Arosemena, Perú y Rusia

Actualizado
  • 08/12/2021 00:00
Creado
  • 08/12/2021 00:00
La última década del siglo XIX transcurrió, para el Perú, bajo el signo de la reconstrucción y de las reflexivas expresiones de Justo Arosemena “[...] De nada sirve que el comercio y la riqueza aumenten si no hay un buen gobierno

“[...] Abrigo la confianza de que mi autoridad encontrará un apoyo constante en los sentimientos de V.M. a quien puedo asegurar que por mi parte me será sumamente agradable cultivar las relaciones establecidas entre el Perú y las Rusias [...]” (Carta del presidente Miguel de San Román al zar Alejandro II, 29 de octubre de 1862).

En febrero de 1857, el imperio ruso había reconocido la independencia del Estado de Venezuela, iniciando las relaciones bilaterales entre ambos países. A finales del mismo año, mediante un intercambio de notas con el presidente del Uruguay, Gabriel Pereira, se iniciaron las relaciones entre ambas naciones (Gros Espiell, 2001, citado por Garcés & Vallejo, 2020). En 1858, Rusia reconoció la independencia de Colombia y estableció relaciones bilaterales. En 1862 suscribió una declaración aduanera con el Perú; en 1868 estableció relaciones consulares con Argentina, las que profundizó con relaciones diplomáticas en 1885 (Stamponi, 2009, citado por Garcés & Vallejo, 2020); en 1874 empezó relaciones consulares con Chile (Van Buren, 1989, citado por Garcés & Vallejo, 2020); y con Paraguay, en 1909. Según el investigador Stamponi (2009) los temas consulares con Argentina, Uruguay y Paraguay eran manejados desde la Legación Imperial de Rusia en Río de Janeiro. El investigador diplomático Vallejo (2017) señala que en la década siguiente a 1850, varios países latinoamericanos abrieron a su vez legaciones o consulados en París, Londres y Bruselas.

Los postulados de alianza continental latinoamericana del jurista e intelectual panameño Justo Arosemena que cumplía tareas diplomáticas en Lima –expuestos, entre otros escritos, en el “Estudio sobre la idea de una liga americana”– encontraron resonancia y coincidencias con la política exterior peruana desplegada entre 1858 y 1866 cuya proyección de sus intereses nacionales buscó trascender el ámbito continental y condujo al Perú a tender puentes con países al otro lado del Atlántico. “[...] En junio de ese año [1866], Arosemena presentó al presidente Mariano Prado un proyecto de constitución para el Perú. El Congreso Constituyente que se instaló el 15 de febrero de 1867 recogió varios de los importantes aportes del jurista panameño en la Constitución que fue promulgada el 29 de agosto de ese año [...]” que se referían a la conducta internacional del Estado (Yábar, 2018, citado por Raffo, 2020).

Asimismo, el contenido de la declaración aduanera peruano-rusa del 17 de abril de 1862 presenta sincronía con el pensamiento de Arosemena, que concebía la necesidad de incorporar a una joven América republicana al sistema internacional ya que “[...] los pueblos nacientes tienen que llenar deberes de necesidad para que sus intereses sean representados y para ser ellos mismos conocidos [...]” (Paz Soldán, 1964, citado por Bákula, 2006). Dos años después, en abril, se estableció el Consulado Imperial de Rusia en el puerto de El Callao cuyo principal objetivo fue incrementar las relaciones comerciales entre ambos Estados. Arosemena cultivó la amistad de quien fuera el primer cónsul de Rusia en el Perú, Felipe Santiago Gordillo, así como la de su sucesor Jorge Elster. Ambos comerciantes y circunstancialmente diplomáticos que se nutren de la experiencia del panameño. Se llega así a la suscripción del Tratado de Amistad, Comercio y Navegación entre la República del Perú y el imperio ruso, el 4 de mayo de 1874, cuyas cláusulas reflejan el pensamiento Arosemena. Al año siguiente se establece el consulado del Perú en Moscú que permanece en funcionamiento hasta 1889. La denominada “Guerra del Pacífico” mermó la capacidad del Estado peruano para tener una presencia internacional mayor, reduciendo sus relaciones básicamente a Sudamérica, al imperio británico y Estados Unidos.

La última década del siglo XIX transcurrió, para el Perú, bajo el signo de la reconstrucción y de las reflexivas expresiones de Justo Arosemena “[...] De nada sirve que el comercio y la riqueza aumenten si no hay un buen gobierno. Sin gobierno no hay seguridad, y sin seguridad la riqueza decae. De nada sirve la riqueza, si el robo se entroniza, y si la vida misma se halla amenazada” (citado por A. Tello, 1985). La influencia jurídica decimonónica de Arosemena “[...] encierra grandes lecciones para la contemporaneidad [...] [apreciando] la enorme trascendencia de la libertad, la soberanía y la autodeterminación nacionales, [en suma] la necesidad de unirse para enfrentar peligros globalizadores” (Castro, 1977, citado por Morales Pérez, 2006). Una herencia panameña que no ha sido suficientemente explorada y que permitiría redescubrir el papel del istmo dentro de los esfuerzos continentales de defensa impulsados desde Lima hace 163 años.

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