricos nos indican que atreverse a burlarse del poder puede ser peligroso y sugerir que la sátira es una obra de arte.

Caricatura

La caricatura (del italiano caricare: cargar, exagerar) es un retrato que exagera o distorsiona la apariencia física de una o varias personas. Es, en ocasiones, un retrato de la sociedad reconocible, para crear un parecido fácilmente identificable y generalmente humorístico. Su técnica usual se basa en recoger los rasgos más marcados de una persona y exagerarlos o simplificarlos para causar comicidad o para representar un defecto moral a través de la deformación de estos.

La caricatura es uno de los medios fundamentales de expresión de una sociedad moderna. “La caricatura, por tanto, no es necesariamente un medio de hacer reír a la gente: es un arma política mediocre, un agente moralizador muy pobre. Pero es un proceso maravilloso concretar una idea abstracta y así presentarla a una multitud rebelde a las abstracciones... De esta manera hace que se asiente con los ojos la imagen de lo que el espíritu no pudo concebir. Ella desenreda, unifica, concreta; es un esclarecimiento ”, escribió Robert de la Sizeranne.

Lo contradictorio como práctica democrática

Es claro que no podemos prescindir de dejar en evidencia el panorama social donde la sátira en una caricatura se desenvuelve, sobre todo en un país como Panamá, acostumbrando a enjaular las caricaturas en programas televisivos o en periódicos, dejando la libertad a las redes sociales.

Sobresale que en los programas de opinión —televisivos o radiales— no existe la contradicción de opiniones, cada uno de ellos es territorio donde se cultivan las posiciones personales sin dar oportunidad a abrirse ante tesis contrarias, llevando al consumidor a simpatizar con uno u otro programa, sin darle ocasión de crear su propio criterio.

El resultado de estos enjaulados programas es que, ni las editoras, ni los medios de comunicación ejercen la función que ellos pretenden representar, lo cual es la libertad de expresión y la educación de una sociedad que construye un criterio autónomo, para alcanzar una democracia trasparente basada en una justicia social para todos.

Por consecuencia, abren la posibilidad a las redes sociales para que ocupen aquellos espacios donde el panorama de opinión se abre al contradictorio, tomando las riendas de la genuina sátira, sin censura, con diversidad de opinión para que nos formemos un criterio propio.

La oposición como riqueza

Cada uno de nosotros sabe que, en la democracia, la opinión contraria u oposición es una riqueza donde giran la sal y la pimienta de una sana democracia. El desarrollo de una sociedad moderna tiene como objetivo la trasparencia de todo el sistema y engranaje que los componen. Abriendo espacios al juicio de ideas yuxtapuestas y contrarias. Y nunca al autoencierro o a barreras defensivas.

Si ya las caricaturas no nos hacen reír (como me susurraba Rubencito Murgas) se debe a que se ha aceptado el compromiso con los demonios que deben combatir o a que simplemente han entregado fidelidad a las jaulas.

Aunque debo decir que sí pienso que lo irónico de todo esto es que la realidad panameña ha superado a la fantasía, como nos señalaba Leonardo da Vinci. Al decir esto, me pongo las manos sobre la cabeza, me arrodillo en mi silla y no sé si morirme de risa o ponerme a llorar.

¡Cualquier similitud con alguna cosa, hecho o persona, es pura leche!

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